Выбрать главу

– Trampa -protesté riendo-. Dos contra uno: no es justo.

– En este caso sí lo es -dijo Simmon, y la tiza volvió a temblar.

– Muy bien -dije, y respiré hondo-. Hazlo lo mejor que sepas, que no será mucho.

La tiza no tardó en caer sobre la mesa, seguida del drabín. Pero el talento de plata permaneció donde estaba.

Sim se recostó en la silla.

– Eres repulsivo -declaró, y sacudió la cabeza-. Muy bien, tú ganas. -Wilem asintió y se relajó también.

Denna me miró.

– ¿Tu Alar es más fuerte que el de ellos dos juntos?

– Seguramente no -dije con elegancia-. Si ellos practicaran juntos, seguramente podrían vencerme.

Denna contempló las monedas esparcidas por la mesa.

– Y ¿ya está? -preguntó; parecía un tanto decepcionada-. ¿Se reduce todo a cambio de moneda pero con energía?

– Hay otras disciplinas -dije-. Sim estudia alquimia, por ejemplo.

– Y yo -terció Wilem- me concentro en estar guapo.

Denna nos miró otra vez a los tres, con los ojos serios.

– ¿Hay algún tipo de magia que sea solo…? -Agitó los dedos con vaguedad-. ¿Solo… como escribir cosas?

– Está la sigaldría -dije-. Como lo de la campanilla de tu habitación. Es una especie de simpatía permanente.

– Pero sigue siendo cambio de moneda, ¿no? -preguntó ella-. Solo energía.

Asentí.

Denna parecía incómoda cuando preguntó:

– ¿Y si alguien os dijera que conoce un tipo de magia que hace algo más que eso? Una magia que consistiera en escribir cosas, de modo que lo que escribieras se hiciera realidad.

Bajó tímidamente la mirada, y sus dedos trazaron dibujos en el tablero de la mesa.

– Y si alguien viera aquello escrito, aunque no supiera leerlo, sería real para esa persona. Pensaría determinada cosa, o se comportaría de determinada manera dependiendo de lo que dijera el texto. -Volvió a levantar la cabeza; su expresión era una extraña mezcla de curiosidad, esperanza e incertidumbre.

Nos miramos los tres. Wilem se encogió de hombros.

– Suena mucho más fácil que la alquimia -dijo Simmon-. Preferiría hacer eso que pasarme todo el día desvinculando principios.

– Suena a magia de cuento de hadas -opiné-. Cosas de cuentos para niños, pero que en realidad no existen. Desde luego, nunca he oído hablar de nada parecido en la Universidad.

Denna miró el tablero de la mesa, donde sus dedos seguían trazando dibujos. Tenía los labios ligeramente fruncidos y la mirada ausente.

No habría sabido decir si estaba decepcionada o sencillamente ensimismada.

– ¿Por qué lo preguntas? -me aventuré.

Denna me miró y, rápidamente, mudó la expresión y esgrimió una sonrisa irónica. Se encogió de hombros quitándole importancia al asunto.

– Solo es algo que he oído por ahí -dijo-. Ya me parecía que era demasiado bonito para ser cierto. -Miró por encima del hombro y añadió-: Veo que he aguantado más que mi entusiasta pretendiente.

Wil levantó una mano con la palma hacia arriba y dijo:

– Hemos hecho un trato. Había copas y secretos de mujer.

– Hablaré con el camarero antes de marcharme -dijo Denna, risueña-. En cuanto al secreto, es este: hay dos jóvenes sentadas detrás de vosotros. Llevan toda la noche haciéndoos caídas de ojos. A la de verde le gusta Sim, y creo que a la del cabello corto rubio le interesan los ceáldicos que se concentran en estar guapos.

– Ya nos hemos fijado en ellas -dijo Wilem sin girar la cabeza-. Por desgracia, las acompaña un joven caballero modegano.

– El caballero no las acompaña en el sentido romántico de la palabra -dijo Denna-. Mientras las damas os lanzaban miraditas, el caballero ha dejado sobradamente claro que prefiere a los pelirrojos. -Me puso una mano en el brazo con ademán posesivo-. Desafortunadamente para él, ya he reivindicado mis derechos.

Dominé el impulso de girar la cabeza.

– ¿Lo dices en serio? -pregunté.

– No os preocupéis -dijo Denna a Wil y a Sim-. Enviaré a Deoch a distraer al modegano. Así, a vosotros dos se os quedará la puerta abierta.

