– Sólo le estoy diciendo la verdad.
– Ha estado jugando conmigo durante dos días, soltando mentiras sobre sobornos y el FBI. Ha estado tratando de manipularme y me ha hecho perder el tiempo. Ahora ha de irse, detective, porque tengo trabajo que hacer.
Me levanté y extendí una mano hacia la puerta. Bosch se levantó, pero no se volvió para irse.
– No se engañe, Haller. No cometa un error.
– Gracias por el consejo.
Bosch finalmente se volvió y empezó a irse. Pero de pronto se detuvo y volvió al escritorio, sacando algo del bolsillo interior de la chaqueta al aproximarse.
Era una fotografía. La dejó en el escritorio.
– ¿Reconoce a este hombre? -preguntó Bosch.
Estudié la foto. Era una instantánea con grano sacada de un vídeo. Mostraba a un hombre saliendo por la puerta delantera de un edificio de oficinas.
– Es la entrada principal del Legal Center, ¿no?
– ¿Reconoce al hombre?
La imagen estaba tomada a distancia y ampliada, extendiendo los píxeles y haciéndola poco clara. El hombre de la fotografía me pareció de origen latino. Tenía la piel y el pelo oscuros y llevaba un poncho y un bigote al estilo de Pancho Villa, como el que había llevado Cisco años atrás. Llevaba sombrero panamá y una camisa de cuello abierto bajo lo que parecía ser una chaqueta deportiva de piel. Al mirar más de cerca la fotografía me di cuenta de por qué era el fotograma que habían elegido del vídeo de vigilancia. La chaqueta del hombre quedaba abierta al empujar la puerta de cristal. Vi lo que parecía la parte superior de una pistola metida en la cintura del pantalón.
– ¿Es eso una pistola? ¿Es el asesino?
– Mire, ¿puede responder alguna pregunta sin hacer otra? ¿Reconoce a este hombre? Es lo único que quiero saber.
– No, detective. ¿Contento?
– Eso es otra pregunta.
– Lo siento.
– ¿Está seguro de que no lo ha visto antes?
– No al ciento por ciento. Pero no es una gran foto, ¿de dónde es?
– Una cámara de la calle en Broadway y la Segunda. Barre la calle y sólo tenemos a este tipo durante unos segundos. Esto es lo mejor que hemos podido conseguir.
Sabía que la ciudad había estado instalando discretamente cámaras de calle en las principales arterias en los últimos años. Calles como Hollywood Boulevard estaban grabadas por completo. Broadway era un candidato probable. Siempre estaba repleta durante el día con peatones y tráfico. También era la calle que pisaban la mayoría de las marchas de protesta organizadas por las clases marginadas.
– Bueno, entonces supongo que es mejor que nada. ¿Cree que el pelo y el bigote son un disfraz?
– Deje que haga yo las preguntas. ¿Este tipo podría ser uno de sus nuevos clientes?
– No lo sé. No los he visto a todos. Déjeme la foto y se la enseñaré a Wren Williams. Ella sabrá mejor que yo si es un cliente.
Bosch se agachó y recogió la foto.
– Es mi única copia. ¿Cuándo vendrá?
– Dentro de una hora, más o menos.
– Volveré después. Entre tanto, abogado, tenga cuidado.
Me señaló con un dedo como si fuera una pistola, luego se volvió y salió de la sala cerrando la puerta tras de sí. Me quedé sentado pensando en lo que había dicho y mirando a la puerta, medio esperando que volviera a entrar y dejara caer otra advertencia ominosa.
Pero cuando la puerta se abrió al cabo de un minuto fue Lorna quien entró.
– Acabo de ver al detective en el pasillo.
– Sí, ha estado aquí.
– ¿Qué quería?
– Asustarme.
– ¿Y?
– Ha hecho un buen trabajo.
22
Lornà quería convocar otra reunión de equipo y ponerme al día de lo que había ocurrido mientras estaba fuera de la oficina visitando Malibú y a Walter Elliot el día anterior. Incluso me dijo que tenía una vista programada para más tarde sobre un caso misterioso que no estaba en el calendario que habíamos preparado. Pero necesitaba tiempo para pensar en lo que Bosch acababa de revelar y lo que significaba.
