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– Veo la designación del coche pintada ahí. Es 4A o cuatro-alfa, como dicen en la radio del sheriff.

– Muy bien, ¿Y reconoció esa designación? ¿La había visto antes?

– Bueno, escucho mucho el escáner, así que estoy familiarizado con la designación cuatro-alfa. Y de hecho había visto el coche cuatro-alfa ese mismo día.

– ¿En qué circunstancias?

– Había estado escuchando el escáner y oí que tenían una situación con rehenes en el Creek State Park de Malibú. También había ido a grabarlo.

– ¿Cuándo fue eso?

– Hacia las dos de la mañana.

– Entonces, unas diez horas antes de que grabara las actividades en la casa de Elliot había ido a grabar un vídeo en esta situación de rehenes, ¿correcto?

– Es correcto.

– ¿Y el coche cuatro-alfa también estaba implicado en ese anterior incidente?

– Sí, cuando finalmente detuvieron al sospechoso, lo transportaron en el cuatro-alfa. El mismo coche.

– ¿A qué hora fue eso?

– No fue hasta casi las cinco de la madrugada. Fue una larga noche.

– ¿Lo grabó en vídeo?

– Sí, lo hice. El metraje va antes en la misma cinta.

Señaló la imagen congelada en la pantalla.

– Vamos a verlo -dije.

Le di al botón de rebobinar en el mando a distancia. Golantz se levantó de un salto, protestó y solicitó un aparte. El juez nos hizo subir y yo me llevé la lista de los testigos que había entregado en el tribunal dos semanas antes.

– Señoría -dijo Golantz enfadado-. La defensa está otra vez embaucando. No hay indicación en la revelación ni tampoco de la intención del señor Haller de explorar otro crimen con este testigo. Me opongo a que esto se presente.

Yo, tranquilamente, coloqué la hoja de testigos delante del juez. Según las reglas de revelación, tenía que enumerar a cada testigo que pensaba llamar y hacer un breve resumen de qué se esperaba que incluyera su testimonio. Julio Muñiz estaba en mi lista. El resumen era breve, pero no restrictivo.

– Dice claramente que testificará sobre el vídeo que grabó el 2 de mayo, el día de los asesinatos -expliqué-. El vídeo que grabó en el parque se grabó el día de los asesinatos, el 2 de mayo. Ha estado aquí dos semanas, señoría. Si alguien se está embaucando, es el señor Golantz quien se embauca a sí mismo. Podría haber hablado con este testigo y comprobar sus vídeos. Aparentemente no lo hizo.

El juez examinó un momento la lista de testigos y asintió.

– Protesta denegada -dijo-. Puede proceder, señor Haller.

Volví, rebobiné la cinta y empecé a reproducirla. El jurado continuaba prestando un interés máximo. Era una grabación nocturna: las imágenes tenían más grano y las escenas parecían saltar más que en la primera secuencia.

Finalmente, llegué a la parte en la que aparecía un hombre con las manos esposadas a su espalda al que colocaban en un coche patrulla. Un agente cerró la puerta y golpeó dos veces el techo. El coche arrancó y pasó directamente junto a la cámara. En ese momento, congelé la imagen.

La pantalla mostraba una imagen con grano del coche patrulla. La luz de la cámara iluminaba al hombre sentado en el asiento de atrás, así como el techo del coche.

– Señor Muñiz, ¿cuál es la designación que aparece en el techo de ese coche?

– Otra vez es 4A o cuatro-alfa.

– Y el hombre al que transportan, ¿dónde está sentado?

– En el asiento trasero derecho.

– ¿Está esposado?

– Bueno, lo estaba cuando lo pusieron en el coche. Yo lo grabé.

– Tenía las manos esposadas a la espalda, ¿correcto?

– Correcto.

– Vamos a ver, ¿está en la misma posición y asiento en el coche patrulla que el señor Elliot cuando lo grabó unas ocho horas más tarde?

– Sí, exactamente en la misma posición.

– Gracias, señor Muñiz, no hay más preguntas.

