– Jefe -dijo, Bosch volviéndose hacia Irving-, cuando se sepa quién…, quiero decir cuando los medios averigüen que la víctima es Elias, tendremos que…
– Eso no le incumbe -replicó Irving-. Lo que le incumbe es la investigación. El jefe de la policía y yo nos ocuparemos de los medios. Nadie debe decir una palabra sobre la investigación. Ni una palabra.
– Olvídese de los medios -terció Rider-. ¿Y South Central? La gente…
– También nos ocuparemos de eso -le interrumpió Irving-. El departamento establecerá un plan para hacer frente a posibles disturbios. A partir de ahora todo el personal hará un turno de doce horas hasta que comprobemos la reacción de la ciudad. Nadie de los que presenciamos los disturbios de 1992 queremos volver a vivirlos. Pero le repito que eso no les incumbe. Sólo deben preocuparse de una cosa.
– No me ha dejado terminar -dijo Rider-. No iba a decir que se producirán disturbios. Confío en la gente de esta ciudad. No creo que la situación llegue a estos extremos. Lo que sí iba a decir es que este caso irritará a la gente y levantará sospechas. Si usted piensa que conseguirá resolver la situación poniendo a más policías en…
– Eso no es de su incumbencia, detective Rider -volvió a interrumpirle Irving-. Lo único que le incumbe es la investigación.
Bosch se dio cuenta de que las interrupciones y palabras de Irving, diciéndole a una mujer negra que los problemas de su comunidad no le incumbían, habían enfurecido a Rider. Lo veía en la expresión de su rostro. Bosch decidió intervenir antes de que Rider soltara alguna inconveniencia.
– Necesitaremos más gente. Si no contamos con ayuda, los tres nos pasaremos semanas o meses verificando las coartadas de los sospechosos. En un caso como éste es preciso moverse con rapidez, no sólo por el caso en sí, sino por la reacción de la gente. Tres personas no basta.
– También me he ocupado de eso -replicó Irving-. Dispondrán de toda la ayuda que necesiten. Pero no de Robos y Homicidios. Debido al asunto Michael Harris, eso provocaría un conflicto de intereses.
Bosch tomó nota de que Irving se negaba a denominarlo el caso del Black Warrior y prefería utilizar el nombre del demandante.
– ¿Por qué nosotros? -preguntó.
– ¿Qué?
– Comprendo que estén aquí los de Robos y Homicidios. Pero ¿dónde están los equipos de la División Central? Este asunto no nos concierne, ni siquiera estábamos de guardia. ¿Por qué nosotros?
Irving espiró con gesto resignado.
– Esta semana y la que viene toda la sección de homicidios de la División Central estará en un curso en la academia. Después de un cursillo sobre sensibilidad; harán otro en el FBI para adiestrarse en las nuevas técnicas relativas a la escena del crimen. Robos y Homicidios estaba cubriendo sus casos, como éste. Una vez identificada la víctima que había sido asesinada de unos disparos en la cabeza, se pusieron en contacto conmigo y después de despachar con el jefe de la policía decidimos llamarlos a ustedes. Forman un buen equipo. Uno de los mejores. Han logrado resolver sus últimos cuatro casos, incluso aquel asunto de los huevos duros. Sí, estoy enterado de ello. Además, y esto es lo más importante, Elias nunca presentó una querella contra ustedes.
Irving señaló con el pulgar por encima de su hombro, hacia la escena del crimen en el interior del funicular. Al mismo tiempo miró a Garwood, pero el capitán seguía con la vista clavada en el suelo.
– Aquí no hay conflicto de intereses -dijo Irving-. ¿De acuerdo?
