– ¿Qué opina del artículo?
Me senté en el asiento libre que había frente a él, lo miré pero actué como si estuviera hablando con alguien alejado.
– Esto es bastante estúpido -dijo Bosch.
– Bueno, no sabía si quería ir de incógnito o…
– Cuelgue.
Cerramos los teléfonos y nos miramos el uno al otro.
– Bueno -espeté-. ¿Estamos en juego?
– No lo sabremos hasta que lo sepamos.
– ¿Qué significa eso?
– El artículo está ahí. Creo que hizo lo que queríamos que hiciera. Ahora esperamos y vemos. Si ocurre algo, entonces sí, estamos en juego. No sabremos si vamos a estar en juego hasta que lo estemos.
Asentí con la cabeza, aunque lo que había dicho no tenía sentido para mí.
– ¿Quién es la mujer de negro? -preguntó-. No me dijo que tuviera novia. Probablemente también deberíamos vigilarla.
– Es mi lectora de jurados, nada más.
– Ah, ¿le ayuda a elegir a gente que odia a la policía y va contra el establishment?
– Algo así. ¿Solamente está usted? ¿Me está vigilando solo?
– ¿Sabe?, una vez tuve una novia que siempre me hacía las preguntas a tandas. Nunca de una en una.
– ¿Alguna vez respondió a alguna de sus preguntas? ¿O simplemente las desvió inteligentemente como está haciendo ahora?
– No estoy solo, abogado. No se preocupe. Tiene gente alrededor a la que no verá nunca. Tengo gente en su oficina tanto si está allí como si no.
Y cámaras. Las habían instalado diez días antes, cuando pensábamos que el artículo del Times era inminente.
– Sí, bueno, no estaremos allí mucho tiempo.
– Me he fijado. ¿Adónde se muda?
– A ningún sitio. Trabajo desde mi coche.
– Parece divertido.
Lo estudié un momento. Había sido sarcástico en su tono, como de costumbre. Era un tipo molesto, pero en cierto modo me había convencido de que le confiara mi seguridad.
– Bueno, he de ir al tribunal. ¿Hay algo que deba hacer? ¿Cualquier forma particular en que quiera que actúe o algún sitio al que quiera que vaya?
– Sólo haga lo mismo de siempre. Pero hay una cosa: mantenerle vigilado en movimiento requiere mucha gente. Así que, al final del día, cuando esté en casa por la noche, llámeme y dígamelo para que pueda enviar a gente a descansar.
– Vale. Pero aun así tendrá a alguien vigilando, ¿no?
– No se preocupe, estará cubierto en todo momento. Ah, y otra cosa.
– ¿Qué?
– No se me vuelva a acercar así.
Asentí. Me estaba echando.
– Entendido.
Me levanté y miré hacia el restaurante. Vi a Lorna contando los billetes de veinte que había dejado y poniéndolos sobre la cuenta. Al parecer los estaba usando todos. Patrick se había levantado de la mesa y estaba yendo a buscar el coche.
– Hasta luego, detective -dije sin mirarlo.
No respondió. Me alejé y alcancé a mi grupo cuando estaban saliendo del restaurante.
– ¿Era el detective Bosch con quien estabas? -preguntó Lorna.
– Sí, lo vi ahí fuera.
– ¿Qué estaba haciendo?
– Dijo que le gusta venir aquí a comer, sentarse en esas butacas cómodas a pensar.
– Es una coincidencia que nosotros también estuviéramos aquí.
Julie Favreau negó con la cabeza.
– Las coincidencias no existen -dijo.
38
Después de comer, Golantz empezó a presentar su caso. Empezó con lo que yo llamaba la presentación de «casilla uno». Comenzó por el principio -la llamada al 911 que llevó a la luz pública el doble homicidio- y procedió de un modo lineal a partir de ahí. El primer testigo era una operadora de emergencias del centro de comunicaciones del condado, a la que usaron para presentar las cintas de las grabaciones de petición de ayuda de Walter Elliot. En una moción previa al juicio intenté frustrar la reproducción de las dos cintas, argumentando que las transcripciones impresas serían más claras y más útiles para los jurados, pero el juez había fallado a favor de la acusación. Ordenó a Golantz que proporcionara a los miembros del jurado transcripciones para que pudieran leer junto con el audio cuando las cintas se reprodujeran en la sala.
