Выбрать главу

– Sí, algo así. En cualquier caso, estoy devolviendo su llamada, Dwight. En realidad, sus tres llamadas. ¿Qué pasa? ¿Ha recibido el pedimento que presenté ayer?

Me recordé que tenía que andar con tiento si quería sacar el máximo partido a la llamada telefónica. No podía permitir que mi desagrado por el fiscal afectara el resultado para mi cliente.

– Sí, recibí la moción. La tengo delante en mi mesa. Por eso estoy llamando.

Lo dejó abierto para que yo entrara.

– ¿Y?

– Y, eh, bueno, no vamos a hacerlo, Mick.

– ¿Hacer qué, Dwight?

– Presentar nuestras pruebas a examen.

Cada vez daba más la sensación de que había pinchado en un nervio con mi moción.

– Bueno, Dwight, ésa es la belleza del sistema judicial. No ha de tomar la decisión, lo hará un juez. Por eso no se lo pedí a usted, lo puse en una moción y se lo pedí al juez.

Posey se aclaró la garganta.

– En realidad no, lo hacemos nosotros esta vez -dijo-. Vamos a retirar la acusación de robo y sólo presentaremos el cargo de drogas. Así que puede retirar la moción o podemos informar al juez de que el punto es irrelevante.

Sonreí. Lo tenía. Supe entonces que Patrick quedaría en libertad.

– Sólo hay un problema con eso, Dwight, es que el caso de drogas surgió de la investigación del robo. Eso lo sabe. Cuando detuvieron a mi cliente, la orden era por el robo. Las drogas se encontraron durante la detención. Así que no tiene una cosa sin la otra.

Tenía la sensación de que él sabía todo lo que yo estaba diciendo y que la llamada simplemente estaba siguiendo un guión. íbamos a llegar al lugar donde nos quería Posey, y eso me parecía bien. Esta vez yo quería ir al mismo sitio.

– Entonces, quizá podamos hablar de una resolución en la materia -dijo, como si la idea acabara de ocurrírsele.

Y allí estábamos. Habíamos llegado al lugar donde Posey quería que llegáramos desde el momento en que había respondido la llamada.

– Estoy dispuesto a ello, Dwight. Debería saber que mi cliente entró voluntariamente en un programa de rehabilitación después de su detención. Ha completado el programa, tiene un empleo a tiempo completo y lleva cuatro meses limpio. Puede orinar en cualquier momento y en cualquier lugar para demostrarlo.

– Está muy bien oír eso -dijo Posey con falso entusiasmo-. La fiscalía, igual que los tribunales, siempre ve favorablemente la rehabilitación voluntaria.

Cuéntame algo que no sepa, casi dije.

– El chico lo está haciendo bien. Puedo responder de ello. ¿Qué quiere hacer por él?

Sabía cómo se leería el guión ahora. Posey lo convertiría en un gesto de buena voluntad por parte de la fiscalía. Haría que pareciera como si la oficina del fiscal nos estuviera haciendo el favor, cuando la verdad era que la fiscalía estaba actuando para ahorrarle a una figura importante un bochorno personal y político. No tenía inconveniente con eso, no me importaban los fines políticos del trato siempre y cuando mi cliente obtuviera lo que yo quería para él.

– Mire, Mick. Dejémoslo estar, y quizá Patrick pueda usar esta oportunidad para seguir adelante siendo un miembro productivo de la sociedad.

– Me suena como un plan, Dwight. Me está alegrando el día. Y el de Patrick.

– Vale, entonces tráigame sus registros de rehabilitación y los pondremos en un paquete para el juez.

Posey estaba hablando de convertirlo en un caso de intervención previa al juicio. Patrick tendría que someterse a pruebas quincenales de drogas y en seis meses el caso quedaría cerrado si estaba limpio. Todavía tendría una detención en su historial, pero ninguna condena. A no ser…

– ¿Quiere limpiar sus antecedentes? -pregunté.

– Ah…, eso es pedir mucho, Mickey. Al fin y al cabo, allanó una casa y robó los diamantes.

– No hubo allanamiento, Dwight. Lo invitaron. Y todo esto trata de los supuestos diamantes, ¿no? De si realmente robó diamantes o no.

