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– ¡Hayley! -dije en voz alta a su espalda.

Mi hija se volvió a mirarme.

– Hasta el miércoles. ¡ Crepés!

Ella estaba sonriendo cuando se unieron a la multitud que esperaba un ascensor.

Me fijé en que mi ex mujer también estaba sonriendo. La señalé mientras volvía hacia la sala.

– Tú también puedes venir.

Ella asintió.

– Ya veremos -dijo.

Un ascensor se abrió y avanzaron hacia allí.

– Ya veremos.

Esas dos palabras lo representaban todo para mí.

40

En cualquier juicio por homicidio, el principal testigo para la acusación es siempre el investigador jefe. Como no hay víctimas vivas para contarle al jurado lo que les había ocurrido, recaía en el detective la responsabilidad de explicar la investigación, así como de hablar por los muertos. El detective convence; lo reúne todo para el jurado, lo deja claro y bien dispuesto. El trabajo del detective es vender el caso al jurado y, como en cualquier intercambio o transacción, con frecuencia la clave está en el vendedor tanto como en el producto que se vende. Los mejores detectives de homicidios son los mejores vendedores. He visto hombres tan duros como Harry Bosch dejando caer una lágrima en el estrado al describir los últimos momentos pasados en este mundo por una víctima de homicidio.

Golantz llamó al detective del caso al estrado después del receso de la tarde. Fue un golpe de genio y planificación magistral. John Kinder ocuparía el centro del estrado hasta que se levantara la sesión, y los jurados se irían a casa con sus palabras para considerar durante la cena y la noche. Y no había nada que yo pudiera hacer salvo mirar.

Kinder era un hombre negro, grande y afable que hablaba con una voz de barítono paternal. Llevaba gafas de lectura caídas hasta la punta de la nariz cuando consultaba la gruesa carpeta que se había llevado consigo al estrado. Entre pregunta y pregunta miraba por encima de los cristales a Golantz o al jurado. Sus ojos parecían cómodos, amables, alertas y prudentes. Era la clase de testigo para el que no tenía respuesta.

Con las preguntas precisas de Golantz y una serie de primeros planos de las fotos de la escena del crimen -cuya exposición no había podido evitar bajo el argumento de que eran tendenciosas- Kinder llevó al jurado a dar una vuelta por la escena del crimen para exponerles lo que las pruebas contaban al equipo de investigación. Era puramente clínico y metódico, pero a la vez sumamente interesante. Con su voz profunda y autorizada, Kinder casi daba la impresión de un profesor que explicaba el abecé de la investigación de homicidios a todos los presentes en la sala.

Protesté ocasionalmente cuando pude, en un esfuerzo por romper el ritmo Golantz-Kinder, pero había poco que pudiera hacer salvo despejar de cabeza y esperar. En un momento recibí un mensaje de texto en mi teléfono desde la tribuna y éste no me ayudó a calmar mis preocupaciones.

Favreau: ¡Les encanta este tipo! ¿No puedes hacer nada?

Sin volverme a mirar a Favreau, me limité a negar con la cabeza mientras miraba la pantalla del móvil por debajo de la mesa de la defensa.

Entonces miré a mi cliente y me pareció que apenas estaba prestando atención al testimonio de Kinder. Estaba tomando notas en un bloc, pero no eran sobre el juicio o el caso. Vi un montón de números y el encabezamiento Distribución Exterior subrayado en la página. Me acerqué y le susurré.

– Ese tipo nos está matando -le dije-. Por si no se ha dado cuenta.

Una sonrisa sin humor apareció en los labios de Elliot, que me respondió con otro susurro.

– Creo que lo estamos haciendo bien. Ha tenido un buen día.