Había intentado impedir la reproducción de las cintas porque sabía que eran perjudiciales para mi cliente. Elliot había hablado con calma a la operadora en la primera llamada, informando de que su mujer y otra persona habían sido asesinados. En ese comportamiento calmado había espacio para que el jurado hiciera una interpretación de frialdad calculada que yo no deseaba que hiciera. La segunda cinta era peor desde el punto de vista de la defensa. Elliot sonaba molesto y también dejaba patente su desagrado por el hombre al que habían matado con su esposa.
Cinta 1. 02-05-2007. 13.05 h
OPERADORA: Nueve uno uno. ¿Tiene una emergencia?
WALTER ELLIOT: Sí…, bueno, creo que están muertos. No creo que nadie pueda ayudarlos.
OPERADORA: Disculpe, señor, ¿con quién estoy hablando?
WALTER ELLIOT: Soy Walter Elliot. Estoy en mi casa.
OPERADORA: Sí, señor. ¿Y ha dicho que alguien ha muerto?
WALTER ELLIOT: He encontrado a mi mujer. Le han disparado. Y también hay un hombre. También le han disparado.
OPERADORA: Espere un momento, señor. Deje que informe de esto y envíe ayuda.
pausa
OPERADORA: Muy bien, señor Elliot, la ambulancia y los agentes están en camino.
WALTER ELLIOT: Es tarde para ellos. Para los médicos, digo.
OPERADORA: He de mandarlos, señor. ¿Dice que les han disparado? ¿Está usted en peligro?
WALTER ELLIOT: No lo sé. Acabo de llegar. Yo no lo he hecho. ¿Está grabando esto?
OPERADORA: Sí, señor. Todo se graba. ¿Está en la casa ahora 280 mismo?
WALTER ELLIOT: En el dormitorio. Yo no lo hice.
OPERADORA: ¿Hay alguien más en la casa además de usted y las dos personas a la que dispararon?
WALTER ELLIOT: No lo creo.
OPERADORA: Muy bien, quiero que salga a la calle para que los agentes lo vean cuando lleguen. Manténgase donde puedan verlo.
WALTER ELLIOT: De acuerdo, voy a salir.
final
En la segunda cinta aparecía otra operadora, pero dejé que Golantz la reprodujera. Había pedido la gran discusión respecto a si las cintas debían reproducirse, y no veía el sentido en hacer perder el tiempo al tribunal haciendo que el fiscal trajera a la segunda operadora para presentar la segunda cinta.
Esta llamada se hizo desde el teléfono móvil de Elliot. Estaba fuera y se distinguía de fondo el rumor de las olas del océano.
Cinta 2. 05-02-2007. 13.24 h
OPERADORA: Nueve uno uno, ¿cuál es su emergencia?
WALTER ELLIOT: Sí, he llamado antes. ¿Dónde están todos?
OPERADORA: ¿Ha llamado al nueve uno uno?
WALTER ELLIOT: Sí, han disparado a mi mujer. Y también al alemán. ¿Dónde está todo el mundo?
OPERADORA: ¿Es por la llamada de Malibú en Crescent Cove Road?
WALTER ELLIOT: Sí, soy yo. Llamé hace al menos quince minutos y no ha llegado nadie.
OPERADORA: Señor, mi pantalla muestra que nuestra unidad alfa tiene un tiempo estimado de llegada de menos de un minuto. Cuelgue el teléfono y quédese en la puerta para que puedan verle cuando lleguen. ¿Lo hará, señor?
WALTER ELLIOT: Ya estoy fuera.
OPERADORA: Entonces espere ahí, señor.
WALTER ELLIOT: Lo que usted diga. Adiós.
final
En la segunda llamada, Elliot no sólo sonaba enfadado por el retraso, sino que decía la palabra «alemán» casi con desdén. No importaba si la culpabilidad podía extrapolarse de sus tonos verbales, las cintas contribuían a establecer la tesis de la fiscalía de que Walter Elliot era un arrogante que se creía por encima de la ley. Era un buen comienzo para Golantz.
Decliné interrogar a la operadora telefónica porque sabía que no podía obtener nada para la defensa. El siguiente testigo de cargo era el agente del sheriff Brendan Murray, que conducía el coche alfa que respondió en primer lugar a la llamada al 911. En media hora de testimonio, Golantz guio con minucioso detalle las explicaciones del agente sobre su llegada y hallazgo de los cadáveres. Prestó especial atención a los recuerdos de Murray de la conducta, actitud y afirmaciones de Elliot. Según Murray, el acusado no mostró emoción alguna cuando los condujo por la escalera al dormitorio donde habían disparado a su esposa, que yacía muerta y desnuda en la cama. Pasó con calma por encima de las piernas del hombre asesinado en el umbral y señaló al cadáver que había en la cama.