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Sma se quedó callada y se inclinó para tomar en sus manos el morro ahusado de uno de los gimoteantes hralzs que la rodeaban.

—Ya lo sé, Elegante, ya lo sé… —dijo mientras el animal se quejaba y le lamía la cara. Su vientre estaba mucho más abultado que el de los otros animales—. Quería estar aquí para ver nacer a tus bebés, pero me temo que no podrá ser… —Suspiró, rodeó al hralz con sus brazos y le alzó la cabeza con una mano—. ¿Qué me aconsejas, Elegante? Podría hacerte dormir hasta mi regreso y ni tan siquiera te enterarías de lo ocurrido, pero supongo que entonces tus amiguitos te echarían mucho de menos.

—Duérmeles a todos —sugirió la unidad.

Sma meneó la cabeza.

—Cuidad de ella hasta que regrese —dijo mirando a los otros hralzs—. ¿De acuerdo?

Depositó un beso en el hocico del animal y se incorporó. Elegante estornudó.

—Dos cosas más, unidad —dijo Sma abriéndose paso por entre el nervioso grupo de animales.

—¿De qué se trata?

—La primera es… No vuelvas a llamarme «Encanto», ¿de acuerdo?

—De acuerdo. ¿Cuál es la otra?

Dejaron atrás la masa reluciente de la turbina número seis, un monstruo que llevaba muchos años guardando silencio, y Sma se quedó inmóvil un momento observando a la multitud de invitados que tenía delante. Tragó una honda bocanada de aire e irguió los hombros. Dio un paso hacia el tumulto de la fiesta y sus labios empezaron a curvarse en una sonrisa casi automática.

—No quiero que el sustituto se acueste con nadie —dijo en voz baja mirando a la unidad.

—De acuerdo —replicó la unidad mientras iban hacia los invitados—. Después de todo… Bueno, en cierto sentido es tu cuerpo, así que me parece una petición muy razonable.

—Ahí es donde te equivocas, unidad —dijo Sma haciéndole una seña con la cabeza a un camarero que se apresuró a ir hacia ellos ofreciéndoles su bandeja llena de copas—. No es mi cuerpo, ¿entiendes?

* * *

Los vehículos aéreos de superficie flotaban alrededor de la antigua central de energía o se alejaban de ella. La gente importante ya se había marchado. Aún quedaban unos cuantos invitados, pero no la necesitaban. Estaba cansada, y ordenó a sus glándulas que produjeran un poco de «En forma» para animarse.

Salió al balcón sur de los apartamentos creados mediante la reconversión del antiguo bloque de oficinas de la central y contempló el valle y la hilera de luces que recorría toda la extensión del Camino del Río. Un vehículo aéreo pasó silbando sobre su cabeza, ascendió y acabó desapareciendo tras la línea curva en que terminaba la vieja presa. Sma lo fue siguiendo con la mirada hasta que se esfumó, se volvió hacia las puertas del apartamento, se quitó la chaquetilla y se la puso encima del hombro.

La música sonaba en algún lugar de la suntuosa suite que había debajo del jardín situado en el tejado, pero le dio la espalda y fue hacia el estudio. Skaffen-Amtiskaw la estaba esperando.

El sondeo necesario para obtener los datos que permitirían funcionar al sustituto sólo requirió un par de minutos. Sma salió de él con la mezcla de aturdimiento y desorientación habitual, pero se le pasó bastante deprisa. Se quitó los zapatos y fue por los pasillos sumidos en la penumbra dirigiéndose hacia el lugar del que procedía la música.

Relstoch Sussepin se levantó del sillón que había estado ocupando sin soltar la copa de Flor Nocturna que sostenía en una mano. El licor brillaba con un suave resplandor ambarino. Sma se quedó inmóvil en el umbral.

—Gracias por haberme esperado —dijo mientras dejaba caer la chaquetilla sobre un diván.

—Oh, no hace falta que me lo agradezcas. —Se llevó la copa de líquido ambarino a los labios, pareció cambiar de opinión y acabó acunándola con las dos manos sin haber tomado ni un sorbo—. ¿Qué…? Ah… ¿Había algo en particular que…?