Negué con la cabeza y volví a observar el testimonio. Tenía un cliente que no estaba preocupado con la realidad de su situación. Estaba al corriente de mi estrategia en el juicio y de que tenía la bala mágica en mi revólver, pero nada es seguro cuando se trata de un juicio. Por eso el noventa por ciento de los casos se solventan con una resolución antes del juicio. Nadie quiere jugársela. Las apuestas son demasiado altas. Y en un proceso por homicidio las apuestas son las más altas de todas. Pero desde el primer día Walter Elliot no daba la sensación de entenderlo. Seguía con su negocio de hacer películas y ocuparse de la distribución en el extranjero y aparentemente creía que estaba fuera de toda duda que lo declararían inocente al final del juicio. Yo sentía que mi caso era a prueba de balas, pero ni siquiera yo mismo poseía esa seguridad.

Después de cubrir a conciencia con Kinder los aspectos fundamentales de la investigación de la escena del crimen, Golantz pasó al testimonio sobre Elliot y la interacción del investigador con él.

– Veamos, ha testificado que el acusado permaneció en el coche patrulla del agente Murray mientras ustedes examinaban inicialmente la escena del crimen y veían qué terreno pisaban, ¿correcto?

– Sí, es correcto.

– ¿Cuándo habló por primera vez con Walter Elliot?

Kinder se refirió a un documento que tenía en la carpeta abierta en el estante delante del estrado de los testigos.

– Aproximadamente a las 14.30 salí de la casa después de completar mi examen inicial de la escena del crimen y les pedí a los agentes que sacaran del coche al señor Elliot.

– ¿Y qué hizo entonces?

– Le pedí a uno de los agentes que le quitara las esposas, porque consideraba que ya no eran necesarias. Había varios agentes e investigadores en la escena en ese momento y el lugar estaba muy seguro.

– ¿Estaba el señor Elliot bajo arresto en ese momento?

– No, no lo estaba y se lo expliqué a él. Le dije que los agentes habían estado tomando todas las precauciones hasta que supieron lo que tenían. El señor Elliot dijo que lo comprendía. Le pregunté si quería continuar cooperando y mostrar el interior de la casa a los miembros de mi equipo y dijo que sí.

– ¿Entonces volvió a llevarlos al interior de la casa?

– Sí. Primero le pedimos que se pusiera botines para no contaminar nada y luego volvimos a entrar. Le pedí a Elliot que volviera a trazar exactamente los pasos que dijo que había dado cuando entró y encontró los cadáveres.

Tomé nota respecto a que era un poco tarde para los botines, porque Elliot ya había mostrado el interior a los primeros agentes. Dispararía a Kinder con eso en el contrainterrogatorio.

– ¿Había algo inusual en los pasos que dijo que había dado o algo inconsistente en lo que le contó?

Protesté a la pregunta, argumentando que era demasiado vaga. El juez la aceptó. Un punto de inconsistencia para la defensa. Golantz simplemente la reformuló de un modo más específico.

– ¿Adonde lo llevó el señor Elliot en la casa, detective Kinder?

– Nos hizo pasar y subimos directamente por la escalera al dormitorio. Nos dijo que era eso lo que había hecho al entrar. Explicó que entonces encontró los cadáveres y llamó al 911 desde el teléfono contiguo a la cama. Dijo que la operadora le pidió que saliera de la casa y esperara en la puerta y que eso es lo que hizo. Le pregunté específicamente si había estado en algún otro lugar de la casa y dijo que no.

– ¿Parecía inusual o inconsistente?

– Bueno, para empezar, pensé que de ser cierto era extraño que hubiera entrado y hubiera subido directamente al dormitorio sin mirar inicialmente en la planta baja de la casa. Tampoco cuadraba con lo que nos dijo al salir de la casa. Señaló el coche de su mujer, que estaba aparcado en la rotonda, y dijo que era así como supo que había alguien con ella en la casa. Le pregunté qué significaba y dijo que había aparcado delante para que Johan Rilz, la otra víctima, pudiera usar la plaza de garaje. Habían almacenado muebles y cosas allí y sólo quedaba un espacio libre. Dijo que el alemán había escondido su Porsche allí y que su mujer tuvo que aparcar fuera.