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Después de que dijera su nombre, lo deletreara y tomara el juramento de decir la verdad y nada más que la verdad, me levanté con mi bloc y me acerqué al atril.

– Buenas tardes, doctora Arslanian, ¿cómo está?

– Bien. Gracias por preguntar.

Había un rastro de acento sureño en su voz.

– Antes de empezar con su curriculum vítae, quiero sacar algo de en medio de entrada. Usted es una asesora pagada de la defensa, ¿es correcto?

– Sí, es correcto. Me pagan por estar aquí, no por testificar nada que no sea mi propia opinión, tanto si favorece a la defensa como si no. Ése es mi trato y nunca lo cambio.

– Muy bien, díganos de dónde es, doctora.

– Vivo en Ossining, Nueva York, ahora mismo. Nací y me crié en Florida y pasé muchos años en la zona de Boston, yendo a diferentes escuelas.

– Shamiram Arslanian. No me suena a nombre de Florida.

La testigo esbozó una sonrisa radiante.

– Mi padre es armenio al cien por cien. Supongo que eso me hace mitad armenia y mitad floridana. De niña, mi padre me decía que era armaguedana.

Muchos de los presentes en la sala rieron entre dientes educadamente.

– ¿Cuáles son sus estudios en ciencias criminológicas? -pregunté.

– Bueno, tengo dos licenciaturas relacionadas. Tengo un máster en el MIT (el Instituto de Tecnología de Massachusetts) en ingeniería química. También tengo un doctorado en criminología que me concedieron en el John Jay College de Nueva York.

– ¿Cuándo dice «concedieron» se refiere a que es un grado honorífico?

– Cielos, no -dijo con energía-. Me pelé los codos dos años para sacármelo.

Esta vez las risas estallaron en la sala y me fijé en que incluso el juez sonrió antes de hacer sonar educadamente el mazo en una sola ocasión para llamar al orden.

– He visto en su curriculum vítae que también tiene dos diplomaturas. ¿Es cierto?

– Parece que tengo dos de todo: dos hijos, dos coches, incluso tengo dos gatos en casa llamados Wilbur y Orville.

Miré a la mesa de la acusación y vi que Golantz y su segunda estaban mirando al frente sin esbozar la menor sonrisa. Me fijé a continuación en el jurado y vi los veinticuatro ojos posados en mi testigo con embelesada atención. Los tenía comiendo de su mano y todavía no había empezado.

– ¿De qué son sus diplomaturas?

– Tengo una por Harvard en ingeniería y otra del Berklee College of Music. Fui a las dos escuelas al mismo tiempo.

– ¿Tiene una diplomatura en música? -pregunté con fingida sorpresa.

– Me gusta cantar.

Más risas. Los goles iban cayendo. Una sorpresa tras otra. Shami Arslanian era la testigo perfecta.

Golantz finalmente se levantó y se dirigió al juez.

– Señoría, la fiscalía solicita que la testigo proporcione testimonio en relación con la ciencia criminalística y no sobre música, nombres de mascotas o cosas que no guardan ninguna relación con la seria naturaleza de este juicio.

El juez, a regañadientes, me pidió que mantuviera mi cuestionario centrado. Golantz se sentó. Había ganado el punto, pero había perdido la posición. Todos los presentes en la sala lo veían ahora como un aguafiestas que privaba de la escasa levedad de un asunto tan serio.

Planteé unas cuantas preguntas más que revelaron que la doctora Arslanian trabajaba de profesora e investigadora en John Jay. Cubrí su historia y limitada disponibilidad como testigo experta y finalmente llevé su testimonio a los residuos de disparo hallados en el cuerpo y la ropa de Walter Elliot el día de los asesinatos en Malibú. Testificó que revisó los procedimientos y resultados del laboratorio del sheriff y llevó a cabo sus propias evaluaciones y modelos. Dijo que también había revisado todas las cintas de vídeo que la defensa le había proporcionado en conjunción con sus propios estudios.

– Veamos, doctora Arslanian, el testigo criminalístico de la fiscalía ha testificado anteriormente en este juicio que los discos adhesivos aplicados en las manos y las mangas de la chaqueta de Elliot dieron positivo por elevados niveles de ciertos elementos relacionados con los residuos de disparo. ¿Está de acuerdo con esa conclusión?

– Sí, lo estoy -afirmó mi testigo.

Una vibración grave de sorpresa recorrió la sala.

– ¿ Está diciendo que sus estudios concluían que el acusado tenía residuos de disparo en sus manos y ropa?

– Exacto. Niveles elevados de bario, antimonio y plomo. En combinación son indicadores de residuos de disparo.

– ¿Qué significa «niveles elevados»?

– Significa que algunos de estos materiales se encuentran en el cuerpo de una persona tanto si ha disparado un arma como si no. Por la vida cotidiana.

– Así pues, lo que se requiere para dar positivo en un test de residuos es tener niveles elevados de los tres materiales, ¿es correcto?

– Sí, y patrones de concentración.

– ¿Puede explicar qué significa «patrones de concentración»?

– Claro. Cuando se descarga un arma (en este caso creemos que estamos hablando de una pistola) hay una explosión en la recámara que da a la bala su energía y velocidad. Esa explosión envía gases por el cañón junto con la bala, así como por cualquier pequeña fisura u obertura del arma. La ventana de expulsión situada detrás del cañón del arma se abre después del disparo. Los gases que escapan propulsan estos elementos microscópicos de que estamos hablando hacia atrás, hacia la persona que ha disparado.

– Y eso es lo que ocurrió en este caso, ¿ correcto?

– No, no es correcto. Basándome en la totalidad de mi investigación no puedo decir eso.

Arqueé las cejas y fingí sorpresa.

– Pero doctora, acaba de decir que está de acuerdo con la conclusión de la fiscalía de que había residuos de disparo en las manos y las mangas del acusado.

– Estoy de acuerdo con la conclusión de la fiscalía de que había residuos en el acusado. Pero ésa no es la pregunta que me ha hecho.

Me tomé un momento para reformular mi pregunta.

– Doctora Arslanian, ¿me está diciendo que podría haber una explicación alternativa de los residuos hallados en el señor Elliot?

– Sí.

Ya estábamos allí. Finalmente habíamos llegado al quid del caso de la defensa. Era el momento de disparar la bala mágica.

– ¿Su estudio de los materiales proporcionados este fin de semana por la defensa le condujo a una explicación alternativa de los residuos de disparo en las manos y la ropa de Walter Elliot?

– Sí.

– ¿Y cuál es esa explicación?

– En mi opinión es muy probable que los residuos en las manos y la ropa del señor Elliot se hubieran transferido.

– ¿Transferido? ¿Está insinuando que alguien intencionadamente le colocó los residuos de disparo?

– No. Estoy insinuando que ocurrió de manera inadvertida, por casualidad o error. El residuo es básicamente polvo microscópico, se mueve. Puede transferirse por contacto.

– ¿Qué significa «transferirse por contacto»?

– Significa que el material del que estamos hablando se queda en una superficie después de que se descargue del arma de fuego. Si esa superficie entra en contacto con otra, parte del material se transfiere. Se frota, es lo que digo. Por eso hay protocolos de las fuerzas del orden para impedirlo. A las víctimas y sospechosos en crímenes con arma de fuego con frecuencia se les quita la ropa para preservarla y estudiarla. Algunas agencias del orden ponen bolsas de pruebas en las manos del sospechoso para preservar y evitar la transferencia.