– Nina -dijo-. Quita el sonido. Si necesito algo te llamaré por teléfono.
Me miró y abrió las manos. Yo hice un gesto para dar a entender que estaba satisfecho.
– Gracias, Walter. Ahora vamos a trabajar.
– Primero tengo una pregunta.
– Claro.
– ¿Es ésta la reunión en la que le digo que no lo hice y entonces usted me dice que no importa si lo hice o no?
Asentí.
– Si lo hizo o no, es irrelevante, Walter. Es lo que la fiscalía puede probar más allá de… -¡No!
Golpeó la mesa con la mano abierta. Sonó como un disparo. Me sobresaltó, aunque esperaba que no se hubiera notado.
– ¡Estoy harto de esa jerga legal! Que no importa si lo hice, sino sólo lo que puede probarse. ¡Sí importa! ¿No lo ve? Importa. Necesito que me crean, maldita sea. Necesito que usted me crea. No me importa que las pruebas estén contra mí, yo no lo hice, ¿lo entiende? ¿Me cree? Si mi propio abogado no me cree o no le importa, entonces no tengo ninguna oportunidad.
Estaba seguro de que Nina iba a entrar a la carga otra vez para ver si todo estaba en orden. Me recosté en mi silla acolchada y aguardé a que apareciera y para cerciorarme de que Elliot había terminado.
Como esperaba, una de las puertas se abrió y allí estaba Nina a punto de entrar. No obstante, Elliot se lo impidió con un gesto de la mano y una orden severa de que no nos interrumpiera. La puerta se cerró otra vez y él clavó su mirada en mí. Yo levanté la mano para impedir que hablara. Era mi turno.
– Walter, hay dos cosas por las que he de preocuparme -dije con calma-: si entiendo el caso de la fiscalía y si puedo derrumbarlo. -Toqué con un dedo el archivo de revelación de pruebas mientras hablaba-. En este momento entiendo el caso de la fiscalía. Es el abecé de la acusación. El estado cree que tienen motivo y oportunidad a espuertas.
»Empecemos por el motivo. Su esposa tenía una aventura y 136 eso le enfadó. No sólo eso, sino que el contrato prematrimonial que ella firmó hace doce años había prescrito y su única forme de librarse de ella sin dividirlo todo era matarla. Después está la oportunidad. Tienen la hora a la que su coche salió de Archway por la mañana. Han hecho el recorrido y lo han cronometrado una y otra vez, y dicen que podría haber llegado a la casa de Malibú en el momento de los crímenes. Eso es oportunidad.
»Y el estado está contando con que móvil más oportunidad basten para convencer al jurado y ganar el caso, aun cuando las pruebas reales contra usted son escasas y circunstanciales. Así que mi trabajo consiste en encontrar una forma de que el jurado comprenda que hay mucho humo aquí, pero no hay fuego real. Si lo consigo, quedará libre.
– Todavía quiero saber si cree que soy inocente.
Sonreí y negué con la cabeza.
– Walter, le estoy diciendo que no importa.
– A mí me importa. Tanto si es que sí como si es que no, necesito saberlo.
Transigí y levanté las manos en ademán de rendición.
– Muy bien, pues, le diré lo que pienso, Walter. He estudiado el caso del derecho y del revés. He leído todo lo que hay aquí al menos dos veces, y la mayor parte tres veces. He estado en la casa de la playa donde ocurrió este desafortunado suceso y he estudiado la geografía de estos crímenes. He hecho todo eso y veo la posibilidad muy real de que sea inocente de esos cargos. ¿Significa eso que creo que es usted un hombre inocente? No, Walter. Lo siento, pero llevo mucho tiempo haciendo este trabajo y la realidad es que no he visto a muchos clientes inocentes. Así que lo mejor que puedo decirle es que no lo sé. Si eso no es lo bastante bueno para usted, entonces estoy seguro de que no tendrá problema en encontrar a un abogado que le diga exactamente lo que usted quiere escuchar, tanto si lo cree como si no.
Me recliné en mi silla mientras esperaba su respuesta. El unió las manos sobre la mesa mientras digería mis palabras y finalmente asintió.
– Pues supongo que es lo máximo que puedo pedir -dijo.
Traté de soltar el aire sin que lo notara. Todavía tenía el caso. Por el momento.
