– Eso ha sido muy malicioso -dijo jadeando mientras se ponía boca arriba-. No creo que debas…
– ¿Te ha gustado? -La besó en el hombro-. Entonces debería haberlo hecho. Descansa y te mostraré otra manera.
Jamás habría podido soñar con la intensidad y la sensualidad de las habilidades que Kadar le había mostrado esa noche. Siempre era un maestro, pero esa noche se había superado, había sido puro instinto. La había hecho sentir viva, un cosquilleo le recorría todo el cuerpo, y todavía quería más.
– Estoy mareada. Me siento como cuando en la torre… hachís.
– El placer puede ser tan fuerte como el hachís, y puede convertirse en una adicción. -Le besó uno de sus senos-. Tu cuerpo puede acostumbrarse tanto que luego no puede pasar sin ello. Puedo hacer que me desees así. Tu cuerpo anhelará el mío tanto que…
– ¿Qué pasa?
Se apartó de su lado.
– Nada. -Se tendió junto a ella y le dio la espalda-. Vamos a dormir.
¿Ir a dormir cuando había pasado de brujería a una lejanía total en un abrir y cerrar de ojos?
– No quiero. -Le agarró la mano con fuerza y lo hizo darse la vuelta-. ¿Qué ocurre?
Él levantó el brazo e hizo anidar la cabeza de ella bajo su hombro.
– Lo que pasa es que ni siquiera en esto puedes confiar en mí -susurró-. Yo tampoco pretendía hacerte esto. He sucumbido a la tentación, te toqué y…
– No seas ridículo. He disfrutado igual que tú. Ha sido un poco inusual, pero me ha gustado…
– No me refiero a eso.
– Vaya, ¿crees que con tus malvadas artimañas puedes hacer de mí una esclava? -dijo mordiéndole el hombro-. Eres un engreído.
– ¿En serio?
– ¿Por qué me querrías como esclava? No te van las esclavas.
– Tú sí eres para mí. Además te quiero de cualquier manera que pueda tenerte.
– Sabes que ya me tienes.
– ¿De verdad?
– Si no te dejas matar por Nasim. -Levantó la cabeza y le sonrió burlona-. Y si no me niegas placer, porque eres tan vanidoso que piensas que tienes algún tipo de poder amatorio mágico.
– No es magia, es habilidad -dijo sonriendo-. Además, estoy tentado de enseñarte que eso no es vanidad. Has dañado seriamente mi amor propio.
Esa intensidad casi desesperada se había esfumado, notó ella con alivio. Se acurrucó aún más y metió la cabeza bajo su hombro.
– Más tarde. Necesito recuperar fuerzas. Además, también me gusta. ¿A ti no?
Él le acarició suavemente el cabello de las sienes.
– Desde luego. Contigo todo me gusta, amor mío.
Él estaba dormido.
Deseaba unirse a su sueño, pensó Selene con los ojos fijos en la oscuridad. No quería estar ahí tendida, pensando.
Si hubiera imaginado que estaría así de despierta esa noche, habría imaginado que sería por causa de Nasim. No cabía duda de que la reunión entre Kadar y Nasim sería más preocupante que su extraño comportamiento de esta noche. Eshe.
Imposible.
Sin embargo, Tarik y Layla eran inteligentes, personas sensatas, y lo creían posible. Kadar no era un hombre que se lanzara a lo loco a ninguna conclusión, y no obstante estaba empezando a creerlo también.
Además, se había dado cuenta de que Kadar se sentía atraído ante la perspectiva que se presentaba. Era natural que preguntase y explorase.
¿Y si resultaba que no podía resistirse a ese último reto? Pero había prometido que no aceptaría ese desafío. ¿Tenía ella derecho a exigirle esa promesa? Naturalmente que sí. Ella lo amaba. Tener escarceos con lo desconocido podría ser peligroso. Tenía que protegerlo de ese riesgo.
El no temía el riesgo. Pero ella le temía a él. ¿O se temía a sí misma? Cuando Tarik había dicho de ella que no estaba preparada, se refería a Eshe. Él había visto lo que ella ya sabía: no estaba preparada para enfrentarse a la posibilidad de perder lo que le deparara un futuro incierto. La incertidumbre había gobernado su vida. Ahora necesitaba algo seguro y predecible.
