Me aparté de la ventana y retrocedí hasta el centro de la sala para continuar mi paseo. Lo siguiente que necesitaba considerar era al hombre de la fotografía que me había mostrado Bosch. Había una contradicción ahí. Los primeros indicios apuntaban a que Vincent había conocido a la persona que lo mató y que le permitió acercarse, pero el hombre de la fotografía parecía disfrazado. ¿ Jerry habría bajado la ventanilla para el hombre de la fotografía? El hecho de que Bosch se hubiera concentrado en ese hombre no tenía sentido cuando se aplicaba a lo que se conocía de la escena del crimen.
Las llamadas del FBI al móvil de Vincent también formaban parte de la ecuación desconocida. ¿Qué sabía el FBI y por qué ningún agente se había acercado a Bosch? Quizá la agencia federal estaba ocultando sus huellas. Pero también sabía que podría no querer salir de las sombras para revelar una investigación en marcha. Si ése era el caso, necesitaría pisar con más cuidado que antes. Si terminaba mínimamente salpicado por una investigación de corrupción federal, nunca me recuperaría.
El último enigma que considerar era el homicidio en sí. Vincent había pagado el soborno y estaba preparado para ir a juicio como estaba programado. ¿Por qué se había convertido en un hándicap? Su asesinato ciertamente amenazaba el calendario y era una respuesta extrema. ¿Por qué lo habían matado?
Había demasiadas preguntas y demasiadas incógnitas por el momento. Necesitaba más información antes de poder llegar a conclusiones sólidas respecto a cómo proceder. Pero había una conclusión básica a la que no podía evitar llegar: parecía inquietantemente claro que mi propio cliente estaba maquinando a mis espaldas. Elliot me estaba manteniendo en la inopia respecto a las maquinaciones interiores del caso.
Pero esto podía funcionar en ambos sentidos. Decidí que haría exactamente lo que Bosch me había pedido: mantener la confidencialidad de la información que el detective me había dado. No la compartiría con mi equipo y, ciertamente, tal y como estaba la situación, no cuestionaría a Walter Elliot respecto a su conocimiento de estas cosas. Mantendría la cabeza por encima de las aguas negras del caso y los ojos bien abiertos.
Desplacé el foco de mis ideas a lo que tenía justo delante de mí. Estaba mirando la boca abierta del pez de Patrick Henson.
La puerta se abrió y Lorna volvió a entrar en la oficina para encontrarme allí mirando al sábalo real.
– ¿Qué estás haciendo? -preguntó ella.
– Pensando.
– Bueno, Cisco está aquí y hemos de irnos. Tienes una agenda ocupada hoy y no quiero que llegues tarde. -Entonces vamos. Me muero de hambre. Seguí a Lorna, pero no antes de mirar al gran pez colgado de la pared. Pensaba que sabía exactamente cómo se sentía.
23
Le pedí a Patrick que nos llevara al Pacific Dining Car, y Cisco y yo pedimos un bistec con huevos mientras Lorna se tomaba un té con miel. El Dining Car era un sitio donde a los cazadores de votos del centro les gustaba reunirse antes de un día de lucha en las torres de cristal cercanas. La comida era un poco cara pero buena. Instilaba confianza, hacía que el guerrero del centro se sintiera un hombre influyente.
En cuanto el camarero nos tomó nota y se alejó, Lorna apartó su plato y abrió un calendario de espiral en la mesa.
– Come deprisa -dijo ella-. Tienes un día ocupado.
– Cuéntame.
– Muy bien, empecemos por lo fácil.
Lorna pasó un par de páginas del calendario adelante y atrás antes de empezar.
– Tienes una cita en el despacho de la juez Holder a las diez en punto. Quiere un inventario de clientes actualizado.
– Me dijo que tenía una semana -protesté-. Hoy es jueves.
– Sí, bueno, Michaela me llamó y dijo que la juez quiere una actualización provisional. Creo que ha visto en el periódico que vas a seguir siendo el abogado de Elliot; debe de temer que gastes todo el tiempo en Elliot y te olvides de los demás clientes.
