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– Vale.

– Y lo que puedo decir de mi estudio de los expedientes es que Jerry Vincent confiaba más en el caso de la fiscalía que en un caso de la defensa. Hay…

– ¿Cómo es eso?

– Lo que estoy diciendo es que estaba bien preparado para la fase de la acusación. Tiene testigos alternativos y planes de contrainterrogatorio para todo lo que va a presentar la fiscalía. Pero se me escapa algo en el lado de la defensa de la ecuación. No tenemos coartada, ni sospechosos alternativos, ni teorías alternativas; nada. Al menos, no está en la carpeta. Y eso es lo que quiero decir con que no tenemos caso. ¿Alguna vez discutió con usted cómo pensaba presentar la defensa?

– No. íbamos a tener esa conversación, pero entonces lo mataron. Me dijo que lo estaba preparando todo. Dijo que tenía la bala mágica y que cuanto menos supiera, mejor. Iba a decírmelo cuando se acercara el juicio, pero nunca lo hizo. Nunca tuvo la oportunidad.

Conocía el término. La «bala mágica» era la tarjeta que te sacaba de la cárcel y te llevaba a casa. Era el testigo o el elemento probatorio que te guardabas en el bolsillo de atrás y que o derribaba las pruebas como fichas de dominó o plantaba firmemente una duda razonable en la mente de todos los miembros del jurado. Si Vincent tenía una bala mágica, no la había reflejado en el expediente. Y si tenía una bala mágica, ¿por qué estaba hablando de un aplazamiento el lunes?

– ¿No tiene idea de qué era esa bala mágica? -le pregunté a Elliot.

– Es sólo lo que me dijo, que había encontrado algo que iba a dejar en evidencia a la fiscalía.

– Eso no tiene sentido si el lunes estaba hablando de aplazar el juicio.

Elliot se encogió de hombros.

– Se lo he dicho, sólo quería más tiempo para prepararse. Probablemente, más tiempo para facturarme más horas. Pero le dije que cuando hacemos una película elegimos una fecha, y esa película sale en esa fecha, sea como sea. Le dije que íbamos a ir a juicio sin aplazamiento.

Asentí con la cabeza ante el mantra de no aplazamiento de Elliot, pero mi mente estaba en el portátil de Vincent. ¿Estaba allí la bala mágica? ¿Había guardado su plan en el portátil y no lo había puesto en la copia impresa? ¿La bala mágica era la razón de su asesinato? ¿Su hallazgo había sido tan sensible o peligroso que alguien lo había matado por ello?

Decidí avanzar sobre Elliot mientras lo tuviera delante.

– Bueno, Walter, yo no tengo la bala mágica. Pero si Jerry pudo encontrarla, yo también podré. Lo haré.

Miré mi reloj y traté de dar la sensación exterior de que no me preocupaba no conocer-lo que seguramente era el elemento clave en el caso.

– Vale. Hablemos de una teoría alternativa.

– ¿Qué significa eso?

– Significa que la fiscalía tiene su teoría y que nosotros hemos de tener la nuestra. La teoría de la fiscalía es que estaba ofendido por la infidelidad de su mujer y que le costaría divorciarse de ella, por eso fue a Malibú y mató a su esposa y a su amante. Luego se desembarazó del arma homicida de algún modo (o la escondió o la lanzó al océano) y posteriormente llamó a la policía para denunciar que había descubierto los crímenes. Esa teoría les da todo lo que necesitan: móvil y oportunidad. Para respaldarlo tienen el RD y casi nada más. -¿El RD?

– Residuos de disparo. La parte probatoria, por escasa que sea, se basa firmemente en ello.

– ¡Ese test fue un falso positivo! -exclamó Elliot con energía-. Yo nunca disparé ningún arma. Y Jerry me dijo que iba a traer al máximo experto del país para demolerlo, una mujer del John Jay College de Nueva York. Testificará que el procedimiento de los laboratorios del sheriff fue torpe y laxo, propenso a dar falsos positivos.

