– No te entiendo.
Él le posó los dedos sobre sus labios.
– Shh, ya está bien. Esta noche no. Maldije a Tarik por haberlo hecho, pero tenía razón al ir despacio. Solamente quería prepararte.
– Eres tan malo como ellos. Como si no tuviera bastante preocupación con que vayas a ver mañana a Nasim, me dejas atónita con esto.
Él sonrió.
– Así compartimos la preocupación. Estabas demasiado pesimista. Habrías estado toda la noche dándole vueltas a Nasim.
– Más te valía que hubiera estado dándole vueltas a una estúpida decisión. Bien, no lo haré. No pensaré en ti en absoluto. -Le dio la espalda y se alejó de él-. Idiota.
– ¿Significa eso que no dormirás conmigo esta noche? -le gritó.
– Por supuesto que dormiré contigo. ¿Piensas que viviría el resto de mis días con la culpa si pierdes tu estúpida cabeza? Mantente fuera de mi vista hasta que se me pasen las ganas de abofetearte.
– Sí, señora -dijo sumiso-. Afortunadamente, Vaden no desprecia tanto mi compañía. Le gustaría que llevásemos el plan a cabo esta misma noche.
Ella no respondió y apretó el paso. Unos minutos después se encontraba en la tienda que Kadar le había indicado. Imbécil. ¿Qué le hada pensar que introducir un nuevo peligro debilitaría el impacto del primero? Era típico de un hombre pensar que una mujer no podía pensar en dos cosas al mismo tiempo.
Nasim.
No tuve otra alternativa.
Iba cundiendo el pánico, pero tenía que mantener la calma si quería llegar a mañana. ¿Cómo podría mantener la calma si se sentía como un torbellino en la oscuridad? Salió de la tienda y fue a buscar a Layla.
– Te noto preocupada -dijo Layla con cautela cuando Selene entró en su tienda-. ¿Has discutido con Kadar?
– No, estaba demasiado ocupado mascullando idioteces sobre alternativas, sobre Pompeya y sobre Tarik y tú viviendo durante siglos.
– Ah.
– Bien, habla conmigo. -Selene se derrumbó sobre los almohadones-. Y no me digas que vaya despacio o que no estoy preparada porque te lanzaré la jarra a la cara.
– No, por favor -dijo Layla sonriendo-. Ya va a haber suficiente violencia mañana. ¿Qué te ha dicho?
– Nada. Ha sido tan precavido y enervante como el resto de vosotros. -Se mordió el labio inferior-. Me dijo que no había tenido más remedio. ¿Qué ha querido decir con eso?
– Eso significa que es muy torpe.
– ¿Qué quería decir?
Layla se dejó caer en los cojines frente a ella.
– ¿Quieres que empiece desde el principio?
– Si no lo haces te estrangularé.
– ¿Otra amenaza? -cloqueó Layla en tono reprobatorio-. Ya que todo esto es culpa de Kadar, creo que debería ser él quien lo sufriera. Levantó la mano para detener las palabras de Selene-. De acuerdo, te contaré todo lo que Kadar sabe.
No se oyó nada en la tienda durante un buen rato hasta que Selene susurró:
– Mil años…
Layla asintió.
– Parece un largo tiempo, pero pasa más rápido de lo que te imaginas.
– ¿Por qué nadie me ha dicho que Kadar ya había tomado Eshe?
– ¿De verdad querías saberlo? -inquirió Layla-. Kadar dijo que solo podías pensar en Nasim.
Suponía que aquello era verdad. Si no hubiera estado tan obsesionada, se habría dado cuenta de que Kadar le estaba ocultando algo.
– Además fui yo quien le dio la poción a Kadar.
– No sabías lo que era.
– Tarik sí lo sabía.
– Y le salvó la vida a Kadar. ¿Preferirías que estuviera muerto?
– No. -Recordó haber reconocido que no le importaba que fuese brujería con tal de curar a Kadar-. Se la daría también mañana si su vida estuviera en juego.
– Bien, lo mantendrá vivo durante mucho, mucho tiempo. -Layla hizo una pausa-. ¿No te pidió que lo tomaras tú también?
– No. No creo que lo haga. Le dije que… me daba miedo.
