– Eso dice.
– Sí, eso digo.
– Mire, lo único que estoy señalando aquí es lo obvio. Yo soy el detective; soy el único que debería mirar en los archivos porque sé lo que estoy buscando. No se ofenda, pero usted es un aficionado en esto. Así que estoy en una posición en la que he de aceptar lo que un aficionado me dé y confiar en que estoy sacando todo lo que hay que sacar de los archivos. No funciona así. No me fío de las pruebas a no ser que las encuentre yo mismo.
– Una vez más me lo ha dejado claro, detective, pero así son las cosas. Es el único método que aprobó la juez Holder, y he de decirle que tiene suerte de haber conseguido tanto. No estaba interesada en ayudarle a usted en absoluto.
– ¿Me está diciendo que fue a batear por mí?
Lo dijo en un tono incrédulo y sarcástico, como si fuera algún tipo de imposibilidad matemática que un abogado defensor ayudara a un detective de la policía.
– Exacto -contesté desafiantemente-. Fui a batear por usted. Le dije ayer que Jerry Vincent era amigo mío; me gustaría que detuviera al tipo que lo hizo.
– Probablemente también está preocupado por su propio cuello.
– Eso no lo niego.
– Yo en su caso lo estaría.
– Mire, ¿quiere la lista o no?
Sostuve la libreta como si estuviera incitando a un perro con un juguete. Él estiró el brazo y yo la retiré, lamentando de inmediato el movimiento. Se la entregué rápidamente. Fue un intercambio extraño, como cuando nos estrechamos las manos el día anterior.
– Hay once nombres en esa lista, con un breve resumen de cada amenaza hecha a Jerry Vincent. Tuvimos suerte de que Jerry considerara importante anotar un relato de cada amenaza que recibió. Yo nunca lo he hecho. -Bosch no respondió. Estaba leyendo la primera página de la libreta-. Las he priorizado -añadí.
Bosch me miró y supe que estaba a punto de saltarme a la yugular por asumir otra vez el rol de detective. Levanté una mano para detenerlo.
– No desde el punto de vista de su investigación, sino desde el punto de vista de ser abogado; de ponerme en el lugar de Vincent, mirar estas cosas y determinar cuáles me preocuparían más. Como el primero de la lista, James Demarco. Al tipo lo condenaron por tráfico de armas y cree que Jerry cagó el caso. Un tipo así puede coger una pistola en cuanto salga.
Bosch asintió y bajó la mirada a la libreta. Habló sin levantar la mirada.
– ¿Qué más tiene para mí?
– ¿Qué quiere decir?
Me miró y movió arriba y abajo la libreta como si fuera tan ligera como una pluma, lo mismo que la información que contenía.
– Comprobaré estos nombres y veré dónde están estos tipos ahora. Quizá su pistolero está libre y buscando venganza, pero éstos son casos cerrados. Lo más probable es que si estas amenazas fueran fundadas se hubieran cumplido hace mucho. Lo mismo pasa con las amenazas que recibiera siendo fiscal. Así que lo único que me está dando es trabajo improductivo.
– ¿Trabajo improductivo? Algunos de esos tipos lo amenazaron cuando se los estaban llevando a prisión. Quizás algunos hayan salido ya. Quizás alguno acaba de salir y ha cumplido con su amenaza. Quizá contrataron el crimen desde la cárcel. Hay muchas posibilidades y no debería desdeñarlas como trabajo improductivo. No entiendo su actitud en esto.
Bosch sonrió y negó con la cabeza. Recordé a mi padre haciendo lo mismo cuando estaba a punto de decirme que no había entendido bien algo cuando yo era un niño de cinco años.
– No me importa lo que piense de mi actitud -dijo-. Revisaremos sus pistas. Pero estamos buscando algo un poco más actual. Algo de los casos abiertos de Vincent.
– Bueno, no puedo ayudarlo en eso.
