Sus ojos intentaron salirse de las órbitas, lanzó una mezcla de chillido y gorgoteo ahogado y retrocedió de un salto. Su cuello se tensó preparándose para el grito que no tardaría en salir de sus pulmones.
Un instante después de que sus pupilas se hubieran dilatado y el mensaje de saltar hacia atrás apartándose de la puerta hubiera recorrido la distancia que se interponía entre su cerebro y los músculos de sus piernas, algo se movió dentro del camarote a una velocidad tan elevada que casi resultaba invisible. El movimiento fue seguido por un retumbar ahogado y una mezcla de silbido y chisporroteo.
Los tres proyectiles cuchillo de que disponía la unidad estaban inmóviles entre ella y la puerta flotando a la altura de sus ojos, su esternón y su ingle. Sma los contempló en silencio a través del campo tembloroso que la máquina había desplegado delante de su cuerpo. El campo se esfumó un segundo después.
Los proyectiles cuchillo giraron perezosamente en el aire y desaparecieron en el interior de Skaffen-Amtiskaw con un leve chasquido metálico.
—No vuelvas a hacerme eso —murmuró la máquina, concentrando de nuevo su atención en la tarea de clasificar los calcetines de Sma.
Sma se limpió la boca y contempló al monstruo de tres metros de altura cubierto de pelos marrones y amarillos que parecía estar intentando fundirse con la pared metálica que había enfrente de la puerta de su camarote.
—Nave… Xenito, ¿qué infiernos estás haciendo?
—Lo siento —dijo aquella criatura colosal. Su voz seguía siendo casi tan estridente y aflautada como cuando tenía el tamaño de un bebé—. Me pareció que ibas a tener muchas dificultades para establecer una relación de cariño y proximidad con un animalito peludo, y pensé que una versión más grande de ese mismo animalito quizá…
—Mierda… —dijo Sma, y meneó la cabeza—. Entra —dijo mientras volvía al cuarto de baño—. ¿O es que sólo querías enseñarme lo mucho que has crecido?
Se enjuagó la boca para quitarse la pasta dentífrica, hizo unas cuantas gárgaras y escupió.
Xenito logró entrar por la puerta con ciertas dificultades, inclinó la cabeza para no chocar con el techo y acabó instalándose en un rincón del camarote.
—Siento lo ocurrido, Skaffen-Amtiskaw.
—No hay problema —replicó la otra máquina.
—Ah, sí que lo hay, Sma —dijo Xenito—. La verdad es que quería hablar contigo sobre…
Skaffen-Amtiskaw se quedó totalmente inmóvil durante una fracción de segundo. Ese brevísimo período de tiempo bastó para que la unidad y la Mente de la nave llevaran a cabo un intercambio de pareceres prolijo, detalladísimo y un tanto caldeado, pero Sma sólo se enteró de que Xenito tardó unos momentos en seguir hablando.
—… sobre el baile de disfraces en tu honor que se va a celebrar esta noche —improvisó la nave.
Sma le sonrió sin salir del cuarto de baño.
—Una idea encantadora, nave. Gracias, Xenito. Sí, ¿por qué no?
—Estupendo. Pensé que sería mejor que hablara contigo antes de poner en marcha los preparativos. ¿Tienes alguna sugerencia que hacerme sobre los disfraces?
Sma se rió.
—Sí. Creo que iré disfrazada de ti. Prepárame uno de esos trajes que llevas.
—Ja, ja… Sí, buena idea. De hecho creo que puede ser una elección bastante frecuente, pero impondremos la regla de que no puede haber dos personas con el mismo disfraz. Bien… Hablaré contigo más tarde.
Xenito abandonó el camarote y la puerta se cerró detrás de él. Sma salió del cuarto de baño y pareció algo sorprendida ante una marcha tan brusca, pero se limitó a encogerse de hombros.
—Ha sido una visita breve pero repleta de emociones —observó mientras hurgaba entre los calcetines que Skaffen-Amtiskaw acababa de ordenar cuidadosamente por orden cromático—. Esa máquina es bastante rara.
—¿Qué esperabas? —preguntó Skaffen-Amtiskaw—. Es una nave estelar.
