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El profesor Zamorano apunta asimismo en su estudio Breda: realidad y leyenda que Diego Alatriste podría coincidir con alguno de los rasgos físicos de ese oficial situado a la derecha del lienzo; aunque las facciones del español pintado, señala, son más suaves que las descritas por íñigo Balboa cuando habla del capitán Alatriste. De cualquier modo, como apuntó el traductor y estudioso barcelonés Miguel Antón en su ensayo El capitán Alatriste y la rendición de Breda, la edad del caballero, no mayor de treinta años, no coincide con la efectiva que tenía Alatriste en 1625, y mucho menos con los 51 o 52 años que se le calculan en 1634-1635, fecha en que fue realizado el cuadro; sin que las ropas del oficial correspondan tampoco con la indumentaria que Alatriste, entonces simple soldado con cargo nominal de cabo de escuadra, podía permitirse lucir en Flandes. Aún cabría la posibilidad de que Alatriste no estuviera representado en el grupo de la derecha, sino entre los españoles que hay ladera abajo, en el centro del cuadro y tras el brazo extendido del general Spínola; pero un estudio minucioso de sus facciones e indumentarias, realizado por el especialista de Figaro Magazine Etienne de Montety, parece descartarlo.

Y sin embargo, la afirmación de íñigo Balboa en la página 13 del primer volumen de la serie, suena inequívoca: «A mi padre lo mataron de un tiro de arcabuz en un baluarte de Jülich. Por eso Diego Velázquez no llegó a sacarlo más tarde en el cuadro de la toma de Breda como a su amigo y tocayo Alatriste, que sí está allí, tras el caballo»… Esas desconcertantes palabras fueron consideradas durante mucho tiempo por la mayor parte de los expertos como afirmación gratuita de Íñigo Balboa, interpretándola a modo de homenaje imaginario a su querido capitán Alatriste, pero desprovisto de toda justificación veraz. El propio Arturo Pérez-Reverte, a la hora de manejar como fuente documental para Las aventuras del capitán Alatriste las memorias de íñigo Balboa, que fue soldado en Flandes e Italia, alférez abanderado en Rocroi, teniente de los correos reales y capitán de la Guardia Española del rey Felipe IV antes de su retirada por asuntos particulares hacia 1660, a la edad de cincuenta años, tras su matrimonio con doña Inés Álvarez de Toledo, marquesa viuda de Alguazas, y su posterior desaparición de la vida pública -las memorias manuscritas de Íñigo Balboa no aparecieron hasta 1951, en una subasta de libros y manuscritos de la casa Claymore de Londres-, confiesa haber creído durante mucho tiempo en la falsedad de la afirmación del propio Íñigo sobre que Diego Alatriste figure realmente en el lienzo de Velázquez.

Pero el azar ha terminado por resolver el misterio, aportando un dato que habían pasado por alto algunos estudiosos, incluido el propio autor de esta serie de novelas basadas casi íntegramente en el manuscrito original1. En agosto de 1998, cuando acudí a visitar a Pérez-Reverte en su casa cercana a El Escorial por asuntos editoriales, éste me confió, aún estupefacto, un descubrimiento que acababa de hacer de modo casual mientras documentaba el epílogo del tercer volumen de la serie. El día anterior, al consultar la obra de José Camón Aznar Velázquez -una de las más decisivas sobre el autor de La rendición de Breda-, Pérez-Reverte había dado con algo que aún lo tenía estupefacto. En las páginas 508 y 509 del primer volumen (Madrid, Espasa Calpe, 1964) el profesor Camón Aznar confirma, mediante el estudio de una radiografía del lienzo, algunas afirmaciones de íñigo Balboa sobre el cuadro de Velázquez que en principio tenían apariencia contradictoria; como el hecho, probado en la placa radiológica, de que el artista pintó originalmente banderas en vez de lanzas. Nada infrecuente, por otra parte, en un pintor famoso por sus arrepentimientos: modificaciones hechas sobre la marcha que lo llevaban aveces a cambiar trazos, alterar situaciones y eliminar objetos Y personajes ya pintados. Además de las banderas trocadas en lanzas -¡qué diferente habría sido, tal vez, el efecto del cuadro!-, el caballo de los españoles fue proyectado de tres formas distintas; al fondo, en la orientación geográfica adecuada, hacia el dique de Sevenberge y el mar, parece advertirse una extensión de agua con un navío; Spínola estaba abocetado más erguido; y en la parte española es posible adivinar otras cabezas con valonas bordadas. Por rzones que desconocemos, en la versión definitiva Velázquez suprimió la cabeza de noble apariencia de un caballero, y alguna otra más. Respecto a la presencia de Diego Alatriste, que íñigo Balboa describe en el lienzo, precisando incluso su localización exacta -«… bajo el caño horizontal del arcabuz que el soldado sin barba ni bigote sostiene al hombro…»-, el espectador sólo puede ver un lugar vacío sobre el jubón azul de un piquero vuelto de espaldas.