– Claro que puede. Tiene todos los casos ahora. Supongo que está revisándolos y reuniéndose con sus nuevos clientes. Va a encontrarse con algo, a ver algo o a oír algo que no encaja, que no parece adecuado, que quizá le asusta un poco. Entonces es cuando me llama. -Lo miré sin responder-. Nunca se sabe. Podría salvarle la…
Se encogió de hombros y no continuó, pero el mensaje era claro. Estaba tratando de ayudarme para que cooperara más allá de lo que la juez Holder había autorizado, o más allá de lo que me resultaba cómodo.
– Una cosa es compartir información de amenazas de casos cerrados, y otra completamente diferente hacerlo con los casos activos. Y además, sé que me está pidiendo algo más que amenazas. Cree que Jerry se topó con algo y que esa información le costó la vida.
Bosch mantuvo la mirada fija en mí y asintió lentamente. Fui el primero en apartar la vista.
– ¿Y si es una calle de doble sentido, detective? ¿Qué sabe que no me está contando? ¿Qué había en el portátil que era tan importante? ¿Qué había en el portafolios?
– No puedo hablar de una investigación activa.
– Podía ayer cuando preguntó por el FBI.
Me miró y entrecerró sus ojos oscuros.
– No le pregunté sobre el FBI.
– Vamos, detective. Me preguntó si tenía algún caso federal. ¿Por qué iba a hacer eso a no ser que hubiera alguna conexión federal? Apuesto a que era el FBI.
Bosch vaciló. Tenía la sensación de que había acertado y ahora estaba acorralado. Mi mención del FBI le haría creer que sabía algo. Ahora tendría que dar para poder recibir.
– Esta vez empieza usted -le dije.
Asintió con la cabeza.
– Muy bien, el asesino se llevó el móvil de Jerry Vincent. Lo cogió del cadáver o del maletín.
– Bien.
– Me pasaron el registro de llamadas ayer justo antes de verle. El día que lo mataron recibió tres llamadas del FBI. Cuatro días antes, hubo otras dos. Estaba hablando con alguien de allí, o ellos estaban hablando con él.
– ¿ Quién?
– No lo sé; todas las llamadas salientes de allí se registran al número principal. Lo único que sé es que recibía llamadas del FBI, pero no hay nombres.
– ¿Eran llamadas largas?
Bosch vaciló, inseguro de qué divulgar. Bajó la mirada a la libreta que tenía en la mano y lo vi decidiendo a regañadientes compartir más. Iba a cabrearse, porque yo no tenía nada que ofrecer a cambio.
– Eran llamadas cortas.
– ¿ Cómo de cortas?
– Ninguna de más de un minuto.
– Entonces quizás eran llamadas equivocadas.
Negó con la cabeza.
– Son demasiadas llamadas equivocadas. Querían algo de él.
– ¿Alguien de allí ha pedido información de la investigación de homicidio?
– Todavía no.
Pensé en ello y me encogí de hombros.
– Bueno, quizá lo hagan, y entonces lo sabrá.
– Sí, pero tal vez no. No es su estilo, no sé si me explico. Ahora es su turno. ¿Qué tiene que sea federal?
– Nada. Confirmé que Vincent no tenía casos federales.
Observé que Bosch montaba en cólera al ver que había jugado con él.
– ¿Me está diciendo que no ha encontrado conexiones federales? ¿Ni siquiera una tarjeta de visita del FBI en esa oficina?
– Exacto. Nada.
– Corría un rumor respecto a un jurado de acusación federal investigando casos de corrupción en tribunales del estado. ¿Sabe algo de eso?
Negué con la cabeza.
– He estado en la nevera un año.
– Gracias por la ayuda.
– Mire, detective, no lo entiendo. ¿Por qué no puede ir allí y simplemente preguntar quién estaba llamando a su víctima? ¿No es así como debería proceder una investigación?
Bosch sonrió como si estuviera tratando con un niño.
– Si quieren que sepa algo, acudirán a mí. Si yo les llamo se burlarán de mí. Si esto formaba parte de una investigación de corrupción o tenían algo más, las posibilidades de que hablen con un policía local son entre remotas y nulas. Si lo mataron por su culpa, entonces son nulas.