Don Juan explicó que el arte del ensueño se originó por una observación casual que los chamanes del México antiguo hicieron cuando
Los chamanes buscaron, con toda avidez, oportunidades para desplazar sus propios puntos de encaje, y terminaron usando plantas alucinógenas para lograrlo. Pronto se dieron cuenta de que los desplazamientos causados por el uso de estas plantas era errático, forzado y fuera de control. Don Juan dijo que descubrieron una cosa de gran valor en medio de este fracaso. Los chamanes de tiempos antiguos lo llamaron
El resultado final de los nuevos esfuerzos de esos chamanes fue el arte del ensueño como lo conocemos hoy en día. A través de su disciplina lograron desarrollar su atención de ensueño hasta un punto extraordinario. Eran capaces de enfocar su atención en cualquier elemento de sus sueños, y fue así como descubrieron que existen dos clases de sueños. Una clase, son los sueños con los que estamos familiarizados, en los cuales hay elementos fantasmagóricos, algo que podríamos categorizar como el producto de nuestra mentalidad, nuestra psique; quizá algo que se relaciona con nuestra estructura neurológica. La otra clase de sueños es lo que los chamanes llaman
Sin embargo, sus visiones de estos lugares eran demasiado evanescentes, demasiado temporales para que tuvieran algún valor para ellos. Atribuían esta falla al hecho de que su punto de encaje no podía mantenerse fijo, por un tiempo suficiente, en la posición a la que lo habían desplazado. Sus tentativas para remediar esta situación dieron como resultado el otro gran arte del chamanismo: el arte del acecho, o la hazaña de mantener el punto de encaje fijo en la posición a la que se ha desplazado. Esta fijeza les dio la oportunidad de ser testigos de ese mundo hasta el máximo. Don Juan dijo que algunos de esos chamanes nunca regresaron de sus viajes. En otras palabras, optaron por quedarse allí, donde quiera que "allí" fuera.
Don Juan comentó que, al examinar a los seres humanos como esferas luminosas, los chamanes de tiempos antiguos descubrieron seiscientos puntos en la totalidad de la esfera luminosa que dan como resultado la entrada a un mundo totalmente nuevo, cuando el punto de encaje llega a quedar fijo en cualquiera de ellos. Su respuesta a mi pregunta inevitable, -pero, ¿dónde están esos mundos? -fue, -en la posición del punto de encaje. Nada puede ser más cierto que esa aseveración y, sin embargo, no tiene ningún sentido para nosotros.
Para los chamanes, no obstante, esto es algo razonable cuando lo examinan desde el punto de vista de su capacidad de
Para poder expresar esta prodigiosa cualidad del punto de encaje y las posibilidades perceptivas inducidas por el ensueño, se necesita una nueva sintaxis; o quizá, si esta experiencia estuviera disponible para cualquiera de nosotros y no únicamente para los. chamanes iniciados, la misma sintaxis de nuestra lengua podría expresada.
Otra cosa que me pareció en extremo interesante, pero que me dejaba absolutamente perplejo, era la aseveración de don Juan acerca de que realmente no había ningún procedimiento, del cual se pudiera hablar, que le enseñara a uno cómo ensoñar; y que más que cualquier otra cosa, ensoñar es el resultado de un árido esfuerzo por parte de los practicantes para ponerse en contacto con la fuerza perenne e indescriptible que los chamanes llaman
Don Juan aseguró que este nexo se puede realizar siguiendo cualquier patrón que implique disciplina.
Sin embargo, don Juan consideraba que para lograr la hazaña de ensoñar, es de suprema importancia seguir el camino del guerrero, o la construcción filosófica que los chamanes usan para sostener sus acciones, cualquiera que éstas sean, en este mundo, o en cualquier otro mundo además de éste. Seguir el camino del guerrero crea una homogeneidad de resultados en la ausencia de cualquier patrón preciso. Los pases mágicos eran el recurso que los chamanes de tiempos remotos utilizaban para ayudar a desplazar su punto de encaje, ya que fueron diseñados para darles la estabilidad necesaria y producir la atención de ensueño, sin la cual no hay posibilidad de ensoñar en la forma en que lo hacían los chamanes del México antiguo. Sin la ayuda de la atención de ensueño, lo máximo a lo que los practicantes pueden aspirar es a tener sueños lúcidos de mundos fantasmagóricos, o quizá, hasta vistazos de mundos que generan energía pero que, en la ausencia de una base lógica exhaustiva que los pueda categorizar adecuadamente, no tienen ningún significado.
EL SILENCIO INTERNO
El quinto tema que es la culminación de los otros cuatro, y que los chamanes del México antiguo buscaban con toda avidez, es el
Don Juan asociaba al silencio interno con la oscuridad, debido a que la percepción humana cae en algo que se asemeja a un hoyo negro, cuando se la despoja de su compañero habitual,