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Tragó una honda bocanada de aire, se calmó y fue hacia Skaffen-Amtiskaw.

—Muy bien —dijo—. Te has salido con la tuya…, por esta vez. Espero que disfrutes de las grabaciones cuando las repases. —Puso una mano sobre el flanco de la unidad—. Sí, disfruta de ellas. Pero si vuelves a hacer algo parecido… —Dio una palmadita sobre la lisa superficie de la placa que tenía delante—. Te convertirás en chatarra, ¿entendido?

—Por supuesto —dijo la unidad.

—Escombros. Piezas de repuesto. Irás al desguace.

—Oh, no, por favor…

Skaffen-Amtiskaw dejó escapar un suspiro.

—Hablo en serio. A partir de ahora usarás el mínimo de fuerza que requiera cada situación. ¿Lo has entendido? ¿Lo harás?

—Sí a las dos preguntas.

Sma giró sobre sí misma, cogió su bolsa de viaje y fue hacia la puerta deteniéndose el tiempo suficiente para contemplar la habitación contigua a través del agujero que había hecho el primer hombre al salir despedido. La mujer había huido. El cuerpo del hombre seguía incrustado en la pared, y los chorros de sangre que habían brotado de él parecían una aureola de excrementos rojizos.

Sma se volvió hacia la máquina y escupió en el suelo.

* * *

—El Xenófobo viene hacia aquí —dijo Skaffen-Amtiskaw. Su voz sonaba muy cerca. Sma alzó los ojos y vio la estructura metálica que reflejaba los rayos del sol flotando a unos centímetros de su rostro—. Toma.

La unidad extendió un campo y le ofreció la guirnalda de flores que había hecho.

Sma inclinó la cabeza. La máquina deslizó la guirnalda sobre su cabeza como si fuera un collar. Sma se puso en pie y fueron hacia el castillo.

* * *

La parte superior de la fortaleza se hallaba cerrada al público. El tejado estaba erizado de antenas, mástiles y un par de unidades de radar que giraban lentamente sobre su eje. Sma y la máquina esperaron a que el grupo de visitantes hubiera desaparecido tras la curva de la galería y se detuvieron ante una gruesa puerta metálica. Estaban dos pisos por debajo del tejado. La unidad utilizó su efector electromagnético para desactivar el sistema de alarma de la puerta y abrir las cerraduras electrónicas. Cuando hubo terminado con ellas deslizó un campo muy delgado dentro de la cerradura metálica, manipuló los pistones y abrió la puerta. Sma cruzó el umbral seguida muy de cerca por la máquina y ésta se encargó de volver a cerrar la puerta. Subieron al tejado y esperaron bajo la bóveda azul turquesa del cielo. El diminuto proyectil de observación enviado por la unidad varios minutos antes no tardó en hacerse visible y desapareció en el interior de Skaffen-Amtiskaw.

—¿Cuándo llegará? —preguntó Sma mientras escuchaba el silbido de la cálida brisa deslizándose por entre el bosque de antenas que se alzaba a su alrededor.

—Está por ahí —dijo Skaffen-Amtiskaw.

Proyectó un campo. Sma miró en la dirección que indicaba y apenas logró distinguir la curvatura de un módulo con capacidad para cuatro personas inmóvil muy cerca de ellos. Los sistemas del módulo habían conseguido una excelente imitación de la transparencia.

Sma contempló el bosque de mástiles y antenas durante unos momentos sintiendo la caricia del viento en sus cabellos y meneó la cabeza. Fue hacia el módulo y experimentó una fugaz sensación de mareo. El módulo tan pronto parecía estar como no estar allí. La puerta que se abrió ante ella reveló el interior del módulo con tanta brusquedad como si le mostrara un camino que conducía a otro mundo, y Sma supuso que en cierto sentido eso era exactamente lo que estaba haciendo.

Sma y la unidad entraron en el módulo.

—Bienvenida a bordo, Sma —dijo el módulo.

—Hola.

La puerta se cerró. El módulo se inclinó lentamente hasta quedar inmóvil sobre su parte posterior como si fuese un depredador que se dispone a saltar encima de su presa. Esperó a que una bandada de pájaros que volaba a cien metros de altura acabara de pasar por el espacio aéreo que iba a utilizar, despegó y empezó a acelerar. Una persona de vista muy aguda que la hubiese estado observando desde el suelo y que no hubiese parpadeado cuando no debía, quizá hubiera logrado ver una columna de aire tembloroso que salía disparada hacia los cielos desde el tejado de la fortaleza, pero no habría oído nada. El módulo podía moverse más silenciosamente que los pájaros incluso cuando se desplazaba a velocidades supersónicas. Le bastaba con ir colocando ante él capas de aire tan delgadas como un pañuelo de papel, moverse por el vacío así creado y devolver los gases al hueco delgado como una piel que había dejado atrás. La caída de una pluma producía más turbulencias que el módulo.

Sma estaba de pie ante la pantalla principal contemplando el rápido encogimiento del paisaje que se extendía debajo del módulo. Las capas concéntricas que formaban las defensas del castillo avanzaban desde los bordes de la pantalla moviéndose tan rápidamente como las olas en una película pasada al revés. El castillo se convirtió en un punto perdido entre la ciudad y los estrechos, la ciudad desapareció y el paisaje empezó a inclinarse a medida que el módulo se colocaba en el ángulo necesario para acudir a su cita con el piquete ultrarrápido Xenófobo.

Sma se sentó sin apartar la mirada de la pantalla. Sus ojos buscaron en vano el valle situado a las afueras de la ciudad, donde se encontraban la presa y la central energética.

La unidad también estaba observando la pantalla mientras se comunicaba con la nave que les esperaba y recibía la confirmación de que ésta ya había sacado el equipaje de Sma del maletero y lo había transferido a los aposentos que ocuparía durante el viaje.

Skaffen-Amtiskaw aprovechó que Sma estaba contemplando el cada vez más confuso paisaje desplegado en la pantalla del módulo para observarla. Tenía la impresión de que no estaba de muy buen humor, y se preguntó cuál sería el mejor momento para darle el resto de las malas noticias.

Porque pese a toda esa maravillosa tecnología que les rodeaba y por increíble que pareciera (y era realmente increíble y, que la unidad supiera lo ocurrido carecía de precedentes. En el nombre del caos, ¿cómo era posible que un montón de carne superara en ingenio y destruyera nada menos que a un proyectil cuchillo?) el hombre llamado Cheradenine Zakalwe había conseguido librarse de la vigilancia a que le sometieron después de que dimitiera por última vez.

Así pues y antes de hacer ninguna otra cosa la unidad y Sma tenían que empezar localizando al maldito humano. Suponiendo que fuera posible localizarle, claro está…

* * *

La silueta salió de detrás del radar que la había estado ocultando y cruzó el tejado moviéndose lentamente bajo las antenas que gemían impulsadas por el viento. Bajó la escalera de caracol, comprobó que no había nadie al otro lado de la gruesa puerta metálica y la abrió.

Un minuto después algo cuyo aspecto exterior era idéntico al de Diziet Sma se unió al grupo de visitantes justo cuando el guía empezaba a explicar cómo los considerables avances de la artillería, las aeronaves más pesadas que el aire y los cohetes habían acabado dejando obsoleta a la fortaleza.

XII