– Porque significa mucho. Es demasiado importante.
– Estás siendo egoísta -acusó intentando sonreír-. Quieres que envejezca, que me ponga fea y arrugada para después poder reírte de mí.
– ¿Cómo lo has adivinado?
Ella se lanzó a sus brazos y enterró la cara en su pecho.
– Dame la poción -susurró-. Por favor, Kadar.
La rodeó fuertemente con sus brazos.
– No puedo -dijo con brusquedad-. Lo siento en el alma, pero no puedo.
– La tomaré de todas formas. Iré donde Tarik o Layla y se la pediré yo misma.
– Y yo le diré a Tarik que si te la da, no actuaré como guardián del grial.
– Me dijiste una vez que teníamos que estar juntos. Me aseguraste que tenía que ser así.
– Así no. No puedo obligarte a…
– Tú no me estás obligando. -Se apartó y lo miró directamente a los ojos-. Deja de ser noble. No te perderé. No a causa de tu muerte. No a causa de la mía. Vamos a estar juntos. Sí, tengo miedo. Sí, veo una montaña de problemas. Pero no permitiré que nada ni nadie me separe de ti.
Él tenía el rostro pálido y tenso.
– Y tampoco dejaré que me odies después por empujarte a hacerlo.
– ¿Empujarme? Pero si ni siquiera puedo convencerte para que… -Su respiración era desigual. Él no iba a ceder. Tendría que abordarlo de otra manera-. Está bien, no nos precipitaremos. Preferiría tomar Eshe ahora y olvidarme del asunto, pero puedo esperar. No voy a envejecer en una noche. Seguramente me encontrarás tan deseable como ahora dentro de un par de semanas.
– Es posible -dijo con una débil sonrisa-, pero dos semanas no es tiempo suficiente para tomar una decisión semejante.
– La decisión está tomada. Simplemente tengo que persuadirte de que olvides tus escrúpulos. Creo que debemos estar nosotros solos durante un tiempo. No quiero que estés cerca de Tarik. El ya tiene demasiados escrúpulos.
– Deseabas regresar a Montdhu.
– No sin antes tomar la poción.
– Temes que cambie de opinión.
– No cambiaré de opinión. Tú cambiarás la tuya. Haremos el amor y hablaremos y estaré tan atractiva y cautivadora que no serás capaz de resistirte. -Lo tomó por el brazo y emprendió la vuelta hacia el campamento-. Así que ahora más te vale olvidar tu terquedad y cumplir con mis deseos.
– Esto no es terquedad -se defendió él-. Es desesperación. No podría soportar que acabaras odiándome.
– ¿Me consideras tan injusta? Déjalo. Obviamente no puedes pensar con claridad. Serás más razonable cuando te haya hecho mío.
– No debería ir contigo.
– Pero lo harás -dijo con una sonrisa encantadora-, ¿cierto?
El suspiró.
– Mucho me temo que sí.
– Te estás comportando con muy poca delicadeza -dijo Tarik mientras miraba cómo Kadar ayudaba a Selene a montar en la silla-. ¿No podríais al menos decirnos adonde vais?
– No -respondió Selene-. Ya hemos tenido demasiadas intromisiones. Regresa a la villa. Volveremos allí cuando estemos listos.
– Esto no me gusta nada -intervino Layla.
– Porque no puedes controlarnos -replicó Selene-. No te preocupes: esta vez haré exactamente lo que querías que hiciera. Pero no toleraré ninguna interferencia.
– De todas formas creo que deberíamos saberlo. ¿Y si tenemos que contactar con vosotros?
– Vaden sabe dónde estaremos. Le pregunté a él dónde podríamos encontrar una casita de campo tranquila y segura cerca de Roma.
Selene hizo una mueca.
– Solo espero que no nos haya enviado a un tugurio como en el que estaba cuando lo encontramos. Sería típico de él.
– Vaden -repitió Tarik pensativo.
– No albergues tantas esperanzas. -Kadar se montó en su caballo-. Le he advertido que si te revela nuestro paradero le cortaré el cuello.
– No creo que nos merezcamos esa falta de confianza -confesó Tarik.