¿Seguro? Nada podía ser menos seguro que su futuro inmediato, ese peligro estaba ahí y era su responsabilidad.
– Tienes el ceño fruncido. -Kadar tenía los ojos abiertos, pero la voz somnolienta-. Deja de preocuparte por Nasim y duérmete ya.
– Eso haré.
– Todo saldrá bien. No me pasará nada.
– Lo sé. -Y es que ya había tomado la decisión de que no habría ocasión de que le ocurriera nada a Kadar. Cerró los ojos-. Duérmete otra vez. Necesitas recuperar fuerzas. Pretendo despertarte dentro de unas horas para que me des placer.
– Ahora no tengo tanto sueño.
– Pero me merezco algo mejor.
Se echó a reír y le rozó la mejilla con los labios.
– A tus órdenes.
No cuando se trataba de elegir entre su voluntad o protegerla de Nasim.
Bien, era un desafío que estaba dispuesta a asumir. Nada del misterioso Eshe, nada de andar a tientas con el futuro, sencillamente una tarea que cumplir, una deuda que saldar.
Una vida para ser vivida.
– ¿Por qué habría de creerte? -preguntó Nasim fijando la mirada en el rostro de Kadar-. Robarle el grial a Tarik no es cosa de niños. ¿Y si es mentira? Podría ser una trampa.
– ¿Por qué querría atraparte? Quiero oro, no sangre. -Miró a Balkir, que pululaba por la entrada de la tienda, y sonrió con malicia-. Bueno, algo de sangre sí. Lo quiero a él. Esa herida del pecho a veces todavía me duele.
Balkir se puso rígido, sus ojos volaron hacia Nasim.
Nasim no lo miró.
– Yo no tengo por qué darte nada. Si de verdad has robado el grial, podría torturarte hasta que me dijeras lo que necesito saber.
Kadar soltó una carcajada.
– Pero no lo harás. Tardarías demasiado. Tú eres quien me ha enseñado a soportar la tortura. ¿Quién sabe? Incluso podría morir antes de que te dijera dónde lo he escondido. ¿No sería un grave contratiempo?
Nasim guardó silencio.
– ¿Cuánto oro?
– Quiero el cofre de oro que contiene el grial y suficientes sacos de oro para llenarlo. -Volvió la mirada hacia Balkir-. Quizá no tan lleno. Tiene que quedar sitio para la cabeza de Balkir.
Balkir enrojeció de la ira.
– El amo no consentirá semejante acuerdo.
– ¿No? -Kadar volvió los ojos a Nasim y dijo en voz baja-: Realmente lo quiero, Nasim.
Nasim hizo un gesto de impaciencia.
– Ya sabes que eso no es posible. ¿Qué más?
– El Estrella oscura me llevará a Montdhu y tu promesa de que Montdhu seguirá existiendo.
– Un precio muy alto.
– ¿Demasiado alto para el grial?
– Cree que puede mendigar contigo -intervino Balkir-. Déjamelo a mí. Yo haré que te entregue el grial.
– Estás interrumpiendo -dijo Nasim con voz glacial-. Déjanos solos.
Los ojos de Balkir se abrieron como platos.
– Yo no quería… perdonadme. Solo deseaba…
– ¿Te he pedido tu ayuda?
Balkir negó con la cabeza y se retiró apresuradamente de la tienda.
– Es un estúpido -comentó Kadar-. Me sorprende que lo soportes.
– Un estúpido leal. No como tú, Kadar. Siempre he podido contar con tu brillantez, nunca con tu lealtad.
– Porque no soy un tonto. No tiro mi lealtad por la borda. -Sonrió-. Ahora que se ha marchado, podemos hablar libremente. No estaba bromeando. Lo quiero muerto.
Nasim hizo un gesto de indiferencia.
– Eso no tiene importancia. Sin embargo, el barco…
– Eso también carece de importancia -y añadió tras una pausa-: Si lo sopesamos en la balanza. Mírame, Nasim: yo era un hombre muerto.