Pero la verdadera sorpresa -prueba de que la pintura, como la literatura, no es sino una sucesión de enigmas, -de sobres cerrados que encierran otros sobres cerrados en su interior- acechaba en apenas media línea escondida en la página 509 del libro de Camón Aznar, referida a ese mismo, y sospechoso, espacio vacío donde la radiografía reveló que:

«… Tras esa cabeza se adivina otra de perfil aguileño».

Y es que a menudo la realidad se divierte confirmando por su cuenta lo que nos parece ficción. Ignoramos porqué motivo Velázquez decidió eliminar posteriormente del cuadro esa cabeza ya pintada, y tal vez las siguientes entregas de la serie esclarezcan ese misterio2. Pero ahora, casi cuatro siglos después de todo aquello, sabemos que íñigo Balboa nomentía; y que el capitán Alatriste estaba -está- en el lienzo de La rendición de Breda.

El Editor.

EXTRACTOS DE LAS FLORES DE POESÍA DE VARIOS INGENIOS DE ESTA CORTE.

Impreso del siglo XVII sin pie de imprenta conservado en la Sección «Condado de GuadalmEdina». Archivo y Biblioteca de los Duques del Nuevo Extremo. (Sevilla).

DE DON FRANCISCO DE QUEVEDO.

INSCRIPCIÓN

AL MARQUÉS AMBROSIO SPÍNOLA, QUE GOBERNÓ LAS ARMAS CATÓLICAS EN FLANDES.

Soneto

Lo que en Troya pudieron las traiciones,

Sinón y Ulises y el caballo duro,

Pudo de Ostende en el soberbio muro

Tu espada, acaudillando tus legiones.

Cayó, al aparecer tus escuadrones,

Frisa y Bredá por tierra, y, mal seguro,

Debajo de tus armas vio el perjuro

Sin blasón su muralla y sus pendones.

Todo el Palatinado sujetaste

Al monarca español, y tu presencia

Al furor del hereje fue contraste.

En Flandes dijo tu valor tu ausencia,

En Italia tu muerte, y nos dejaste,

Spínola, dolor sin resistencia.

DEL CABALLERO DEL JUBóN AMARILLO

A ÍÑIGO BALBOA, EN SU VEJEZ

Soneto.

VIVE Dios, que no alcanzo diferencia

Del hidalgo que en Flandes fue soldado

Al joven mochilero vascongado

Que dio cumplida fe de su existencia.

Añorando los lances y experiencia

Que de tu espadachín nos has contado,

El orbe, de su acero acuchillado.

Con llanto militar llora la ausencia.

Fue su valor tu dignidad y suerte;

Y a todo quien asista a vuestra historia

Espantará lo que con éI viviste.

Por ti, pese al olvido y a la muerte,

Conocerán los hombres la memoria

Del capitán don Diego de Alatriste.

DE DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA

DEFENSA DEL CUARTEL DE TERHEYDEN

SACADA DE LA JORNADA III DE LA COMEDIA FAMOSA DE «EL SITIO DE BRED»

Romance.

D. FADRIQUE BAZÁN

¡Oh. si llegara por este

Puesto de los españoles

Enrique. qué alegre día

Fuera a nuestras iniciaciones!

D. VICENTE PIMENTEL

No somos tan venturosos

Que esa dicha, señor, logre.

ALONSO LADRÓN. capitán

Yo apostaré que va a dar

Allá con esos flinflones.

Con quien se entienda mejor.

Que dicen, cuando nos oyen

«¡Santiago! ¡Cierra. España!»,