– Y ¿qué quieres que haga Deoch? -preguntó Simmon riendo-. ¿Juegos malabares?

Denna lo miró con franqueza.

– ¿Qué? -dijo Simmon-. ¿Qué de…? Deoch no es homosexual.

Denna parpadeó varias veces sin dejar de mirarlo.

– Stanchion y él llevan juntos el Eolio -dijo-. ¿No lo sabías?

– Llevan juntos el local -repuso Sim-. Pero no… están juntos.

– Claro que sí -dijo Denna riendo.

– Pero si Deoch tiene que ahuyentar a las mujeres a manotazos -protestó Simmon-. Deoch… Deoch… no puede…

Denna lo miró como si fuera necio, y luego clavó la mirada en Wil y en mí.

– Vosotros sí lo sabíais, ¿no?

Wil se encogió de hombros.

– Yo no sabía nada. Pero no me extraña que sea un basha. Es muy atractivo. -Vaciló un momento y arrugó la frente-. Basha. ¿Cómo se dice eso aquí? Un hombre que tiene intimidad tanto con mujeres como con hombres.

– ¿Afortunado? -sugirió Denna-. ¿Cansado? ¿Ambidextro?

– Ambisextro -la corregí.

– Eso no sirve -me censuró Denna-. Si no tenemos nombres con sonido impresionante para las cosas, nadie nos tomará en serio.

Sim se quedó mirándola; era evidente que todavía no había asimilado la noticia.

– Mira -dijo Denna lentamente, como si se lo explicara a un niño pequeño-, todo es energía. Y podemos dirigirla en diversas direcciones. -Compuso una sonrisa radiante, como si hubiera encontrado la forma perfecta de explicarle la situación a Sim-. Es como cuando haces esto. -Empezó a frotarse enérgicamente los muslos con ambas manos, imitando a Sim-. Es solo energía.

Para entonces, Wilem se había tapado la cara con ambas manos y reía sin hacer ruido, aunque le temblaban los hombros. El semblante de Simmon seguía expresando incredulidad y desconcierto, pero además se había puesto de un rojo rabioso.

Me levanté y cogí a Denna por el codo.

– Deja en paz al pobre chico -dije mientras la guiaba suavemente hacia la puerta-. Es de Atur. Ya sabes que por allí son un poco mojigatos.

Capítulo 19

Caballeros y ladrones

Ya era tarde cuando Denna y yo salimos del Eolio, y las calles estaban vacías. A lo lejos se oía música de violín y el ruido hueco de cascos de caballo sobre los adoquines.

– Bueno, y ¿debajo de qué roca te escondías? -me preguntó.

– De la roca de siempre -contesté, y entonces se me ocurrió una cosa-. ¿Fuiste a buscarme a la Universidad? ¿A ese edificio grande y cuadrado que huele a humo de carbón?

– No sabría por dónde empezar a buscarte -dijo Denna sacudiendo la cabeza-. Es como un laberinto. Si no te encuentro tocando en Anker's, sé que tengo las de perder. -Me miró con curiosidad-. ¿Por qué lo dices?

– Porque una joven estuvo preguntando por mí -respondí quitándole importancia con un ademán-. Dijo que le había vendido un encanto o un amuleto. Pensé que quizá hubieras sido tú.

– Sí, quizá te busqué alguna vez allí, hace ya tiempo -dijo ella-. Sin embargo no mencioné tu desbordante encanto.

La conversación se extinguió, y fue como si el silencio se hinchara entre nosotros. No pude evitar imaginarme a Denna paseando del brazo de Ambrose. No quería saber nada más de aquello, pero al mismo tiempo, era lo único en que podía pensar.

– Fui a verte al Hombre de Gris -dije para llenar el espacio que nos separaba-. Pero ya te habías marchado.

– Kellin y yo nos peleamos -repuso ella asintiendo con la cabeza.

– Espero que no fuera muy grave. -Señalé su cuello-. Veo que todavía llevas puesto el collar.

Denna acarició distraídamente la lágrima de esmeralda.

– No, no fue nada muy terrible. Tengo que reconocer que Kellin es muy tradicional. Cuando te regala algo, te lo regala para siempre. Me dijo que el color me favorecía, y que debía quedarme también los pendientes. -Suspiró-. Me sentiría mejor si él no hubiera sido tan gentil. Pero me alegro de tenerlos. Es una especie de red de seguridad. Si no tengo pronto noticias de mi mecenas, estas joyas me harán la vida más fácil.