– Sí, la merecemos -reconoció Layla -, por lo menos yo. Deja de discutir, Tarik, no te hará ningún bien. -Dio un paso adelante y miró a Selene directamente a los ojos-. Tenlo claro. No hay vuelta atrás.
Selene asintió y giró su caballo. Al instante siguiente ella y Kadar estaban galopando por el sendero colina abajo.
– El va a intentar convencerla de que tome Eshe -dijo Tarik mientras observaba cómo desaparecían en la curva del camino.
Layla negó con la cabeza.
– No, ella está procurando persuadirlo para que la deje tomarlo. -Hizo una mueca-. Y yo creía que era a Kadar a quien tenía que prevenir. Debería haberme dado cuenta de que una vez que ella tomara su decisión tiraría su cautela por la borda.
– ¿Entonces de qué te preocupas? -dijo en tono burlón-. Eshe es perfecto, ¿no? La salvación de la humanidad.
– No es perfecto, sino maravilloso. Lo único que tenemos que hacer es aprender a usarlo. Hubo un tiempo en que pensabas lo mismo. -Se dio la vuelta para que él no viera su dolor-. Perturbamos sus vidas. No estoy tan segura de dejarlos vagar por el campo sin consejo si lo necesitan. Hablaré con Vaden para ver si puedo averiguar dónde irán.
– No te lo dirá. Tiene debilidad por Kadar. -Dio un paso hacia ella-. Pero iré contigo. Tengo que hablar con él de todas formas. Todavía no me ha dicho cuál es su precio por destruir el ejército de Nasim.
– ¿Estás seguro de querer saberlo?
– No -respondió torciendo el gesto-. No, pero siempre será mejor que tener el asunto rondándome por la cabeza como la espada de Damocles.
Tarik y Layla llegaron a la villa dos días después. Al día siguiente, Vaden y su ejército se fueron y se dirigieron hacia el norte.
– ¿Vas a hacerlo? -La mirada de Layla se posó sobre la figura de Vaden, que se alejaba.
– ¿Tengo elección? -preguntó Tarik-. Apostaría a que Vaden piensa que no me queda otro remedio.
– Sí lo tienes -dijo ella volviéndose de repente hacia él-. ¿Por qué siempre te engañas a ti mismo pensando que cualquiera puede controlar tu destino menos tú? Te pareces más a mí de lo que te imaginas. Pensabas que nunca le habrías dado la poción a Kadar si no lo hubieran herido. Pero sí lo habrías hecho. Si no, toda tu filosofía y tu búsqueda del alma se habría quedado en nada. Porque eres humano, Tarik.
– Nunca lo he negado -reconoció con expresión de dolor-, pero procuro limitar las oportunidades de error.
– Lo sé. -Intentó controlar el temblor de su voz-. Nadie lo sabe mejor que yo misma. Yo fui uno de tus errores.
– No, no fue…
– Deja de mentir. -Parpadeó para deshacerse de las lágrimas que le escocían en los ojos-. Siempre lo he sabido. Bien, ya no necesitas soportar mi presencia. Cuando Kadar y Selene estén establecidos, me marcharé.
Él se puso rígido.
– ¿De verdad te irás?
– ¿Por qué no? Nunca me has querido aquí. Hiciste esa…
Se sentía incapaz de permanecer allí por más tiempo. Echó a correr por los pasillos y salió al jardín. Por Dios santo, no debería haber perdido la compostura. Desde que había llegado a la villa se había cuidado muy mucho de no dejar que Tarik percibiera su dolor. ¿Dónde estaba su orgullo? Perdido en algún lugar entre el dolor, el pesar y la…
– Tú nunca has sido un error -dijo Tarik a sus espaldas.
Ella no se dignó a mirarlo.
– Sí. Lo fui. Desde el principio, nunca me quisiste realmente. Bueno, quizá a mi cuerpo. Pero amabas tus pergaminos, tus doctas discusiones y tu vida tranquila. Entonces llegué yo y todo cambió. Te obligué a dejar la biblioteca, fui la causa de tu cojera y te involucré con Eshe… y encima no te di hijos.
– Y me llevaste desde la oscuridad a la luz del sol. Solo tenía que mirarte para sentirme vivo. -Hizo una pausa-. Exactamente igual que cuando bajé esa colina y te vi de nuevo.