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– Esto es confidencial, capitán. Como acaba de decir, el caso está cerrado. Pero hay algo sobre Chastain y Frankie Sheehan que me preocupa. Hace un par de noches Frankie me lo contó todo. Me dijo que él y unos compañeros suyos perdieron el control y maltrataron a Michael Harris. Me dijo que lo del Black Warrior era cierto. Pero yo cometí un error. Le dije que sabíamos que Harris era inocente, que yo podía demostrar que él no había matado a la niña. Frankie se desesperó al oír eso y más tarde hizo lo que hizo. Hoy, cuando se han conocido los resultados de balística y han dicho que Frankie era el responsable de todo, incluso de los asesinatos de Angels Flight, yo lo he aceptado sin protestar. Pero ahora tengo mis dudas. Quiero comprobar esos cabos sueltos, y Chastain es uno de ellos. Chastain tenía que declarar en el juicio. Eso no tiene nada de extraño puesto que había dirigido la investigación interna de la acusación de Harris. Pero fue llamado a declarar por Elias, cosa que no nos dijo. Además procuró por todos los medios no tener que ir a declarar, lo cual resulta muy chocante. Eso, indica que no quería comparecer en el juicio. No quería subir al estrado y responder a las preguntas que le hiciera Elias. Quiero averiguar por qué. No hay nada en los expedientes de Elias, al menos los que yo he revisado, que indique el motivo. No puedo preguntárselo a Elias y no quiero preguntárselo a Chastain. De modo que se lo pregunto a usted.

Garwood sacó del bolsillo un paquete de tabaco. Después de encender un cigarrillo le ofreció el paquete a Bosch.

– No, gracias. Lo he dejado.

– Pues yo he decidido que soy un fumador y punto. Alguien me dijo hace muchos años que era como el destino o la suerte. Uno es fumador o no lo es, y no hay vuelta de hoja. ¿Sabes quién me lo dijo?

– Sí, yo.

Garwood soltó un bufido y sonrió. Luego dio un par de caladas al cigarrillo y el coche se llenó de humo. Bosch sintió deseos de fumar. Recordó que años atrás había largado a Garwood un sermón sobre el tabaquismo, cuando un compañero suyo se quejó de que el despacho estaba siempre invadido por una nube de humo. Bosch bajó un poco el cristal de la ventanilla.

– Lo siento -dijo Garwood-. Sé cómo te sientes. Todo el mundo fuma y tú no puedes.

– No es problema. ¿Quiere hablarme de Chastain o no?

El capitán dio otra calada al pitillo.

– Chastain investigó la acusación de Harris. Eso ya lo sabes. Antes de presentar una querella, Harris tuvo que hacer una denuncia. Chastain se encargó de investigar el asunto. Y por lo que recuerdo, confirmó las alegaciones de Harris. Rooker tenía en su mesa un lápiz con la punta rota y manchado de sangre. Lo guardaba como una especie de recuerdo. Chastain lo requisó mediante una orden de registro e iba a analizar las manchas de sangre para comprobar si pertenecían a Harris.

Bosch meneó la cabeza, asombrado de la estupidez y la arrogancia de Rooker. De todo el departamento.

– Así es -dijo Garwood como si le adivinara el pensamiento-. Lo último que supe fue que Chastain iba a presentar una denuncia contra Sheehan, Rooker y los otros dos, y que luego pediría al fiscal del distrito que presentara cargos contra ellos. Ese lápiz manchado de sangre era una prueba contundente que demostraba cuando menos la culpabilidad de Rooker.

– ¿Y qué ocurrió?

– Que nos enteramos de que todos ellos habían sido exonerados. Chastain había alegado que el caso no tenía fundamento.

Bosch asintió.

– Alguien le obligó a hacerlo.

– Exacto.

– ¿Quién?