– Pero ¿sabe lo que creo, Walter?
– ¿Qué cree?
– Que me oculta algo.
– ¿Ocultarle? ¿De qué está hablando?
– Hay algo que no sé del caso, algo que me está ocultando.
– No sé de qué está hablando.
– Está demasiado tranquilo, Walter. Es como si supiera que va a salir libre.
– Voy a salir libre. Soy inocente.
– Ser inocente no basta. En ocasiones condenan a hombres inocentes, y en el fondo todo el mundo lo sabe. Por eso nunca he encontrado a un hombre verdaderamente inocente que no estuviera asustado; asustado porque el sistema no funcione bien, porque esté construido para declarar culpables a los culpables y no para declarar inocentes a los inocentes. Eso es lo que le falta, Walter. No está asustado.
– No sé lo que me dice. ¿Por qué debería estar asustado?
Lo miré a través de la mesa, tratando de interpretarlo. Sabía que mi instinto no estaba errado. Había algo que no sabía, algo que se me había pasado en los archivos o que Vincent guardaba en su cabeza en lugar de en sus archivos. Fuera lo que fuese, Elliot no iba a compartirlo conmigo todavía.
Por el momento estaba bien. En ocasiones no quieres sabe lo que sabe el cliente, porque una vez que el humo sale de la botella no puedes volver a meterlo.
– Muy bien, Walter -dije-. Continuará. Entre tanto, vamos a trabajar.
Sin esperar una respuesta, abrí el archivo de la defensa y miré las notas que había tomado en la solapa interna.
– Creo que estamos listos en términos de testigos y estrategias por lo que hace al caso de la fiscalía. Lo que no he encontrado en el archivo es una estrategia sólida para su defensa.
– ¿Qué quiere decir? -preguntó Elliot-. Jerry me dijo que estábamos preparados.
– Quizá no, Walter. Sé que no es algo que quiera ver u oír, pero he encontrado esto en el archivo.
Le pasé un documento de dos páginas por encima de la 138 mesa pulida. Él le echó un vistazo, pero no lo miró realmente.
– ¿ Qué es?
– Es una moción para un aplazamiento. Jerry la redactó, pero no la había presentado. Sin embargo, parece claro que quería retrasar el juicio. El código en el pedimento indica que se imprimió el lunes, sólo unas horas antes de que lo mataran.
Elliot negó con la cabeza y me lanzó otra vez el documento por la mesa.
– No, hablamos de eso y acordamos que teníamos que ir según el calendario. -¿Eso fue el lunes?
– Sí, el lunes. La última vez que hablé con él.
Asentí. Eso respondía a una de las preguntas que tenía. Vincent mantenía registros de facturación en cada uno de sus casos, y me había fijado en que en el expediente de Elliot había facturado una hora el día de su asesinato.
– ¿ Fue una conferencia en su oficina o en la suya?
– Fue una llamada telefónica el lunes por la tarde. Me había dejado un mensaje antes y yo le devolví la llamada. Nina puede darle la hora exacta si la necesita.
– Lo anotó a las tres. ¿Habló con usted de un aplazamiento!'
– Así es, pero le dije que no lo quería.
Vincent había facturado una hora. Me pregunté cuánto tiempo habían discutido sobre el tema.
– ¿Por qué quería un aplazamiento? -pregunté.
– Sólo quería más tiempo para prepararse y tal vez para engordar la cartera. Le dije que estábamos preparados igual que se lo digo a usted. ¡Estamos preparados!
Casi reí y negué con la cabeza.
– Walter, la cuestión es que aquí el abogado no es usted, sino yo. Y eso es lo estoy tratando de decirle, no veo mucho aquí en términos de estrategia de defensa. Creo que por eso Jerry quería un aplazamiento del juicio. No tenía caso.
– No, es la fiscalía la que no tiene caso.
Me estaba cansando de Elliot y de su insistencia en llevar la voz cantante en cuestiones legales.
– Deje que le explique cómo funciona esto -dije con voz cansina-. Y disculpe si ya lo sabe, Walter. Va a ser un juicio de dos partes, ¿de acuerdo? El fiscal va primero y presenta su caso. Nosotros tenemos ocasión de atacarlo por el camino. Luego es nuestro momento y es entonces cuando presentamos nuestras pruebas y las teorías alternativas del crimen.