«Podrías haberme dicho que estás ocultándole el tamaño del objetivo hacia el que nos dirigimos», le comunicó la Mente de la nave a Skaffen-Amtiskaw.
«Tengo la esperanza de que nuestros agentes ya habrán logrado averiguar dónde está el tipo al que buscamos y que nos darán una posición exacta —replicó la unidad—. En ese caso Sma no tiene por qué enterarse de que hemos tenido unos pequeños problemas de localización.»
«Desde luego, desde luego, pero… ¿no crees que deberías haber empezado no ocultándole nada?»
«¡Ja! ¡No conoces a Sma!»
«Oh… ¿Estás intentando decirme que tiene un temperamento tirando a fuerte?»
«¿Qué esperabas? ¡Es un ser humano!»
La nave preparó un banquete a cuyas bebidas y viandas añadió toda la gama de sustancias capaces de alterar la química cerebral de los seres humanos que la buena educación permitía emplear sin que se considerara necesario poner avisos advirtiendo del peligro en cada cuenco, plato, copa o recipiente de líquido. Comunicó a la tripulación la hora en que empezaría la fiesta y alteró la disposición de la zona de reuniones distribuyendo una considerable cantidad de espejos y campos inversores por el recinto (aparte de ella misma, la lista final de invitados sólo incluía a veintidós personas, con lo que conseguir que el lugar tuviera un aspecto lo suficientemente abarrotado fue uno de los mayores obstáculos a los que se enfrentó en su intento de provocar la sensación de que el acontecimiento social a celebrar iba a ser lo bastante orgiástico y desenfrenado).
Sma desayunó, fue acompañada en una gira por la nave —aunque había muy poco que ver, pues la mayor parte del espacio estaba reservado a los sistemas motrices—, y pasó casi todo el resto del día refrescando sus conocimientos sobre la historia y la estructura política de Voerenhutz.
La nave envió una invitación formal a cada miembro de la tripulación donde se dejaba bien claro que estaba totalmente prohibido Hablar del Trabajo. Tenía la esperanza de que esa prohibición y la cantidad de narcóticos incluidos en las bebidas y viandas del banquete bastarían para que nadie abordara el tema de cuál era su destino exacto. Había jugueteado con la idea de limitarse a explicar que tenían un pequeño problema al respecto y pedirles que no hablaran del asunto, pero sospechaba que había por lo menos dos tripulantes que se tomarían dicho ruego como un desafío intolerable a su integridad personal y se sentirían obligados a tratar el tema en cuanto se presentara la más mínima ocasión de hacerlo. Momentos como ése siempre le hacían pensar en si sería conveniente convertirse en una nave sin tripulación, pero Xenófobo sabía que si les pedía que se marcharan acabaría echando de menos a los humanos. En circunstancias normales su compañía resultaba bastante divertida.
La nave puso la música a un volumen bastante alto, llenó las pantallas con los hologramas más interesantes que pudo encontrar en sus archivos, y rodeó la zona de reunión con un fabuloso holopaisaje de color verde y azul repleto de arbustos flotantes y árboles suspendidos entre el cielo y la tierra repletos de extraños pájaros con ocho alas que hacían piruetas y revoloteaban. El paisaje terminaba en una capa de neblina blanca de la que asomaban nubes con forma de naves parecidas, que hacían pensar en gigantescas masas de algodón pegadas a riscos de roca color pastel tan altos que contemplarlos suponía correr el riesgo de dislocarse el cuello. Los riscos estaban adornados con otro despliegue de nubecillas realzadas por centelleantes cascadas azul y oro, y coronados por ciudades fabulosas repletas de pináculos y esbeltos puentes. Los solidogramas de figuras históricas famosas que la nave había conseguido incorporar a sus bancos de datos se paseaban por entre los invitados reforzando la ilusión de que la fiesta estaba muy concurrida, y aprovechaban cualquier ocasión de charlar con los seres humanos disfrazados. Aparte de todo eso la nave había prometido más sorpresas y diversiones en cuanto la fiesta estuviera un poquito más avanzada y el ambiente se encontrara lo bastante caldeado.