Выбрать главу

– No puedo creer que esté defendiendo a los recaudadores de impuestos -masculló Dedan con enojo. Hespe soltó una risotada gutural.

– Estás defendiendo la civilización -le corregí-. Y protegiendo los caminos. Además, el maer Alveron hace cosas importantes con esos impuestos. -Sonreí-. Como pagarnos a nosotros.

– Por eso es por lo que peleo yo -terció Marten.

Después de la cena, esbocé la única estrategia que se me había ocurrido tras cinco largos días de cavilaciones. Dibujé una línea curva en el suelo con un palo.

– Muy bien. Esto es el camino, un tramo de unos treinta kilómetros.

– Lómeros -dijo Tempi con su voz suave.

– ¿Cómo dices? -pregunté. Era lo primero que le oía decir en un día y medio.

– ¿Lómetros? -Le costaba tanto pronunciar esa palabra desconocida que tardé un momento en comprender que intentaba decir «kilómetros».

– Kilómetros -dije vocalizando bien. Señalé el camino y levanté un dedo-. Desde aquí hasta el camino hay un kilómetro. Hoy hemos caminado veinticinco kilómetros.

Tempi asintió con la cabeza.

Volví al dibujo.

– Es lógico pensar que los bandidos deben de estar a no más de quince kilómetros del camino. -Tracé un rectángulo alrededor de la línea que representaba el camino-. Eso significa que tenemos que buscar en una extensión de bosque de unos novecientos kilómetros cuadrados.

Hubo un momento de silencio mientras todos asimilaban esa información. Al final, Tempi dijo:

– Es grande.

Asentí con seriedad.

– Registrar todo ese territorio nos llevaría meses, pero no será necesario. -Añadí un par de líneas más a mi dibujo-. Todos los días Marten saldrá a explorar delante de nosotros. -Lo miré-. ¿Cuánto terreno puedes cubrir en un día sin arriesgarte?

Marten reflexionó un momento contemplando los árboles que nos rodeaban.

– ¿En este bosque? ¿Con tanta maleza? Un kilómetro y medio cuadrado, aproximadamente.

– ¿Y si tuvieras que moverte con mucho cuidado?

– Yo siempre me muevo con cuidado -dijo sonriendo.

Asentí y tracé una línea paralela a la del camino.

– Marten explorará un tramo de cerca de un kilómetro de ancho, a una distancia de un kilómetro y medio del camino. Intentará localizar su campamento o a sus centinelas para que el resto de nosotros no tropecemos con ellos por accidente.

– No me parece buena idea -dijo Hespe sacudiendo la cabeza-. No estarán tan cerca del camino. Si lo que quieren es permanecer escondidos, estarán más lejos. Como mínimo entre tres y cinco kilómetros.

– Yo me aseguraría de estar al menos a seis kilómetros del camino antes de emboscarme y ponerme a matar gente -aportó Dedan.

– Yo pienso lo mismo -concedí-. Pero tarde o temprano tendrán que acercarse al camino. Tienen que apostar centinelas y moverse para tender las emboscadas. Necesitan reabastecerse. Llevan varios meses aquí, y lo lógico es que hayan abierto alguna senda o hayan dejado algún rastro.

Añadí algunos detalles con el palo al mapa dibujado en el suelo.

– Cuando Marten haya reconocido el terreno, dos de nosotros saldremos a inspeccionarlo detrás de él con más detenimiento. Cubriremos una franja estrecha de bosque, y buscaremos cualquier rastro de su presencia. Los otros dos se quedarán vigilando nuestro campamento.

»Podemos cubrir unos tres kilómetros al día. Empezaremos por el lado norte del camino y rastrearemos de oeste a este. Si no encontramos ningún rastro, cruzaremos al lado sur del camino y volveremos a rastrear de este a oeste. -Terminé de dibujar en el suelo y me aparté-. Tardaremos un ciclo en encontrar su rastro. Quizá dos, según la suerte que tengamos. -Me eché hacia atrás y clavé el palo en el suelo.

Dedan se quedó mirando el mapa sombríamente.

– Necesitaremos más provisiones.

– Sí. Trasladaremos el campamento cada cinco días. Dos de nosotros volverán a Crosson a buscar provisiones. Los otros dos trasladarán el campamento. Marten descansará.

– Y a partir de ahora tendremos que tener más cuidado con nuestras hogueras -intervino Marten-. El olor del humo nos delatará si no vigilamos con la dirección del viento.