Los tres detectives asintieron. Durante los veinticinco años que llevaba en el departamento, Bosch había tenido que hacer frente a varias querellas, pero nunca había tenido que vérselas con Elias. Sin embargo, no acababa de creerse la explicación de Irving. Edgar había aludido a un motivo por el que les habían elegido a ellos, un motivo probablemente más importante que el hecho de que Elias no se hubiera querellado contra ninguno de ellos. Los dos compañeros de Bosch eran negros. Un detalle que podía resultarle muy útil a Irving. Bosch sabía que el deseo de Irving de que el departamento tuviera un solo rostro y una sola raza -azul- se iría al traste cuando necesitara un rostro negro para las cámaras.
– No quiero que mi gente se exhiba ante los medios, jefe -dijo Bosch-. Si estamos en el caso, estamos en el caso para trabajar, no para convertirnos en un espectáculo.
Irving lo miró irritado.
– ¿Cómo me ha llamado?
– Le he llamado jefe -respondió Bosch tras unos instantes de desconcierto.
– Ah, bueno. Porque me preguntaba si había alguna confusión sobre cuál es la jerarquía aquí. ¿Hay alguna confusión, detective?
Bosch volvió la cabeza y miró de nuevo a través de la ventana. Le daba rabia que los otros notaran que se había ruborizado.
– No -contestó.
– Bien -dijo Irving sin la menor tensión-. Entonces les dejo con el capitán Garwood. Él les pondrá al corriente de todo lo que hemos podido averiguar hasta el momento. Cuando el capitán haya terminado, hablaremos sobre cómo deben llevar el caso.
Irving se dirigió hacia la puerta, pero Bosch lo detuvo.
– Otra cosa, jefe.
Irving se volvió hacia el detective. Bosch había recobrado la compostura y lo miró con calma.
– Vamos a tener que investigar a muchos polis. Tendremos que repasar todos los casos de los abogados que se han querellado contra el departamento, no sólo el asunto del Black Warrior. De modo que deseo saber (y también mis compañeros) si usted y el jefe de la policía quieren que lleguemos al fondo del asunto caiga quien caiga o…
Bosch dejó la frase sin acabar; Irving no respondió.
– Quiero proteger a mi gente -dijo Bosch-. En este tipo de casos… Es preciso dejar las cosas bien claras antes de empezar.
Bosch se estaba arriesgando al decir eso delante de Garwood y los otros. Era probable que Irving volviera a enojarse.
Pero Bosch se había arriesgado porque quería que el jefe respondiera delante de Garwood. El capitán era un hombre poderoso en el departamento. Bosch quería que supiera que su equipo seguiría las pautas de las más altas jerarquías, por si las cosas se ponían feas para algunos hombres de Garwood.
Irving observó unos instantes a Bosch antes de responder.
– Tomo nota de su insolencia, detective Bosch.
– De acuerdo, señor. Pero ¿qué me contesta?
– Quiero que se aclare el caso, caiga quien caiga, detective. Han muerto dos personas. No importa quiénes sean. No deberían haber muerto. Utilice todos sus recursos. Y resuelva el asunto.
Bosch asintió en señal de conformidad. Irving miró brevemente a Garwood antes de abandonar la habitación.
4
– ¿Tiene un cigarrillo, Harry?
– Lo siento, capitán. Estoy tratando de dejarlo.
– Yo también. Supongo que la diferencia es que en lugar de comprar vamos gorreando.
Garwood se apartó del rincón y soltó una bocanada de aire. Movió con el pie unas cajas apiladas contra la pared y se sentó sobre ellas. A Bosch le pareció que tenía un aspecto cansado y envejecido, pero doce años atrás, cuando comenzó a trabajar para él, ya presentaba el mismo aspecto. Garwood no le suscitaba ningún sentimiento especial. Había sido un jefe distante. No confraternizaba con sus hombres fuera del trabajo, no se relacionaba con los chicos en la comisaría, y casi siempre estaba metido en su despacho. En aquella época, Bosch pensó que era mejor así. La actitud de Garwood no le granjeaba la simpatía de sus hombres, pero tampoco le creaba enemistades. Quizá por ese motivo había permanecido tanto tiempo en su cargo.