"Se olvidaron de que es una llave de la puerta del mundo mágico, la antorcha que ilumina el camino más alto. Se olvidaron que es el amor es verdadero e inmortal y ellos lo subyugaron a lo irreal y temporal. Y cada uno de ellos hizo del amor una herramienta para someter al otro.
"Entonces el amor se transforma en disensión y les ata con cadenas de hierro al cubo negro de la materia, sobre la que sienta la ilusión."
Y oí la voz del Diablo: "Soy malvado", dijo él, "al menor tanto como el mal pueda existir en este el mejor de los mundos. En orden a verme, uno debe estar capacitado para ver poder considerar la injusticia, lo incorrecto y lo estrecho. Yo cierro el triángulo, de los otros dos lados, los cuales son la muerte y el tiempo. Para escapar de este triángulo es necesario ver que este no existe.
"Pero cómo hacer esto no está en mi decirlo. Porque yo soy el Mal, el que los hombres dicen que es la causa de todo mal y el que ellos inventaron como excusa para todo el mal que hacen.
"Me llaman el príncipe de la falsedad, y verdaderamente soy el príncipe de mentiras, porque soy la más monstruosa producción de las mentiras humanas".
CARTA IX. EL ERMITAÑO.
Después de largos vagabundeos sobre un desierto arenoso, sin agua donde solamente vivían las serpientes, me encontré con el Ermitaño.
Se envolvía en un largo manto, una capucha cubría su cabeza. Sostenía un bastón largo en una mano y en la otra una lámpara encendida, aunque estaba a plena luz de día y el sol brillaba.
"La lámpara de Hermes Trismegisto", dijo la voz, "esta es el conocimiento más alto, ese conocimiento interno que ilumina de una nueva manera igual a lo que aparece para ser conocido ya claramente. Esta lámpara se enciende sobre el pasado, el presente y el futuro para el Ermitaño, y abre las almas de la gente y las más íntimas hendiduras de sus corazones."
"El manto de Apolonio es la facultad del hombre sabio por la cual él se aísla, aún en medio de una ruidosa muchedumbre; es su habilidad interna para ocultar sus misterios, igualmente expresa su capacidad para el silencio y su poder de acción en calma.
"El bastón de los patriarcas es su autoridad interna, su poder, su confianza en sí mismo."
La lámpara, el manto y el bastón son los tres símbolos de la iniciación. Son necesarios para dirigir almas más allá de la tentación de los fuegos ilusorios por los costados del camino, de modo que puedan ir directamente a la más elevada meta. Él que recibe estos tres símbolos o aspira a obtenerlos, "se esfuerza en enriquecerse con todo lo que él pueda adquirir, no para sí mismo, sino, como Dios, para deleitarse en el goce de dar ".