– ¿Más que verte envejecer y perder fuerzas mientras Kadar permanece joven y fuerte? ¿Más que dejarlo solo cuando te necesite?
– ¿Quieres que lo haga?
– Lo que digo es que es una decisión a tomar por ti. No puedes esconder la cabeza bajo el ala como el avestruz e ignorar los hechos.
– Ni siquiera sé si hay hechos o si es un mito extravagante. No sé nada sobre Eshe.
– Nosotros tampoco. No podemos dárselo al suficiente número de personas como para verlo con perspectiva.
– ¿Así que tengo que decidirme ahora?
Asintió.
– ¿Qué otra cosa podemos hacer?
– ¿En base a qué?
– ¿Pretendes que te diga que tenemos reglas? No las tenemos. A veces se trata de alguien brillante y que tiene todavía mucho que dar al mundo. En otras ocasiones se trata de alguien a quien no soportaríamos perder.
– ¿No hay reglas?
– Elección. Quien lo toma debe estar de acuerdo.
– ¿Y qué pasa con sus familias?
– No somos monstruos, pero las cantidades son escasas. A cada persona elegida para recibir Eshe se le otorgan cinco viales. No más.
– ¿Y son ellos quienes eligen qué miembros de su familia han de vivir o morir?
– Nunca dije que fuéramos perfectos. Hacemos lo que podemos.
– Yo no podría hacerlo.
– Sí puedes. Yo lo hice.
– Tú no lo hiciste. No tenías hijos. -Se puso tensa al pensar en ello-. Hijos… ¿Es Eshe la razón por la que nunca has tenido hijos?
– Al principio pensé que era por eso, pero ha habido otras mujeres que han tomado Eshe y después han concebido y dado a luz. -Torció el gesto-. Así que no puedo echarle la culpa a la poción. Simplemente soy estéril.
– ¿Y qué pasa con los hijos? ¿Se congelan en el tiempo como Tariky tú?
– ¿Qué quieres decir, que nunca crecen? Eshe no funciona así. El crecimiento se produce tal y como Dios ha planeado. Cuando el crecimiento termina, el envejecimiento se detiene.
– Pero tú no podías saberlo. Debes haberte arriesgado mucho dando la poción a niños.
– Yo nunca se la he dado -y añadió deliberadamente-: Pero tampoco he impedido a nadie que se la den. El primer niño que la tomó fue el hijo de ocho años de una mujer griega. Se llamaba Niko, y lo apreciaba mucho.
– No lo suficiente como para esperar a que creciese.
– ¿Sabes cuántos niños mueren cada año? ¿Sabes que pocos alcanzan la juventud? Era el séptimo hijo de Anana. Los otros habían muerto, y Niko era un niño extremadamente delicado. Ella deseaba desesperadamente mantener a éste con vida. ¿Tenía acaso el derecho de impedírselo? -Buscó a Selene con la mirada-. Y sí, es cierto, quería saber si era seguro dárselo a otros niños. La única manera de descubrir los límites de Eshe era probándolo. Pero no hasta que desees ponerte en mi lugar.
– No lo deseo. No quiero… -Apretó los puños-. Solo espero que todo esto sea una mentira.
– Sin embargo ya no estás tan segura de que lo sea -afirmó Layla con una débil sonrisa en los labios-. Da mucho que pensar, ¿no es así? Pero ya te acostumbrarás a la idea.
– ¿Seguro?
– Es un regalo extraordinario.
– Si tú lo dices…
– Porque es verdad. La muerte, no Eshe, es el enemigo.
– Tarik escogió a Kadar no solo para darle Eshe, sino también para que protegiese el grial. Y no creo que le diera la oportunidad de elegir.
– Fue muy difícil para Tarik. Eshe ha sido siempre una carga insoportable para él. Debe haber estado desesperado para renunciar al grial.
– Y piensas que me envió a ti porque no podía darme la poción a mí. ¿Tú lo habrías hecho?
– Desde luego. Yo también estaba desesperada. He estado sin Tarik durante mucho tiempo. Pensaba que me estaba tendiendo la mano. -Cambió de expresión-. Habría hecho cualquier cosa, y soy bastante más desconsiderada que Tarik.