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– Dijo: «Es mi esposa. Y estoy casi seguro de que está muerta» -testificó Murray.

Según Murray, Elliot manifestó asimismo en al menos tres ocasiones que él no había matado a las dos personas del dormitorio.

– Veamos, ¿eso es inusual? -preguntó Golantz.

– Bueno, no estamos formados para participar en investigaciones de homicidios -dijo Murray-. Se supone que no hemos de hacerlo. Así que yo nunca le pregunté a Elliot si lo había hecho. Él simplemente nos lo decía.

Tampoco tenía preguntas para Murray. Él estaba en mi lista de testigos y podría volver a llamarlo durante la fase de la defensa del juicio si me hacía falta. Pero quería esperar al siguiente testigo de la acusación, Christopher Harber, que era el compañero de Murray y un novato en el departamento del sheriff. Pensaba que si alguno de los agentes podía cometer un error que pudiera ayudar a la defensa, sería el novato. El testimonio de Harber fue más breve que el de Murray y básicamente se utilizó para confirmar el testimonio de su compañero. Oyó las mismas cosas que había oído Murray y también vio las mismas cosas.

– Sólo unas pocas preguntas, señoría -dije cuando Stanton me preguntó por un contrainterrogatorio.

Mientras que Golantz había realizado su interrogatorio directo desde el atril, yo me quedé en la mesa de la defensa para la réplica. Era una treta. Quería que el jurado, el testigo y el fiscal creyeran que sólo estaba siguiendo el protocolo y haciendo unas cuantas preguntas en el contrainterrogatorio. La verdad era que estaba a punto de plantar lo que sería un elemento clave en la estrategia de la defensa.

– Veamos, agente Harber, es usted novato, ¿verdad?

– Así es.

– ¿Ha testificado antes ante un tribunal?

– No en un caso de homicidio.

– Bueno, no se ponga nervioso. Pese a lo que pueda haberle dicho el señor Golantz, no muerdo.

Hubo un educado murmullo de risas en la sala. El rostro de Harber se puso un poco colorado. Era un hombre grande con el pelo rubio rojizo cortado al estilo militar, como les gusta en el departamento del sheriff.

– Veamos, cuando usted y su compañero llegaron a la casa de Elliot, dijo que vio a mi cliente de pie en la rotonda. ¿Es correcto?

– Es correcto.

– Muy bien, ¿qué estaba haciendo?

– Sólo estaba allí de pie. Le habían dicho que nos esperara.

– Muy bien, veamos, ¿ qué sabía usted de la situación cuando el coche alfa aparcó allí?

– Sólo sabíamos lo que nos había dicho la operadora: que un hombre llamado Walter Elliot había llamado desde la casa y había dicho que había dos personas muertas en el interior. Que les habían disparado.

– ¿Había recibido alguna llamada similar antes?

– No.

– ¿Estaba asustado, nervioso, excitado? ¿Qué?

– Diría que la adrenalina fluía, pero estaba bastante tranquilo.

– ¿Sacó su arma al salir del coche?

– Sí, lo hice.

– ¿Apuntó al señor Elliot?

– No, la llevé a mi costado.

– ¿Su compañero sacó el arma?

– Eso creo.

– ¿Apuntó al señor Elliot?

Harber vaciló. Siempre me gustaba que los testigos de la fiscalía vacilaran.

– No lo recuerdo. En realidad no lo estaba mirando, miraba al acusado.

Asentí con la cabeza, como si eso tuviera sentido para mí.

– Tenía que mantener la seguridad, ¿no? No conocía a este hombre. Sólo sabía que supuestamente había dos personas muertas en el interior.

– Eso es.

– Entonces ¿sería correcto decir que se acercó al señor Elliot con cautela?

– Sí.

– ¿Cuándo se guardó el arma?

– Después de que registráramos la casa.

– ¿Se refiere a que fue después de que entraran y confirmaran las muertes y que no había nadie más dentro? -Correcto.

– Bien, así pues, cuando estaban haciendo esto, ¿el señor Elliot permaneció todo el tiempo con ustedes?

– Sí, necesitábamos mantenerlo con nosotros para que nos mostrara dónde estaban los cadáveres.

– ¿Estaba detenido?

– No. Nos los mostró voluntariamente.

– Pero lo habían esposado, ¿no?

A la pregunta siguió la segunda vacilación de Harber. Estaba en aguas revueltas y probablemente recordando las frases que había practicado con Golantz o su ayudante.

– Había accedido voluntariamente a ser esposado. Le explicamos que no lo estábamos deteniendo, pero que teníamos una situación volátil en la casa y que sería preferible para su seguridad y la nuestra que estuviera esposado mientras registrábamos la casa.

– Y accedió.

– Sí, accedió.

En mi visión periférica vi a Elliot negar con la cabeza. Esperaba que el jurado también lo hubiera visto.

– ¿Llevaba las manos esposadas a la espalda o por delante?

– A la espalda, según la normativa. No estamos autorizados a esposar a un sujeto por delante.

– ¿Un sujeto? ¿Qué significa eso?

– Un sujeto puede ser cualquier persona envuelta en una investigación.

– ¿Alguien que está detenido?

– Eso también, sí. Pero Elliot no estaba detenido.

– Sé que es nuevo en el trabajo, pero ¿con cuánta frecuencia ha esposado a alguien que no estuviera detenido?

– Ha ocurrido en alguna ocasión, pero no puedo recordar cuántas veces.

Asentí, pero esperaba que quedara claro que no estaba asintiendo porque lo creyera.

– Veamos, su compañero y usted han testificado que el señor Elliot les dijo a los dos en tres ocasiones que no era responsable de los crímenes ocurridos en esa casa. ¿Es así?

– Sí.

– Oyó esas afirmaciones.

– Sí.

– ¿Fue cuando estaban dentro o fuera de la casa?

– Fue dentro, cuando estábamos en el dormitorio.

– Así que eso significa que hizo esas supuestamente no incitadas declaraciones de su inocencia mientras estaba esposado con los brazos a su espalda y usted y su compañero llevaban las armas desenfundadas, ¿es eso correcto?

La tercera vacilación.

– Sí, creo que así es.

– ¿Y está diciendo que no estaba detenido en este momento?

– No estaba detenido.

– Muy bien, ¿qué ocurrió después de que Elliot les llevara a la casa y al dormitorio donde estaban los cadáveres y usted y su compañero determinaran que no había nadie más en la casa?

– Volvimos a sacar al señor Elliot, precintamos la casa y avisamos al servicio de detectives por un caso de homicidio.

– ¿Todo eso está de acuerdo con la normativa del departamento del sheriff?

– Sí.

– Bien. Dígame, agente Harber, ¿le retiró las esposas entonces al señor Elliot, puesto que no estaba detenido?

– No señor, no lo hicimos. Colocamos al señor Elliot en la parte trasera del coche, y va contra el procedimiento colocar a un sujeto en un coche del sheriff sin esposas.

– Una vez más, tenemos la palabra «sujeto». ¿Está seguro de que Elliot no estaba detenido?

– Estoy seguro. No lo detuvimos.

– Muy bien, ¿cuánto tiempo estuvo en el asiento trasero de ese coche?

– Aproximadamente media hora mientras esperábamos al equipo de homicidios.