Asentí. Me gustaba el fervor de su negativa. Podría resultar útil si testificaba.

– Sí, la doctora Arslanian va a venir -dije-. Pero ella no es la bala mágica, Walter. La fiscalía contrarrestará con su propio experto, que dirá exactamente lo contrario, que el laboratorio está bien dirigido y que se siguieron todas las normativas. A lo sumo, el RD será un empate. La fiscalía se apoyará con fuerza en móvil y oportunidad.

– ¿Qué móvil? La amaba y ni siquiera sabía lo de Rilz. Pensaba que era maricón.

Levanté las manos en un gesto para pedir calma.

– Mire, hágase un favor, Walter, y no le llame eso. Ni en el tribunal ni en ninguna parte. Si es apropiado referirse a su orientación sexual, diga que creía que era gay. ¿De acuerdo?

– De acuerdo.

– La fiscalía dirá simplemente que usted sabía que Johan Rilz era el amante de su esposa, y aportará pruebas y testimonios que indican que un divorcio forzado por la infidelidad de su esposa le habría costado más de cien millones de dólares y probablemente habría diluido su control del estudio. Plantarán todo eso en las mentes del jurado y empezará a parecer que tenía una motivación bastante buena para el crimen.

– Y es todo mentira.

– Y yo podré arremeter contra ello en el juicio. Muchos de sus positivos pueden convertirse en negativos. Será un baile, Walter. Intercambiaremos golpes. Trataremos de distorsionar y destruir, pero en última instancia nos lanzarán más golpes de los que podamos parar y por eso tenemos las de perder, por lo que siempre es bueno para la defensa aportar una teoría alternativa. Le damos al jurado una explicación plausible de por qué mataron a esas dos personas. Nos sacudimos las sospechas y se las echamos a otro.

– ¿Como el manco de El fugitivo?

Negué con la cabeza.

– No exactamente.

Recordaba la película y la serie de televisión que la precedió. En ambos casos había un manco. Yo estaba hablando de una cortina de humo, una teoría alternativa urdida por la defensa porque no me tragaba el rap de «yo soy inocente» de Elliot, al menos de momento.

Sonó un zumbido y Elliot sacó un teléfono del bolsillo y miró la pantalla.

– Walter, tenemos trabajo aquí -dije.

No contestó la llamada y reticentemente alejó el teléfono. Continué.

– Muy bien, durante la fase de la acusación vamos a usar el contrainterrogatorio para dejar una cosa cristalina con el jurado. A saber, que una vez que ese test de residuos de disparo salió positivo…

– ¡Falso positivo!

– Lo que sea. La cuestión es que una vez que ellos creyeron que había una indicación fidedigna de que había disparado recientemente un arma, todo lo demás se olvidó. Una investigación amplia se concentró mucho en una persona: usted. El caso pasó de lo que llaman una investigación de campo completo a una investigación completa de usted. Así pues, lo que ocurrió es que no investigaron muchas otras cosas. Por ejemplo, Rilz sólo lleva cuatro años en este país. No enviaron ni a un solo investigador a Alemania a enterarse de su pasado o de si tenía enemigos que lo querían muerto. Eso para empezar. Tampoco investigaron a conciencia a este tipo en Los Ángeles. Era un hombre que tenía acceso a las casas y las vidas de algunas de las mujeres más ricas de esta ciudad. Disculpe mi crudeza, pero ¿se estaba tirando a otras mujeres casadas además de a su mujer? ¿Había otros hombres importantes y poderosos que podrían estar ofendidos, o sólo usted?

Elliot no respondió a las crudas preguntas. Se las había planteado de este modo a propósito, para ver si podía arrancarle alguna reacción que contradijera sus afirmaciones de que amaba a su esposa. Pero no mostró reacción alguna.

– ¿Se da cuenta de a lo que voy, Walter? El foco, casi desde el primer momento, estuvo en usted. Cuando llegue el turno de la defensa, vamos a ponerlo en Rilz. Y desde allí haremos que las dudas crezcan como mazorcas en un campo de maíz -añadí.