– Eso no es verdad. Presenté un pedimento ayer por Patrick y el martes me ocupé de la sentencia de Reese. O sea, aún no conozco a todos los clientes.
– No te preocupes, tengo un inventario en papel en la oficina para que lo lleves. Muestra con quién te has reunido, con quién has firmado y calendarios de todos ellos. Tú sólo dale con el papeleo y no se podrá quejar.
Sonreí. Lorna era la mejor gerente de casos del mercado.
– Genial. ¿Qué más?
– Luego, a las once, tienes una audiencia in camera con el juez Stanton sobre Elliot.
– ¿Conferencia de estatus?
– Sí. Quiere saber si vas a poder empezar el jueves.
– No, pero Elliot no lo quiere de ninguna otra manera.
– Bueno, el juez querrá que Elliot lo diga por sí mismo. Ha requerido la presencia del acusado.
Eso era inusual. La mayoría de las conferencias de estatus eran de rutina y rápidas. El hecho de que Stanton quisiera a Elliot allí la ponía en un ámbito más importante.
Pensé en algo y saqué el móvil.
– ¿Se lo has dicho a Elliot? Podría…
– Déjalo. Lo sabe y estará allí. He hablado con su secretaria, la señora Albrecht, esta mañana y sabe que ha de presentarse y que el juez puede revocar si no lo hace.
Asentí. Era una medida inteligente: amenazar la libertad de Elliot como forma de asegurar que se presentara.
– Bien -dije-. ¿Es todo?
Quería empezar con Cisco y preguntarle qué más había podido encontrar sobre la investigación de Vincent y si sus fuentes habían mencionado algo respecto al hombre que aparecía en la foto de la cámara de vigilancia que me había mostrado Bosch.
– Ni de lejos, amigo -respondió Lorna-. Ahora vamos al caso misterioso.
– Soy todo oídos.
– Ayer por la tarde recibimos una llamada de la secretaria del juez Friedman, que llamo a la oficina de Vincent a ciegas para ver si había alguien ocupándose de los casos. Cuando la secretaria se informó de que tú te estás ocupando, me preguntó si estabas al corriente de la comparecencia programada ante Friedman hoy a las dos. Comprobé nuestro nuevo calendario y no tenías nada para hoy a las dos. Así que ése es el misterio. Tienes una comparecencia a las dos de un caso del cual no sólo no teníamos en el calendario, sino que tampoco tenemos un expediente.
– ¿Cuál es el nombre del cliente?
– Eli Wyms.
No significaba nada para mí.
– ¿Wren conocía el nombre?
Lorna negó con la cabeza de manera desdeñosa.
– ¿Has comprobado los casos cerrados? Tal vez estaba mal archivado.
– No, lo comprobamos. No hay ninguna carpeta en toda la oficina.
– ¿Y para qué es la comparecencia? ¿Se lo preguntaste a la asistente?
Lorna asintió.
– Mociones previas. Wyms está acusado de intento de homicidio de un agente del orden y de varios cargos relacionados con posesión de armas. Lo detuvieron el 2 de mayo en un parque del condado en Calabasas. Fue acusado y enviado noventa días a Camarillo. Deben de haberlo considerado competente porque la vista de hoy es para establecer fecha de juicio y considerar la fianza.
Asentí. Por el resumen, pude leer entre líneas. Wyms se había metido en algún tipo de confrontación con armas de por medio con el departamento del sheriff, que proporcionaba servicios en la zona no incorporada conocida como Calabasas. Lo enviaron al centro de evaluación mental de Camarillo, donde los psiquiatras tardaron tres meses en decidir si estaba loco o estaba capacitado para afrontar los cargos que se le imputaban en un juicio. Los doctores determinaron que era competente, lo cual significaba que sabía distinguir entre el bien y el mal al tratar de matar a un agente del orden, seguramente el agente del sheriff al que se enfrentó.
Era un esbozo somero del problema en el que estaba metido Eli Wyms. Habría más detalles en el expediente, pero no había expediente.