Выбрать главу

– No seas tan creído -me dijo Denna-. A ti también te he engañado. Cuando he mostrado la jota, parecía que fueras a desmayarte. -Se tapó la boca con una mano y abrió mucho los ojos fingiendo inocencia-. ¡Ay, nunca he jugado a esquinas! ¿Podéis enseñarme? ¿Es verdad que a veces se juega por dinero?

Denna puso otra carta en la mesa y recogió la baza.

– ¡Por favor! Deberíais alegraros de que solo vaya a daros un cachete en la mano en lugar de desplumaros, que es lo que os merecéis.

Jugó el resto de la mano implacablemente, y nos dio una ventaja tan sólida que el resto del set fue un puro trámite. Después de eso, Denna no volvió a perder ninguna baza, y jugó con una astucia que hacía que a su lado Manet pareciera un caballo de carga.

– Ha sido una partida muy instructiva -dijo Wil al mismo tiempo que deslizaba su iota hacia Denna-. Creo que necesitaré lamerme un poco las heridas.

– Por la credulidad de los bien educados -brindó Denna alzando su copa.

Entrechocamos nuestras copas con la suya y bebimos.

– ¿Dónde os escondéis últimamente? -nos preguntó entonces-. Llevaba casi dos ciclos buscándoos.

– ¿Y eso? -preguntó Sim.

– Vosotros dos también estudiáis en la Universidad, ¿verdad? -preguntó Denna dirigiendo una mirada calculadora a mis amigos-. En esa especial donde enseñan magia.

– Así es -confirmó Sim-. Estamos hasta los topes de secretos arcanos.

– Jugueteamos con fuerzas oscuras que es mejor dejar en paz -añadió Wil con desenfado.

– Por cierto, se llama el Arcano -puntualicé.

Denna asintió con seriedad y se inclinó hacia nosotros.

– Supongo que, entre los tres, ya sabéis cómo funciona casi todo. -Nos lanzó una mirada penetrante-. Explicádmelo. ¿Cómo funciona?

– Cómo funciona ¿qué? -pregunté.

– La magia -dijo ella-. La magia de verdad.

Wil, Sim y yo nos miramos.

– Es un poco complicado -dije.

– Tengo todo el tiempo del mundo -replicó Denna encogiéndose de hombros y recostándose de nuevo en la silla-. Y necesito saber cómo funciona. Enseñádmelo. Haced algún truco de magia.

Los tres nos removimos, incómodos, en las sillas. Denna se rió.

– Es que no debemos -dije.

– ¿Por qué? -preguntó ella-. ¿Acaso alteraríais algún equilibrio cósmico?

– Alteraríamos a los alguaciles -contesté-. No les hace ninguna gracia que la gente haga esas cosas por aquí.

– Y a los maestros de la Universidad tampoco les gusta mucho -añadió Wil-. Se toman muy en serio la reputación de la Universidad.

– Venga ya -dijo Denna-. Me han contado que nuestro amigo Kvothe invocó a no sé qué demonio del viento. -Apuntó con el pulgar hacia la puerta que tenía detrás-. Aquí mismo, en el patio.

¿Se lo habría contado Ambrose?

– Fue solo el viento -la corregí-. No hubo ningún demonio implicado.

– Y lo azotaron por ello -añadió Wil.

Denna lo miró como si no supiera discernir si estaba bromeando, y encogió los hombros.

– Bueno, no me gustaría causarle problemas a nadie -dijo con una falta de sinceridad palmaria-. Pero siento una profunda curiosidad. Y estoy dispuesta a ofrecer secretos a cambio.

Sim se animó al oír eso.

– ¿Qué clase de secretos?

– Los innumerables y diversos secretos del género femenino -dijo ella con una sonrisa-. Resulta que sé algunas cosas que podrían contribuir a mejorar vuestras insatisfactorias relaciones con el sexo débil.

Sim se inclinó hacia Wil y le susurró, teatralmente, en un aparte:

– ¿Qué habrá querido decir, insatisfactorias o satisfactorias?

Wil se señaló el pecho y luego señaló el de Sim, y dijo:

– Yo: satisfactorias. Tú: insatisfactorias.

Denna arqueó una ceja y ladeó la cabeza, mirándonos a los tres con aire expectante.