– ¿Dónde está Cisco?
– Está en camino. Se fue temprano para reunirse con una de sus fuentes antes de entrar en la oficina.
– ¿Ha desayunado?
– Conmigo no.
– Vale, espera hasta que venga y luego iremos a desayunar al Dining Car y repasaremos todo.
– Yo ya he desayunado.
– Entonces tú puedes hablar mientras nosotros comemos.
Lorna puso una falsa expresión de enfado, pero fue al mostrador de recepción y me dejó solo. Me levanté detrás del escritorio y empecé a pasear por la oficina, con las manos en los bolsillos, tratando de evaluar lo que significaba la información de Bosch.
Según Bosch, Jerry Vincent había pagado un soborno considerable a una persona o personas desconocidas. El hecho de que los cien mil dólares salieran del anticipo de Walter Elliot indicaría que el soborno estaba en cierto modo vinculado con ese caso, pero eso no era en modo alguno concluyente: Vincent podía usar fácilmente el dinero de Elliot para pagar una deuda o un soborno relacionado con otro caso o algo completamente diferente. Podría haber sido una deuda de juego que quería ocultar. El único hecho era que había desviado cien mil de su cuenta a un destino desconocido y había querido ocultar la transacción.
Lo siguiente a considerar era el tiempo de la transacción y si estaba relacionado con el asesinato de Vincent. Bosch aseguró que el dinero transferido se había gastado cinco meses antes; el asesinato de Vincent se había producido sólo tres días antes y el juicio de Elliot iba a empezar dentro de una semana. Una vez más no había nada definitivo. La distancia entre la transacción y el homicidio parecía tensar cualquier posibilidad de un vínculo entre los dos.
Pero aun así, no podía separar una cosa de la otra, y la razón para ello era el propio Walter Elliot. A través del filtro de la información de Bosch empecé a dar con algunas respuestas y a ver a mi cliente -y a mí mismo- de un modo diferente. Vi que la confianza de Elliot en su inocencia y eventual absolución posiblemente procedía de su convicción de que ya había pagado por ella. Vi su reticencia a considerar el aplazamiento del juicio como una cuestión de sincronización relacionada con el soborno. Y vi su disposición a permitirme que tomara la antorcha de Vincent sin comprobar ni una sola referencia como un movimiento hecho para conseguir que el juicio se celebrara sin aplazamiento. No tenía nada que ver con la confianza en mi talento y tenacidad. No le había impresionado. Simplemente había sido el que se había presentado. Simplemente era un abogado que funcionaría dentro de su esquema. De hecho, yo era perfecto. Me había sacado de la papelera de objetos perdidos, había estado en la nevera y estaba ansioso y preparado. Me podía desempolvar y estaría listo para sustituir a Vincent sin más preguntas.
La inyección de realidad que esto me provocó fue tan desagradable como la primera noche en rehabilitación. Pero también comprendí que este conocimiento de mí mismo podía darme una ventaja. Estaba en medio de algún tipo de jugada, pero al menos ahora sabía que lo era. Era una ventaja. Ahora podía hacer mi propia jugada.
Había una razón para darse prisa con el juicio y pensaba que sabía cuál era. La trampa estaba puesta. Se había pagado dinero por un tongo específico y éste estaba ligado a que el juicio se ciñera al calendario programado. La siguiente pregunta en esta serie era por qué. ¿Por qué el juicio tenía que celebrarse en el momento programado? Todavía no tenía respuesta para eso, pero iba a conseguirla.
Me acerqué a la ventana y separé las cortinas venecianas en mi mano. En la calle vi una furgoneta del Canal 5 aparcada con dos ruedas sobre el bordillo. Había un equipo de cámaras y un reportero en la acera y se estaban preparando para una grabación en directo, ofreciendo a sus espectadores lo último sobre el caso Vincent. Lo último era el informe exacto dado la mañana anterior: ninguna detención, ningún sospechoso, ninguna noticia.