Los labios de Sma se curvaron en una sonrisa levemente melancólica y apoyó las dos manos sobre los brazos del enorme sillón giratorio que tenía delante. Inclinó la cabeza y clavó la mirada en el cojín de cuero.

—Puede que me esté haciendo ilusiones —dijo—. Pero no tengo ganas de andarme con rodeos, así que… —Alzó los ojos hacia él—. ¿Quieres joder conmigo?

Relstoch Sussepin permaneció completamente inmóvil durante unos momentos. Después se llevó la copa a los labios, bebió lentamente una buena cantidad de licor y bajó la copa con mucha lentitud.

—Sí —dijo—. Sí. Lo deseé apenas…, apenas te vi.

—Sólo podremos estar juntos esta noche —dijo ella alzando una mano—. Sólo será esta noche, porque… Es difícil de explicar, pero a partir de mañana y durante medio año o puede que más tiempo…, me temo que estaré increíblemente ocupada. Será el tipo de ajetreo que… Bueno, será como si estuviese en dos lugares a la vez, ¿comprendes?

Relstoch se encogió de hombros.

—Claro. Lo que tú digas.

Sma se relajó y la sonrisa fue iluminando lentamente todo su rostro. Apartó el sillón giratorio, se quitó el brazalete que llevaba en la muñeca y lo dejó caer sobre el cojín de cuero. Después se desabrochó los botones del traje y se quedó inmóvil.

Relstoch Sussepin apuró su copa, la puso sobre un estante y fue hacia ella.

—Luces —murmuró Sma.

La intensidad de las luces empezó a disminuir apenas hubo pronunciado esa palabra, y un rato después el resplandor ambarino de las gotitas de líquido que habían quedado en el fondo de la copa era la única fuente de luz existente en toda la habitación.

XIII

—Despierta.

Despertó.

Estaba oscuro. Se estiró debajo de las mantas preguntándose quién le había ordenado que despertara. Nadie le hablaba en ese tono de voz…, ya no. Seguía estando medio dormido y la voz le había despertado cuando aún debía de faltar bastante para que amaneciera, pero eso no le había impedido darse cuenta de que su tono estaba impregnado de matices que llevaba veinte o quizá incluso treinta años sin oír. Impertinencia. Falta de respeto.

Apartó las sábanas que le cubrían la cabeza, sintió la cálida caricia del aire de la habitación y miró a su alrededor para averiguar quién había osado dirigirse a él de esa forma. Sólo había una luz encendida y la habitación se hallaba sumida en la penumbra. El miedo que se apoderó de él durante un instante —¿sería posible que alguien hubiera conseguido esquivar a los guardias y atravesar la pantalla de seguridad?— no tardó en ser sustituido por un furioso anhelo de averiguar quién había tenido la desfachatez de hablarle así.

El intruso estaba sentado en el sillón que había a los pies de la cama. Tenía un aspecto extraño, y su extrañeza resultaba… ¿Extraña? No se le ocurrió otra palabra mejor para definirla. Estaba envuelto en un aura indefinible y tan difícil de aprehender que apenas si parecía humano, y pensó que le recordaba a una proyección holográfica ligeramente desenfocada. Las ropas también resultaban bastante extrañas. Vestía un traje que le quedaba muy holgado y el colorido de la tela era tan chillón que resultaba visible incluso en la penumbra de la habitación. Iba vestido como un bufón o un payaso, pero su rostro de rasgos excesivamente simétricos estaba… ¿Ceñudo? ¿Serio? ¿O se trataba de una mueca despectiva? El aura que le envolvía hacía imposible identificar la emoción.

Alargó la mano para buscar sus gafas, pero lo que nublaba sus ojos era meramente el sueño. Los cirujanos le habían injertado un par de ojos nuevos hacía ya casi un lustro, pero sesenta años de miopía habían servido para grabar en lo más profundo de su ser la reacción maquinal de buscar unas gafas que habían dejado de estar allí cada vez que despertaba. Siempre había pensado que esa costumbre absurda era un precio muy pequeño a cambio del poder ver bien y ahora, con el nuevo tratamiento antivejez… Los últimos restos del sueño se fueron desvaneciendo. Se irguió en la cama, clavó la mirada en el desconocido y empezó a pensar que estaba soñando o que se enfrentaba a un fantasma.