Entonces Arty se metió los puños en los bolsillos y marchó de prisa calle arriba.
Empecé a bajar, pegado al muro, temiendo que alguien desde un auto, al pasar, me acertase con un dardo o con un rayo de la muerte desde la espesura.
Llegué al sub.
Y todavía no había pasado nada.
AGATA fue reemplazada por MALAQUITA:
TURMALINA:
BERILO (en ese mes cumplí los veintiséis):
PORFIRITA:
ZAFIRO (durante ese mes saque los diez mil que no había pellizcado y los invertí en El Glaciar, un palacio del helado perfectamente legal en Tritón —el primero y único palacio del helado de Tritón— que prendió como la yesca, todos los inversores recibieron dividendos del ochocientos por ciento, fuera de broma. Dos semanas después había perdido la mitad de las ganancias en una serie de ilegalidades disparatadas, y me sentia muy deprimido, pero El Glaciar seguía rindiendo a manos llenas. Llegó la nueva Palabra):
CINABRIO:
TURQUESA:
OJO DE GATO: Héctor Calhoun Eisenhower se detuvo por fin y dedicó esos tres meses a aprender cómo convertirse en un miembro respetable de la clase media alta del bajo fondo. Este episodio da para una novela larga. Altas finanzas; grandes asesorias legales; selección de personaclass="underline" ¡Ufff! Pero las complejIdades de la vida siempre me intrigaron Salí a flote. La regla básica es siempre la misma: observar con atención, imitar con eficiencia.
GRANATE:
TOPACIO (Murmuré esa palabra en la terraza de la Estación de Energía Trans-Satélite, y eso indujo a mis agentes a cometer dos asesinatos. Y ¿quieres que te diga una cosa? No se me movió un pelo):
AGUAMARINA:
Nos acercábamos al final de Aguamarina. Yo había regresado a Tritón exclusivamente por asuntos de El Glaciar. Era una mañana clara y hermosa: los negocios andaban sobre ruedas. Decidí tomarme la tarde libre e ir a hacer turismo a los Torrentes.
—…doscientos treinta metros de altura —anunció el guía, y todo el mundo a mi alrededor se apoyó en la barandilla y contempló allá arriba, a través del corredor de plástico, los acantilados de metano cubiertos de escarcha que se cernían sobre nosotros desde el frío resplandor verde de Neptuno.
—Avanzando unos pocos metros por la pasarela, damas y caballeros, captarán una primera imagen del Pozo de Este Mundo, donde, hace más de un millon de años, una fuerza misteriosa que la ciencia aun no ha podido explicar hizo que veinticinco miilas cuadradas de metano congelado se licuefactaran por espacio de sólo unas pocas horas durante las cuales un remolino dos veces más profundo que el Gran Cañón de la Tierra quedó inmovilizado por los siglos de los siglos cuando la temperatura descendió una vez más a…
La gente avanzaba por el corredor cuando la vi, sonriente. Ese día mi pelo era negro e hirsuto, y mi tez, castaño oscura.
Sospecho que me senti demasiado seguro de mi Y no me tomé el trabajo de alejarme. Hasta contemplé la posibilidad de un avance. De pronto ella lo echó todo a perder volviéndose bruscamente a mi y dlciendome con cara de piedra:
—¡Caramba, nada menos que Hamlet Caliban Enobarbus!
Los antiguos reflejos reacomodaron mis facciones para conciliar el gesto de confusión con la sonrisa de indulgencia. Perdon, pero me parece que usted se equivoca… No, no lo dije.
—Maud —le dije—, ¿has venido hasta aquí pare decirme que me ha llegado la hora?
La cubrían varios matices de azul, con un gran broche azul en el hombro, evidentemente de cristal. Sin embargo, noté al mirar a los otros turistas que ella pasaba más inadvertida que yo en medio de toda esa finura.
—No —dijo—. En realidad estoy de vacaciones. Lo mismo que tú.
—¿Fuera de broma? —Nos habíamos quedado atrás.—Me estás tomando el pelo.