Carraspeé, un poco molesto.

– No está bien visto que revelemos secretos del Arcano. No va estrictamente contra las leyes de la Universidad, pero…

– Sí va contra las leyes -me corrigió Simmon, y me miró como disculpándose-. Contra varias leyes.

Denna dio un dramático suspiro y alzó los ojos al techo.

– Ya me lo imaginaba -dijo-. Solo me venís con cuentos de vieja. Reconocedlo: no sabéis ni convertir la nata en mantequilla.

– De hecho, yo sé con toda certeza que Sim saber convertir la nata en mantequilla -la contradije-. Lo que pasa es que no le gusta hacerlo porque es un vago.

– No os estoy pidiendo que me enseñéis a hacer magia -aclaró Denna-. Solo necesito saber cómo funciona.

– Eso no entraría dentro de Divulgación No Autorizada, ¿no? -dijo Sim mirando a Wil.

– No. Sería Revelación Ilícita -dijo Wil con gravedad.

Denna se inclinó de nuevo hacia delante, con aire conspirador, y apoyó los codos en la mesa.

– En ese caso -dijo-, también estoy dispuesta a financiar una noche de borrachera, mucho más allá de la botella que tenéis ante vosotros. -Dirigió su mirada hacia Wil-. Uno de los camareros de este local ha descubierto hace poco una polvorienta botella de piedra en el sótano. No solo es un scutten excelente y viejísimo, la bebida de los reyes ceáldimos, sino que además es un Merovani.

Wilem no mudó la expresión, pero aprecié un destello en sus ojos oscuros.

Eché un vistazo a la sala, poco concurrida.

– Odren es una noche de poco trabajo. Si somos discretos, no creo que tengamos ningún problema. -Miré a los otros dos.

Sim sonreía como un niño.

– Me parece un trato razonable. Un secreto a cambio de otro.

– Si de verdad es un Merovani -dijo Wilem- estoy dispuesto a correr el riesgo de ofender un poco la sensibilidad de los maestros.

– Muy bien -dijo Denna componiendo una amplia sonrisa-. Vosotros primero.

Sim se inclinó hacia delante en la silla.

– Probablemente la simpatía sea lo más fácil de entender -dijo, y se detuvo, como si no supiera muy bien cómo continuar.

Intervine:

– Ya sabes que con un aparejo de poleas puedes levantar algo demasiado pesado que no podrías levantar con las manos, ¿verdad?

Denna asintió con la cabeza.

– La simpatía nos permite hacer cosas así -dije-. Pero sin todo ese lío de cuerdas y poleas.

Wilem dejó caer un par de drabines de hierro sobre la mesa y murmuró un vínculo. Empujó el que tenía a su derecha con un dedo, y el que tenía a su izquierda se deslizó por la mesa al mismo tiempo, imitando el movimiento del otro.

Denna abrió un poco más los ojos, y aunque no dejó escapar un grito ahogado de asombro, sí inspiró largamente por la nariz. Solo entonces se me ocurrió pensar que seguramente nunca había visto nada parecido. Dado el tiempo que dedicaba a mis estudios, olvidaba fácilmente que alguien pudiera vivir a escasos kilómetros de la Universidad sin tener ningún contacto ni siquiera con la simpatía más elemental.

He de reconocer que Denna se recuperó rápidamente de su sorpresa. Con solo una ligera vacilación, acercó un dedo hasta tocar uno de los drabines.

– Así es como funcionaba la campanilla de mi habitación -caviló.

Asentí.

Wil deslizó su drabín por la mesa, y Denna lo cogió. El otro drabín también se levantó de la mesa, cabeceando en el aire.

– Pesa mucho -observó Denna, y asintió para sí-. Claro, porque es como una polea. Los estoy levantando los dos.

– El calor, la luz y el movimiento únicamente son energía -expliqué-. No podemos crear energía ni hacerla desaparecer. Pero la simpatía nos permite moverla o cambiarla de forma.

Denna volvió a dejar el drabín encima de la mesa, y el otro descendió también.

– Y esto, ¿qué utilidad tiene?

Wil dio un resoplido, como si le hiciera gracia el comentario de Denna.

– ¿Es útil una noria? -preguntó-. ¿Es útil un molino de viento?