– ¿De verdad? -Se percibía un matiz extraño en su tono-. ¿Estás segura?
Ella sonrió.
– Estoy segura.
– Ahora las cosas se me ponen más difíciles.
– Yo diría que las simplifica. -Lo miró a través de las pestañas-. Ya hemos establecido mi gusto por la simplicidad.
Movió los hombros como sacudiéndose de una carga. Sonrió.
– Dios bendiga la simplicidad. ¿Seguro que necesitas comer ahora mismo?
– No. -Los pliegues de la seda azul se posaron en sus pies. Pasó por encima de ellos y se acercó a él-. Hemos hecho nuestros propios votos, y eso hay que celebrarlo de alguna manera. -Se metió en la cama y dejó que él la abrazara. Susurró-: Y no tiene que ser necesariamente una manera simple. Eres realmente bueno con las complicaciones.
– Ya he tenido suficiente paciencia. -Vaden entró en la habitación de Selene dando grandes zancadas y un portazo-. Sal de la cama y vístete.
Kadar se sentó y se apresuró a cubrir a Selene con las sábanas.
– Es de buena educación llamar a la puerta, Vaden.
– No sabe cómo se hace -comentó Selene con sarcasmo.
– ¿Habrías contestado a mi llamada? Tarik dice que llevas sin salir de aquí dos días. Copular está muy bien, pero no puede interferir con el asunto que tenemos entre manos. Como he sido yo el que te he arrojado a su lecho, me sentía obligado a permitirte un poco más de tiempo para disfrutar de ella, Kadar, pero yo…
– ¿Permitirme? -repitió Kadar.
– No seas tan susceptible. Requerías mis servicios. Aquí los tienes. No me voy a quedar esperando mientras tú disfrutas…
– Largo de aquí, Vaden -ordenó Kadar.
Vaden se sentó en una silla.
– Cuando tú lo hagas.
– Vamos, Kadar -dijo Selene-. No tengo intención de quedarme aquí tumbada mientras vosotros discutís. Además, a lo mejor tiene razón. Tenerlo ahí esperando ha sido descortés.
Vaden le dedicó una radiante sonrisa.
– Gracias. Rara vez encuentro una mujer que sea hermosa y comprensiva a la vez.
El hermoso era él, no podía ni imaginar cuántas mujeres se habrían derretido ante esa impresionante sonrisa.
– No soy hermosa, y tampoco soy tan estúpida como para creerme ese cumplido. Llévate de aquí tus dulces palabras mientras me visto.
Hizo un guiño y luego se puso en pie.
– Como desees.
Kadar se estaba vistiendo a toda prisa.
– ¿Dónde están Tarik y Layla?
– En la terraza. No parecían tener mucha prisa en molestaros. ¿Detecto por casualidad una cierta renuencia en ellos?
– Más que eso, pero no afectará a tus honorarios.
– Por supuesto que no. -Se dirigió sin prisa hacia la puerta-. Ante el temor a la ira de vuestra dama, te esperaré fuera, en el salón.
Selene dudaba si habría temblado alguna vez en su vida, pero juraría que nunca por el disgusto de una dama. Jamás había visto un hombre tan frío y seguro de sí mismo.
Tan pronto como se hubo marchado, dijo a Kadar:
– No me esperes. Deseo lavarme. Me reuniré con vosotros cuando esté vestida.
Kadar asintió.
– Aunque en realidad deberíamos tenerlo esperando. No es bueno que siempre se salga con la suya en todo.
– ¿Y que vuelva a irrumpir aquí otra vez? Prefiero mi intimidad a darle lecciones de urbanidad.
Había terminado de vestirse y se inclinó para rozarle los labios con los suyos.
– Le partiría la cabeza -susurró-. Ésta no es la manera en que yo quería…
– ¿Terminar? -remató ella cuando él se quedó sin palabras-. Nada ha terminado. ¿Qué estás pensando? Tampoco podíamos quedamos aquí de este modo para siempre. -Le dio un beso largo y profundo-. No decidas nada importante hasta que yo llegue, no importa lo impaciente que esté Vaden.
– Ni se me ocurriría -dijo con una sonrisa, acariciándole suavemente el hoyuelo de la mejilla-. Yo también tiemblo ante tu posible ira.