Asentí con la cabeza.

– Tendremos que hacer un hoyo para el fuego todas las noches, y buscaremos renelos. -Miré a Marten-. Sabes reconocer un renelo, ¿verdad? -Marten parecía sorprendido.

– ¿Qué es un renelo? -preguntó Hespe mirándonos a los dos.

– Es un árbol -contestó Marten-. Su leña es excelente. Arde bien y limpiamente. Apenas produce humo, y casi no huele.

– Aunque la leña esté verde -añadí-. Incluso las hojas. Es un árbol muy útil. No crece en todas partes, pero he visto algunos por aquí.

– ¿Cómo es que un chico de ciudad como tú sabe esas cosas? -preguntó Dedan.

– Saber cosas es mi especialidad -dije con seriedad-. Y ¿qué te hace pensar que he crecido en una ciudad?

Dedan encogió los hombros y desvió la mirada.

– A partir de ahora, esa será la única leña que quemaremos -sentencié-. Si tenemos poca, la reservaremos para el fuego de cocinar. Si no tenemos, no podremos comer caliente. Así que vigilad.

Todos asintieron, Tempi un poco más tarde que los demás.

– Por último, será mejor que tengamos nuestras historias preparadas por si tropiezan con nosotros mientras los buscamos. -Señalé a Marten-. ¿Qué piensas decirles si te descubren mientras estás rastreando?

Me miró con cara de sorpresa, pero apenas vaciló al responder:

– Soy un cazador furtivo. -Señaló su arco, que estaba sin encordar, apoyado contra un árbol-. No es del todo falso.

– Y ¿de dónde eres?

Marten titubeó un instante.

– De Crosson, a solo un día de aquí, hacia el oeste.

– Y ¿cómo te llamas?

– Me-Meris -dijo, turbado.

Dedan rió.

– No mientas respecto a tu nombre -le aconsejé componiendo una sonrisa-. Es difícil hacerlo con convicción. Si te cogen y te sueltan, tranquilo. Pero no los guíes hasta nuestro campamento. Si quieren llevársete con ellos, tómatelo con calma. Finge que te alegras de unirte a ellos. No intentes huir.

– ¿Y me quedo con ellos? -preguntó Marten, alarmado.

Asentí.

– Si te toman por estúpido, supondrán que te escaparás la primera noche. Si creen que eres listo, supondrán que te escaparás la segunda noche. Pero la tercera noche ya confiarán un poco en ti. Espera hasta medianoche, y entonces provoca algún alboroto. Prende fuego a un par de tiendas, por ejemplo. Nosotros esperaremos a que llegue el momento de confusión y los atacaremos desde fuera.

Miré a los otros tres.

– El plan es el mismo para todos: esperad hasta la tercera noche.

– ¿Cómo localizarás su campamento? -preguntó Marten. Tenía la frente cubierta de sudor, y no se lo reproché: estábamos jugando a un juego peligroso-. Si me atrapan, no podré ayudarte a encontrar el camino.

– Es que no los encontraré a ellos -dije-. Te encontraré a ti. Puedo encontraros a cualquiera de vosotros en el bosque.

Miré alrededor de la hoguera; esperaba, como mínimo, un gruñido de Dedan, pero nadie pareció dudar de mis capacidades arcanas. Me pregunté de qué me creerían capaz.

La verdad es que, disimuladamente, en los últimos días había cogido un pelo de cada uno. De modo que solo tardaría un minuto en improvisar un péndulo para cada miembro del grupo. Teniendo en cuenta la superstición víntica, suponía que no les haría ninguna gracia conocer aquel detalle.

– ¿Cuál será nuestra coartada? -Hespe golpeó en el pecho a Dedan con el dorso de la mano, y sus nudillos produjeron un ruido hueco sobre la dura coraza de cuero.

– ¿Creéis que podríais convencerlos de que sois guardias de caravana descontentos que han decidido hacerse bandidos?

Dedan soltó una carcajada.

– Diantre, yo lo he pensado un par de veces. -Hespe le lanzó una mirada, y añadió-: No vas a decirme que tú nunca lo has pensado. Un ciclo tras otro caminando bajo la lluvia, comiendo judías, durmiendo en el suelo. Y todo por un penique diario. -Encogió los hombros-. ¡Por los dientes de Dios! Me sorprende que la mitad de nosotros no nos hayamos echado al bosque.