– He estado pensando mucho -dijo al cabo de un rato.
Al dar la vuelta para regresar a la casa, Bill notó que Maddy parecía asustada.
– No sé si quiero oír lo que vas a decir. -Sus antiguos miedos brillaron en sus ojos, y desvió la mirada para que él no pudiera ver las lágrimas que empezaban a formarse.
– ¿Por qué no? -preguntó Bill con ternura. Se detuvieron en el camino cubierto de nieve, y él la obligó a mirarlo-. Se me han ocurrido algunas ideas. Pensé que querrías conocerlas.
– ¿Sobre nosotros? -preguntó ella con voz ahogada, temiendo que la relación entre ambos terminara tan pronto, cuando acababa de empezar.
No era justo, pero nada en la vida le había parecido tan inalcanzable como lo que tenía ahora: Bill, Lizzie y Andy. Eran lo único que le importaba. Su vida con Jack parecía una pesadilla.
– No tengas miedo, Maddy -dijo él en voz baja. La sentía temblar entre sus brazos.
– Lo tengo. No quiero perderte.
– No hay garantías contra eso -repuso él con sinceridad-. Tienes por delante un camino mucho más largo que el mío. Pero en este punto de mi vida, creo saber que lo importante no es llegar a destino, ni la velocidad a la que se llega. Lo importante es el viaje. Y quizá no podamos pedir nada más que viajar acompañados y hacerlo bien. Nadie sabe lo que puede encontrar a la vuelta de la esquina. -Al igual que Maddy, había aprendido esa lección de una forma dolorosa-. Se necesita fe para seguir adelante. -Ella todavía no entendía adónde quería ir a parar, y él deseaba tranquilizarla-. No voy a dejarte, cariño. No voy a ninguna parte. Y no quiero hacerte daño.
Claro que ambos se harían daño alguna vez. Pero eso no importaba siempre que no hubiese mala intención. Ambos lo sabían.
– Yo tampoco quiero hacerte daño -musitó, abrazándose a él como si fuese un salvavidas, pero algo más tranquila. Intuía que no tenía nada que temer.
Era una vida nueva, un nuevo día, un nuevo sueño que habían forjado y alimentado juntos.
– Lo que quiero decir -prosiguió él, sonriendo en el frío aire de la noche- es que he pensado que quizá me haga bien jugar al béisbol a los setenta. Andy podrá arrojarme la pelota y yo la atajaré desde mi silla de ruedas.
Maddy lo miró con perplejidad.
– No estarás en una silla de ruedas. -Entonces vio que él reía.
– ¿Quién sabe? Es posible que me destroces. Ya lo has intentado. Una bomba, un bebé, un ex marido loco… sin duda sabes cómo animarme la vida. Pero no quiero limitarme a ser el padrino de Andy. Merece algo más. Todos merecemos algo más.
– ¿Quieres ser su entrenador en la liga infantil? -bromeó ella.
Se sentía como si acabara de llegar un barco que había esperado durante mucho tiempo; de hecho, toda su vida. Con Bill, por fin estaría segura y en buenas manos.
– Lo que intento decir es que quiero ser tu marido. ¿Qué te parece, Maddy?
– ¿Qué dirán tus hijos? -Seguía preocupada, a pesar de que habían sido extremadamente agradables con ella.
– Tal vez digan que estoy loco, y con razón. Pero creo que es lo mejor para los dos… para todos… Lo sé desde hace tiempo, aunque no estaba seguro de qué ibas a hacer tú ni de cuánto tardarías en librarte de Jack.
– He tardado demasiado -repuso ella. Ahora lo lamentaba, pero también sabía que no había sido capaz de actuar más aprisa.
– Ya te lo he dicho, Maddy. No importa la rapidez con que se llegue a destino. Lo que cuenta es el viaje. ¿Y bien? ¿Qué piensas?
– Pienso que soy muy afortunada -murmuró.
– Y yo también -dijo él y le rodeó los hombros con un brazo para conducirla a la casa.
Lizzie, que estaba acunando al bebé, los miró desde una ventana de la planta alta. Como si intuyese su mirada, Maddy alzó la vista, sonrió y saludó con la mano. Bill la detuvo en el umbral y la besó. Para ellos, aquello no era un comienzo ni un final. Lo único que contaba era la vida que compartían y la dicha de saber que el viaje continuaría durante mucho tiempo.
Danielle Steel
Danielle Fernande Dominique Schuelein-Steel n. 14 de agosto de 1947 en Nueva York, EE. UU., es conocida sobre todo por sus novelas románticas como Danielle Steel. Ha vendido más de 530 millones de ejemplares de sus libros a fecha 2005. Sus novelas han estado en la lista de bestseller del New York Times durante más de 390 semanas consecutivas y veintiuna han sido adaptadas para la televisión.
Steel comenzó a escribir historias cuando era una niña, y en su juventud escribió poesía. Graduada en el Liceo Francés de Nueva York, clase de 1965, marchó a estudiar a la Universidad de Nueva York y Europa. Además de inglés habla con fluidez francés e italiano, domina bastante bien el español, y tiene nociones de alemán, finlandés e incluso japonés. A los dieciocho años acabó su primera novela, que no publicó hasta 1973.
Se casó a los dieciocho años con Claude-Eric Lazard y tuvo una hija. Tuvo un breve segundo matrimonio con un violador convicto, Danny Zugelder. Pronto se encontró embarazada del adicto a la heroína William Toth con el que se casó poco antes de dar a luz a su hijo, a quien llamó Nicholas, pero se divorciaron poco después. Se casó por cuarta vez con John Traina, que ya tenía dos hijos propios. Traina adoptó a Nick y le dio su apellido. Con este, Steel tuvo cuatro hijas y un hijo, pero el matrimonio también acabó en divorcio. Su quinto matrimonio, con el financiero de Sillicon Valley, Tom Perkins, duró menos de dos años, acabando en 1999. Actualmente está divorciada.
En 2002 el gobierno francés condecoró a Danielle Steel como Caballero de la Orden de las Artes y Letras por la contribución de toda su carrera al mundo de la cultura. En 2003 Steel abrió una galería de arte en San Francisco, donde vive, para exhibir los cuadros y esculturas de jóvenes artistas. También mantiene una residencia en Francia, donde pasa varios meses al año. Tiene ancestros alemanes, judíos y portugueses. Pertenece a la iglesia científica cristiana.
Además de sus novelas para adultos, Steel ha escrito la serie Max y Martha para niños; cuatro libros dedicados a Freddie sobre situaciones reales en las vidas cotidianas de los niños, como la primera noche fuera de casa; un libro de poesía y también dos libros de no ficción: Having a Baby y His Bright Light el último dedicado a la vida y muerte de su hijo Nicholas Traina. Nicholas, que fue diagnosticado con trastorno bipolar, se suicidó en 1997.