Sin embargo, puede ser que incluso en sus errores y peligros la Gran Concepción permanece oculta. Él intenta saber y, quizás, en orden a captar, los errores, peligros e incluso las faltas son necesarias.
Entienda que éste es el mismo hombre que usted vio uniendo el Cielo y la Tierra, y otra vez caminando a través de un desierto caliente hacia un precipicio.
CARTA XVIII. LA LUNA.
Un llano desolado se desplegaba ante mí. Una Luna Llena miraba abajo como en una vacilación contemplativa. Bajo su luz de duda las sombras vivían su propia vida peculiar. En el horizonte vi colinas azules, y sobre ellas serpenteaba un camino que se prolongaba entre dos torres grises muy lejos en la distancia. De ambos lados del camino del camino un lobo y un perro sentados, aullaban a la luna. Recuerdo que los perros creían en latrocinios y fantasmas. Un cangrejo negro grande se arrastraba fuera del riachuelo en las arenas. Un pesado y frío rocío caía.
El pavor se apoderó de mí. Sentí la presencia de un misterioso mundo, un mundo de espíritus hostiles, de cadáveres levantándose de los sepulcros, de fantasmas que se lamentan. En este claro de luna pálido me parecía sentir la presencia de apariciones; alguien me miró desde detrás de las torres, – y sabía que era peligroso mirar atrás.
CARTA VI. LOS AMANTES.
Vi un jardín floreciente en un valle verde, rodeado por suaves colinas azules.
En el jardín vi a un hombre y a mujer hermosos y desnudos. Se amaron y su amor era su servicio a la Gran Concepción, una plegaria y un sacrificio; a través de esto ellos comulgaron con Dios, a través de esto recibieron las altas revelaciones, en su luz las verdades más profundas vinieron a ellos; el mundo mágico abrió su puerta; los elfos, ondinas silfos y gnomos vinieron abiertamente a ellos; los tres reinos de la naturaleza, el mineral, vegetal y animal y los cuatro elementos – fuego, agua, aire y tierra, les sirvieron.
A través de su Amor vieron el misterio del equilibrio del mundo, y que ellos mismos fueron un símbolo y expresión de este balance. Dos triángulos unidos en ellos en una estrella de seis puntas. Dos imanes fusionados en un lapsus. Eran dos. El tercero era el Futuro Desconocido. Los tres hacían Uno.
Vi a la mujer mirar hacia fuera sobre el mundo como ensimismada con su belleza. Y del árbol en el cual maduró la fruta de oro vi una serpiente arrastrándose. Susurró en el oído de la mujer, y vi que ella la escuchaba, sonriendo suspicazmente al principio, luego con la curiosidad que se combinó en alegría. Entonces La vi hablar al hombre. Noté que él parecía admirarla solamente y sonriendo con una expresión de alegría y de simpatía a lo que ella le decía.