– Efectivamente, deberías. -Lo apartó de sí y retiró la tela a un lado-. Ahora vete y mantén a raya a Vaden para que no ataque a Nasim antes de que termine de arreglarme.
Antes de acabar la frase ya se había marchado. A pesar de sus palabras, ella notaba su impaciencia. El placer y la sensualidad estaban muy bien, pero Nasim destellaba en el horizonte y Kadar nunca se resistía a un desafío.
Nasim.
El miedo la atenazó los músculos del estómago. Esto era lo que ella había querido: una confrontación final y Nasim castigado por sus pecados. Todavía era lo que deseaba. Lo correcto era lo correcto.
Pero, por Dios santo, ¿qué iba a ser de Kadar? Había estado tan ciegamente decidida a conseguir su meta que apenas se había permitido pensar en otra cosa. Había necesitado su ayuda y se había dicho a sí misma que lo implicaría lo menos posible.
Pero nadie podía detener a Kadar a la hora de involucrarse una vez que había decidido lo que quería hacer. Ningún argumento ejercía influencia sobre él. Sencillamente seguía su camino y hacía las cosas a su manera.
Además podía morir, igual que Haroun, igual que su bebé.
No lo permitiría. Después de todo lo que habían pasado hasta llegar a ese punto, no iba a perderlo ahora.
Respiró profundamente para aliviar la tensión de su pecho. No debía dejarse llevar por el pánico, ni que Kadar viera su miedo o cualquier reticencia relativa a su participación. Esa niña-mujer que había pataleado inútilmente contra su resolución se había ido y nunca debía volver. Tenía que pensar, planear y encontrar una manera de asegurarse de que Kadar sobreviviría.
– Ya era hora de que te unieras a nosotros. -La sonrisa de Vaden brillaba a la luz del sol, pero su tono estaba al borde del ataque de nervios-. Muy inteligente de tu parte enviar a Kadar para pacificar mi impaciencia y luego decirle que no hable hasta que llegues. -Lanzó una mirada a Kadar-. Le he dicho que era demasiado pronto para ser un esposo tan dominado por su mujer.
– He tardado mucho menos de una hora. Puesto que me sacaste de la cama, debería haber tardado más. -Selene entró y se sentó al lado de Layla-. Y mejor que sea Kadar quien trate contigo, porque yo no tengo tanta paciencia con la mala educación.
– Ah, sí. La paciencia es una de mis principales virtudes -murmuró Kadar-. Paciencia y un amor desmedido por la simplicidad.
Granuja. Sintió cómo le subía el rubor por las mejillas, pero evitó mirarlo.
– Ya estoy aquí, Vaden. -Buscó con la mirada a Tarik y a Layla y deliberadamente dirigió sus disculpas a ellos-. Siento haberos hecho esperar.
Tarik asintió.
– Como ya sabes, no tengo ninguna prisa por llevar esto a cabo. Yo me limitaría a hacer crecer la impaciencia de Nasim, liaría el petate y me embarcaría.
– No se impacientará -dijo Kadar.
– Además, si hubiera trasladado su campamento me habría enterado -informó Vaden-. No me he metido en todo este lío para que se me escape el pez.
– ¿Qué lío? -preguntó Selene.
– He reunido a mis hombres, los he armado y los tengo acampados al sur de la ciudad.
– Yo diría que el lío es para ellos, no para ti.
Vaden hizo una mueca.
– Espero que Ware haya tenido mejor suerte al elegir esposa, Kadar. Aunque me pareció ver los mismos signos de testarudez.
Kadar sonrió a Selene.
– Ya estoy acostumbrado. No me gustaría que fuera de otra manera.
– Obviamente eso es porque estas enamorado. ¿Tienes la mente lo suficientemente clara como para dedicarla a cosas tan mundanas como un plan de ataque?
Los ojos de Kadar volvieron a Vaden.
– Usaremos el grial. Primero me reuniré con Nasim y le diré que me las he arreglado para robarle el grial a Tarik. Es la tarea que me encomendó, así que no le parecerá raro. Como ya no tiene a Selene como rehén, le diré que estoy en posición de ponerle precio al grial. Fijaré un lugar para recibir el pago y darle el grial, luego dispondrá de mí como crea conveniente. Aun así exigirá un pequeño ejército para protegerlo y veinte de sus hombres valen lo que cincuenta de los tuyos.