Golantz renunció al contrainterrogatorio. No había nada en el directo que pudiera atacar y el vídeo no mentía. Muñiz bajó del estrado. Le dije al juez que quería dejar la pantalla de vídeo en su lugar para mi siguiente testigo y llamé al agente Todd Stallworth al estrado.

Stallworth parecía más enfadado que cuando había entrado antes en la sala. Eso estaba bien. También parecía agotado y su uniforme daba la sensación de habérsele mustiado sobre el cuerpo. Una de las mangas de la chaqueta tenía una mancha negra de rozadura, presumiblemente de una pelea durante la noche.

Establecí rápidamente la identidad de Stallworth y que estaba conduciendo el coche alfa en el distrito de Malibú durante el primer turno del día de los asesinatos en la casa de Elliot. Antes de poder plantear otra pregunta, Golantz protestó una vez más y solicitó un aparte. Cuando llegamos allí, levantó las manos con las palmas hacia arriba en un gesto de «¿qué es esto?». Su estilo se me estaba haciendo viejo.

– Señoría, protesto a este testigo. La defensa lo escondió en la lista de los testigos entre los muchos agentes que estuvieron en la escena y no tuvieron relación con el caso.

Una vez más tenía la lista de los testigos a mano. Esta vez la dejé con fuerza delante del juez en un gesto de fingida frustración y pasé el dedo por la columna de nombres hasta que llegué a Todd Stallworth. Estaba allí en medio de una lista de otros cinco agentes que estuvieron en casa de Elliot.

– Señoría, si estaba escondiendo a Stallworth, lo estaba escondiendo a plena luz. Claramente aparece enumerado bajo personal de las fuerzas policiales. La explicación es la misma que antes: dice que testificará sobre sus actividades el 2 de mayo. Es lo único que puse, porque nunca hablé con él. Voy a oír lo que tenga que decir ahora mismo por primera vez.

Golantz negó con la cabeza y trató de mantener la compostura.

– Señoría, desde el comienzo de este juicio la defensa se ha basado en trucos y engaños para…

– Señor Golantz -le interrumpió el juez-, no diga algo que no pueda respaldar y que pueda meterle en líos. Este testigo, como el primero que ha llamado el señor Haller, ha estado en esta lista dos semanas. Aquí mismo, en negro sobre blanco. Ha tenido la oportunidad de descubrir lo que esta gente iba a decir. Si no aprovechó esa oportunidad, fue decisión suya. Pero esto no es truco ni engaño. Será mejor que se controle.

Golantz se quedó cabizbajo un momento antes de hablar.

– Señoría, la fiscalía solicita un breve receso -dijo finalmente con voz calmada.

– ¿Cómo de breve?

– Hasta la una en punto.

– Yo no llamaría breve a dos horas, señor Golantz.

– Señoría -interrumpí-, me opongo a cualquier receso. Sólo quiere contactar con mi testigo y cambiar su testimonio.

– Ahora protesto yo -dijo Golantz.

– Mire, ningún receso, ningún aplazamiento y basta de discusiones -zanjó el juez-. Ya hemos perdido la mayor parte de la mañana. Protesta denegada. Retírense.

Regresamos a nuestros puestos y reproduje un fragmento de treinta segundos del vídeo que mostraba al hombre esposado al ser colocado en la parte trasera del coche cuatro-alfa en el Creek State Park de Malibú. Congelé la imagen en el mismo lugar que antes, justo cuando el coche pasaba acelerando junto a la cámara. Dejé la imagen en la pantalla mientras continuaba mi interrogatorio directo.

– Agente Stallworth, ¿es usted quien conduce ese coche?

– Sí.

– ¿Quién es el hombre del asiento trasero?

– Se llama Eli Wyms.

– Me he fijado en que estaba esposado antes de ser colocado en el coche. ¿Es porque estaba detenido?

– Sí, así es.

– ¿Por qué lo detuvieron?

– Por intentar matarme, para empezar. Además fue acusado de descarga ilegal de arma de fuego.

– ¿Cuántos cargos de descarga ilegal de un arma?

– No recuerdo la cifra exacta.