—Los Servicios Especiales de la Tierra, aunque cooperarnos con los Servicios Especiales de otros mundos, no tienen jurisdicción oficial en Tritón. Y puesto que has venido aquí con dinero y que la mayoría de tus ingresos declarados provienen de El Glaciar, si bien los Servicios Regulares de Tritón podrían tener interés en echarte el guante, los Servicios Especiales todavía no te siguen el rastro. —Sonrió.—Aún no he ido al Glaciar. Sería realmente divertido poder contar que me llevó allí uno de los dueños. ¿Te parece que podriamos ir a tomar algo?
La arremolinada corona del Pozo de Este Mundo se alejó en su opalescente magnificencia. Los turistas contemplaban y el guía seguía hablando de indices de refracción, ángulos de declive.
—Me parece que no confías en mí —dijo Maud.
Mi mirada decía que estaba en lo cierto.
—¿Has tenido alguna vez algo que ver con drogas? —preguntó de pronto.
Fruncí el ceño.
—No, hablo en serio. Quiero tratar de explicarte algo… un detalle que quizá haría más fácil la vida para ambos.
—Periféricamente —dije—. Estoy seguro de que toda la información consta en tus prontuarios.
—Durante varios años yo estuve envuelta en eso mucho más que periféricamente —dijo Maud—. Antes de entrar en los Servicios Especiales estuve en la División Estupefacientes de la policía regular—. Y la gente con quien tratábamos durante las veinticuatro horas del día eran drogadictos o traficantes. Para agarrar a los grandes teníamos que hacernos amigos de los pequeños. Para agarrar a los más grandes teniamos que hacernos amigos de los grandes. Teniamos que vivir según sus horarios, hablar su misma jerga, durante meses y meses y meses vivir en las mismas calles, en el mismo edificio.—Se apartó de la barandilla para dejar pasar a un jovenzuelo.— Dos veces me tuvieron que dar licencia pare hacer curas de desintoxicación de morfina mientras estuve en el escuadrón. Y mi hoja era más limpia que la de la mayoria.
—¿A dónde quieres llegar?
—A ésto. Tú y yo navegamos ahora en las mismas aguas, aunque sólo sea por las profesiones que uno y otro hemos elegido. Te sorprendería saber la cantidad de conocidos comunes que ya tenemos. No te asombre que nos encontremos un día cruzando la Plaza Soberana de Bellona, y luego, dos semanas más tarde, caigamos al mismo restaurante en Lux de Iapetus a la hora de la comida. Aunque los círculos en que nos movemos abarcan mundos, son los mismos, y no tan grandes.
—Vamos —No creo que mi voz sonara feliz.— Permiteme que te ofrezca ese helado.
Emprendimos el regreso por el sendero para peatones.
—¿Sabes una cosa? —dijo Maud—. Si consigues no caer en manos de los Servicios Especiales de aqui y de la Tierra durante un tiempo suficiente, tarde o temprano estarás en la cima con enormes ingresos que crecerán como bola de nieve en una pendiente. Puede que te lleve unos cuantos años, pero es posible. Ahora no hay ningún motivo para que seamos enemigos personales. Quizás algún día llegues a ese punto en que los Servicios Especiales pierdan interes en ti como presa. Oh, pero nos seguiremos viendo, encontrándonos. Mucho de nuestro material informativo lo conseguimos de la gente de arriba. Y también nosotros estamos en condiciones de ayudarte a ti, ¿te das cuenta?
—Has estado despachando hologramas otra vez.
Ella se encogió de hombros. Su rostro era decididamente espectral bajo el pálido planeta. Cuando llegamos a las luces artificiales de la ciudad, dijo:
—Oh, conocí a dos amigos tuyos hace poco, Lewis y Ann.
—¿Los Cantores?
Asintió.
—Oh, en realidad yo no los conozco mucho.
—Ellos parecen saber muchas cosas sobre ti. Quizá por intermedio del otro Cantor, Halcón.
—Oh —volví a decir—. ¿Te dijeron como estaba?
—Hace un par de meses leí que se estaba recuperando. Pero desde entonces, nada.