Posey debió de darse cuenta de que había metido la pata al sacar a relucir los diamantes. Plegó velas rápidamente.

– Muy bien, perfecto. Lo pondremos en el paquete.

– Eres un buen hombre, Dwight.

– Trato de serlo. ¿Retirará la moción?

– Mañana a primera hora. ¿Cuándo vamos al tribunal? Tengo un juicio que empieza al final de la semana que viene.

– Entonces lo haremos el lunes. Se lo haremos saber.

Colgué el teléfono y llamé al escritorio de recepción desde el interfono. Por fortuna, Lorna respondió.

– Pensaba que te había mandado a casa -dije.

– Estamos a punto de salir. Voy a dejar mi coche aquí y me voy con Cisco.

– ¿Qué, en su moto de donante?

– Perdona, papá, pero no creo que tengas que decir nada al respecto.

Gemí.

– Pero tengo algo que decir sobre quién trabaja como mi investigador. Si puedo manteneros separados, quizá pueda mantenerte viva.

– Mickey, ¡no te atrevas!

– ¿Puedes decirle a Cisco que necesito la dirección del liquidador?

– Lo haré. Y te veo mañana.

– Eso espero. Ponte el casco.

Colgué y Cisco entró con un post-it en una mano y una pistola en una cartuchera de piel en la otra. Rodeó el escritorio y puso el post-it delante de mí, luego abrió el cajón y guardó allí el arma.

– ¿Qué estás haciendo? -pregunté-. No puedes darme un arma.

– Es totalmente legal y está registrada a mi nombre.

– Es genial, pero no puedes dármela. Es ile…

– No te la estoy dando, la estoy dejando aquí porque he terminado la jornada. La recogeré por la mañana, ¿vale?

– En fin. Creo que vosotros dos os estáis pasando.

– Mejor que quedarse corto. Te veo mañana.

– Gracias. ¿Me enviaréis a Patrick antes de salir?

– Claro. Y por cierto, siempre le hago llevar casco. Lo miré y asentí.

– Eso está bien, Cisco.

Cisco salió del despacho y Patrick no tardó en entrar.

– Patrick, Cisco ha hablado con el liquidador de Vincent y aún tiene una de tus tablas largas. Puedes pasarte a recogerla. Sólo dile que vienes de mi parte y llámame si hay algún problema.

– Oh, joder, gracias.

– Sí, bueno, tengo aún mejores noticias de tu caso.

– ¿Qué ha pasado?

Le expliqué la llamada telefónica que había mantenido con Dwight Posey. Al contarle a Patrick que no iría a prisión si se mantenía limpio, vi que sus ojos ganaban un poco de luz. Fue como quitarle un peso de encima. Podía volver a mirar al futuro.

– He de llamar a mamá -dijo-. Estará encantada.

– Sí, bueno, espero que tú también lo estés.

– Lo estoy, lo estoy.

– Ahora, tal como lo veo, me debes un par de miles por mi trabajo en esto. Eso son más o menos dos semanas y media de conducir. Si quieres, puedes quedarte conmigo hasta que termines de pagar. Después de eso, podemos hablar y ver dónde estamos.

– Genial. Me gusta el trabajo.

– Bien, Patrick, trato hecho.

Patrick sonrió de oreja a oreja y empezó a volverse para irse.

– Otra cosa, Patrick.

Se volvió a mirarme.

– Te he visto durmiendo en tu furgoneta en el garaje esta mañana.

– Lo siento. Encontraré otro sitio. -Bajó la mirada al suelo.

– No, lo siento yo -dije-. Olvidé que la primera vez que hablamos por teléfono me dijiste que vivías en la furgoneta y dormías en una caseta de socorrista. No sé lo seguro que es dormir en un garaje donde mataron a un tipo la otra noche.

– Encontraré otro sitio.

– Bueno, si quieres, puedo darte un anticipo de tu paga. Quizá te ayude a conseguir una habitación de motel o algo.

– Hum, supongo.

Estaba contento de ayudarle, pero sabía que vivir en un motel por dos semanas era casi tan deprimente como vivir en un coche.

– ¿Sabes qué te digo? -dije-. Si quieres, puedes quedarte conmigo un par de semanas. Hasta que consigas algo de dinero y tengas un mejor plan.