– Yo creo que fue Irving. Pero quizá fuera alguien por encima de él. El caso era muy delicado. Si la acusación prosperaba y se producían despidos y cargos por delito criminal, se iniciaría una nueva ronda de acusaciones en la prensa contra el Departamento de Policía de Los Ángeles en South Side, encabezada por Tuggins y Sparks. Como recordarás, ocurrió hace un año. El nuevo jefe de la policía acababa de ocupar su cargo. No habría sido un buen comienzo. De modo que alguien utilizó su influencia para tapar el caso. Irving siempre ha sido el que ha resuelto todos los problemas del departamento. Probablemente fue él. Pero es posible que para un asunto tan grave pidiera la autorización del jefe. Así es como Irving ha logrado sobrevivir. Consigue la autorización del jefe y no pueden tocarlo porque conoce demasiados secretos. Como J. Edgar Hoover y el FBI.

Bosch asintió.

– ¿Qué cree que ocurrió con el lápiz manchado de sangre? -preguntó.

– ¿Quién sabe? Es probable que Irving lo utilice para redactar sus informes sobre el personal, aunque imagino que le habrá quitado las manchas de sangre.

Ambos guardaron silencio mientras observaban a una docena de jóvenes que se dirigían por el norte de Vine hacia el Boulevard. En su mayoría eran blancos. A la luz de las farolas Bosch vio que lucían unos tatuajes en el brazo. Tenían pinta de matones y probablemente se dirigían hacia los comercios de Boulevard para reproducir los sucesos de 1992.

Bosch recordó el penoso aspecto de Frederick’s of Hollywood, la tienda que fue asaltada por una pandilla de gamberros.

Al pasar junto al coche de Bosch, los jóvenes se detuvieron como si quisieran volcarlo o prenderle fuego, pero cambiaron de parecer y siguieron adelante.

– Menos mal que no nos hemos encontrado en tu coche -dijo Garwood.

Bosch no respondió.

– Esta noche la ciudad va a estallar -continuó Garwood-. Lo presiento. Lástima que haya dejado de llover.

– Alguien le cerró la boca a Chastain -dijo Bosch para retomar el tema-. Resulta que la acusación de Harris no tenía fundamento. Luego Elias interpone la demanda y obliga a Chastain a declarar en el juicio. Pero Chastain no quiere declarar, ¿por qué?

– Quizá se toma muy en serio lo del juramento y no quería mentir.

– Hay algo más.

– Pregúntaselo.

– Elias tenía una fuente en el Parker. Un soplón. Sospecho que era Chastain. La fuente no sólo le filtró información sobre este caso, sino que en realidad era su acceso directo a todo tipo de documentos y archivos policiales. Estoy convencido de esa fuente era Chastain.

– Es curioso. Un policía que odia a los policías.

– Ya.

– Pero si Chastain era la fuente de Elias, ¿por qué quería Elias obligarle a subir al estrado y ponerlo al descubierto?

Bosch no tenía respuesta a esta pregunta. Permaneció en silencio, reflexionando sobre el asunto. Al poco rato consiguió hilvanar una hipótesis y comentó en voz alta:

– Elias no habría sabido que alguien le había tapado la boca a Chastain a menos que éste se lo hubiera dicho, ¿no es así?

– Efectivamente.

– De modo que al obligar a Chastain a subir al estrado e interrogarle sobre ello habría revelado que Chastain era su fuente.

– Así es -dijo el capitán.

– Aunque Chastain lo hubiera negado todo, Elias podría haberle formulado las preguntas de forma que el jurado adivinara la verdad.

– También lo hubieran adivinado en el Parker Center -dijo Garwood-. Chastain habría quedado al descubierto. Pero ¿por qué habría querido Elias denunciar a su fuente, a alguien que venía ayudándole desde hacía varios años? ¿Por qué iba a renunciar a esa ayuda?

– Porque éste iba a ser el remate de su brillante carrera. El caso de más envergadura que Elias había abordado. El que lo colocaría en el mapa nacional y le llevaría a Court TV, Sixty Minutes, Larry King y a todos los programas de televisión más importantes. Elias estaba dispuesto a quemar a su fuente con tal de conseguir ese triunfo. Cualquier abogado lo habría hecho.

abogado lo habría hecho.

– Estoy de acuerdo.

Pero ninguno de los dos policías respondió a la pregunta de qué haría Chastain para impedir que le quemaran públicamente en el estrado. Sin embargo, para Bosch la cosa estaba clara. Si Elias demostraba no sólo que era su fuente sino que el detective había comprometido la investigación interna de la acusación presentada por Michael Harris, Chastain sería vilipendiado dentro y fuera del departamento.