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Eckhart Tolle

El Silencio Habla

Un verdadero profesor espiritual no tiene nada que enseñar en el sentido convencional de la palabra; no tiene nada que darte o añadirte, ya se trate de nueva información, de creencias o de reglas de conducta. Su única función consiste en ayudar a librarte de aquello que te aleja de la verdad de lo que eres y de lo que sabes en el fondo de tu ser. El profesor espiritual está allí para descubrirte y revelarte esa dimensión de profundidad interna que también es paz.

Si te diriges a un profesor espiritual -o te acercas a este libro- buscando ideas, teorías, creencias estimulantes o discusiones intelectuales, entonces te sentirás decepcionado. En otras palabras, si estás buscando alimento mental, no lo encontrarás y perderás la esencia de la enseñanza, la esencia de este libro, que no está en las palabras, sino dentro de ti mismo. Es conveniente recordar esto y sentirlo a medida que vayas leyendo. Las palabras no son mas que señales. Aquello hacia lo que apuntan no se encuentra en el reino del pensamiento, sino en una dimensión interna que es más profunda e infinitamente más vasta que el pensamiento. Una de las características de esa dimensión es una paz vibrante de vida, de modo que cada vez que sientas surgir esa paz interior mientras lees, el libro estará cumpliendo su cometido y realizando su función docente: te está recordando quién eres e indicándote el camino de vuelta a casa.

Éste no es un libro para leerlo de una tirada, de principio a fin, y dejarlo. Vive con él, ábrelo con frecuencia y, lo que es más importante, ciérralo asiduamente; es decir, pasa más tiempo sosteniéndolo en tus manos que leyéndolo. Muchos lectores sentirán el deseo natural de dejar de leer después de cada párrafo, para hacer una pausa, reflexionar, serenarse. Siempre es más útil y más importante dejar de leer que seguir leyendo. Permite que el libro haga su trabajo, que te despierte y te saque de los viejos surcos del pensamiento condicionado y repetitivo.

Se puede considerar que este libro, por el modo en que está escrito, revive en nuestro tiempo el estilo con el que fueron concebidas las más remotas enseñanzas espirituales: los sutras de la antigua India Los sutras son vigorosos indicadores de la verdad en forma de aforismos o sentencias breves, con poca elaboración conceptual. Los Vedas y los Upanishads son las primeras enseñanzas sagradas registradas en sutras, como sucede con las palabras de Buda. Los dichos y parábolas de Jesús, sacados de su contexto narrativo, también pueden ser considerados como sutras, al igual que las profundas enseñanzas contenidas en el Tao Te Ching, el antiguo libro chino de la sabiduría. La ventaja del estilo sutra reside en su brevedad. No involucra la mente pensante más de lo necesario. Lo que el sutra no dice -aunque lo señala- es más importante que lo que dice. El estilo sutra utilizado en este libro es más evidente en el capítulo 1 («Silencio y Quietud»), que contiene los párrafos más breves. Este primer capítulo contiene la esencia de todo el libro, pudiendo ser todo lo que algunos lectores necesiten. Los demás capítulos están ahí para quienes necesiten algunos indicadores más.

Al igual que los antiguos sutras, los textos contenidos en este libro son sagrados, y han surgido de un estado de conciencia que podemos denominar quietud. Sin embargo, a diferencia de los antiguos sutras, no pertenecen a ninguna religión n. tradición espiritual, siendo accesibles de inmediato a toda la humanidad. En estos escritos está presente un sentimiento de urgencia. La transformación de la con ciencia humana ya no es un lujo, por así decirlo j disposición de unos cuantos individuos aislados sino una urgente necesidad para que la humanidad no se destruya a sí misma. Actualmente, se está acelerando tanto la disfunción de la vieja conciencia como el surgimiento de una nueva. Paradójicamente, las cosas están yendo a mejor y peor al mismo tiempo, aunque el empeoramiento es más aparente porque produce mucho «ruido».

Este libro, desde luego, utiliza palabras que al ser leídas harán surgir pensamientos en tu mente. Pero no se trata de pensamientos corrientes: repetitivos, ruidosos, narcísistas, que reclaman atención. Al igual que los verdaderos maestros espirituales, como los antiguos sutras, los pensamientos de este libro no dicen «mírame», sino «mira más allá de mí». Como los pensamientos han surgido de la quietud, tienen poder: el poder de llevarte a la misma quietud de la que surgieron. Esa quietud también es paz interior; y esa quietud y esa paz son la esencia de tu Ser. Es la quietud interior que salvará y transformará el mundo.

Cuando pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo.

Tu sentido más interno de ti mismo, tu sentido de quién eres, es inseparable de la quietud. Ése es el Yo Soy que es más profundo que el nombre y la forma.

La quietud es tu naturaleza esencial. ¿Qué es la quietud? El espacio interno o conciencia en el que las palabras de esta página son percibidas y se convierten en pensamientos. Sin esa conciencia, no habría percepción, ni pensamientos, ni mundo.

Tú eres esa conciencia, disfrazada de persona.

Equivalente del ruido externo es el ruido interno del pensamiento. El equivalente del silencio externo es la quietud interna.

Cuando quieras que haya silencio a tu alrededor, escúchalo. Esto significa que, simplemente, has de darte cuenta de él. Préstale atención. Escuchar el silencio despierta la dimensión de quietud dentro de tí, porque sólo la quietud te permite ser consciente del silencio.

Observa que en el momento de darte cuenta del silencio que te rodea, no estás pensando. Eres consciente, pero no piensas.

Cuando te das cuenta del silencio, se produce inmediatamente ese estado de serena alerta interna. Estás presente. Has salido de miles de años de condicionamiento colectivo humano.

Mira un árbol, una flor, una planta. Deja que tu conciencia descanse en ellos. ¡Qué quietud manifiestan, qué profundamente enraizados están en el Ser! Permite que la naturaleza te enseñe la quietud.

Cuando miras un árbol y percibes su quietud, tú mismo te aquietas. Conectas con él a un nivel muy profundo. Te sientes unido a cualquier cosa que percibes en y a través de la quietud. Sentir tu unidad de tí mismo con todas las cosas es verdadero amor.

El silencio ayuda, pero no es necesario para hallar la quietud. Aunque haya ruido, puedes sintonizar con la quietud subyacente, el espacio en el surge el ruido. Ese es el espacio interno de pura conciencia, la conciencia misma.

Puedes darte cuenta de que la conciencia es el trasfondo de todas tus percepciones sensoriales, de toda tu actividad mental. Siendo consciente de la conciencia surge la quietud interna.

Cualquier ruido molesto puede ser tan útil como el silencio. ¿Cómo? Abandonando tu resistencia interna al ruido y permitiendo que sea como es; esa aceptación también te lleva al reino de paz interna que es quietud.

Cuando aceptas profundamente este momento tal como es -tome la forma que tome-, estás sereno, estás en paz.

Presta atención a la pausa: la pausa entre dos pensamientos, al breve y silencioso espacio entre las palabras de una conversación, entre las notas de un piano o de una flauta, o al breve descanso entre la inspiración y la espiración.

Cuando prestas atención a esas pausas, la conciencia de «algo» se convierte simplemente en conciencia Surge de dentro de ti la dimensión informe de pura conciencia y reemplaza la identificación con la forma.

La verdadera inteligencia actúa silenciosamente. Es en la quietud donde encontramos la creatividad y la solución a los problemas.