De pronto, una fuerte mano sujetó la suya con fuerza. Cuando se giró, Penelope vio que la sujetaba el hombre encapuchado y, antes de que pudiera siquiera protestar, él se retiró la capucha y, ante la expresión de sorpresa de ella, dijo:
—No lo hagas, cariño; déjame a mí.
Penelope parpadeó. ¿Estaba viendo visiones a causa del Gran Pantano? Pero al ser consciente de que no, de que aquél era el hombre que le había robado el sueño todas las noches, sólo pudo susurrar:
—Fenton…
Sin tiempo que perder, el aludido, al que la fuerza de su esposa le había hecho recordar que él era Fenton Barmey, el gran guerrero, clavó su espada en el pecho de Dimas Deceus y siseó:
—Nada de lo que me hayas hecho a mí puede compararse con el sufrimiento que le has hecho vivir a mi mujer. Muere, maldito hijo de perra. Muere y viviremos en paz.
El alarido atronador de las miles de almas a las que Dimas había quitado la vida resonó entonces en el Gran Pantano cuando Fenton le hincó la espada en el corazón.
El cuerpo del villano comenzó a retorcerse con un sufrimiento terrible delante de ellos pero, a diferencia de los otros guerreros, no se consumió. Las almas de los miles de caídos se lo llevaban al mundo oscuro para encargarse de que sufriera eternamente.
Cuando la quietud llegó de nuevo al paraje sólo se oyó el resuello de todos ellos. Lo vivido no había sido agradable, pero había sido necesario para encontrar la paz que necesitaban y asegurar un futuro al mundo en el que vivían.
Aún conmocionada por lo que había descubierto, Penelope, sin poder apartar la mirada del hombre al que amaba y al que había buscado incansablemente, pestañeó y musitó:
—Fenton…
Él asintió pero, horrorizado al ver cómo ella lo miraba, volvió a ocultarse tras la capucha.
Lidia y Bruno observaban en silencio a su amiga, que temblaba.
Penelope lo entendió todo en el acto, comprendió por qué su esposo se había ocultado de ella todo aquel tiempo. Fenton se avergonzaba de su rostro.
Durante varios segundos nadie se movió, hasta que Penelope dio un paso hacia él, levantó las manos y volvió a retirar su capucha para mirarlo.
Ante ella tenía al hombre que amaba, al que deseaba, y al que había buscado incansablemente durante meses. Y lo mejor era que ¡estaba vivo! Por ello, sonriendo como llevaba tiempo sin hacerlo, declaró con un hilo de voz y los ojos llenos de lágrimas:
—Cariño…, pensé que nunca volvería a verte.
Fenton, conmovido, no se apartó, y ella acercó entonces sus labios a la cicatriz de su rostro, que terminaba en la comisura de su boca, y la besó. Al sentir sus dulces labios sobre su piel, el hombre se echó a temblar. Ni en sus mejores sueños habría imaginado ser recibido así.
—Sabía que nunca me dejarías —añadió Penelope—, y has de saber que tampoco yo lo haría nunca.
Él la miró. Apenas podía creer que aquella lo retuviera entre sus brazos y, cuando instintivamente se puso una mano sobre su cicatriz, ella se la retiró y dijo con los ojos llenos de ternura y amor:
—Te quiero, Fenton. Sólo tú eres el amor de mi vida.
Durante varios minutos ambos se miraron, mientras ella lo besaba, lo mimaba y le susurraba cuánto lo amaba y lo necesitaba. Sus palabras, las dulces palabras de Penelope, eran el bálsamo que él necesitaba para volver a tener la seguridad que siempre había tenido en sí mismo. Ella seguía viéndolo como a su marido, como el hombre apuesto y valiente que había conocido. No le importaba su apariencia, sólo lo quería a él, y finalmente eso derribó sus defensas y Fenton la abrazó.
Bruno sonrió y, posando una mano sobre el huesudo hombro de aquel hombre, murmuró:
—Ella es tu destino, amigo. Te dije que nada haría más feliz a Penelope que tenerte de nuevo junto a ella.
Fenton, emocionado, asintió.
Apenas tenía fuerzas para hablar, pero tenerla entre sus brazos en ese momento era lo mejor que le había ocurrido en la vida.
Emocionada y liberada de la carga que había llevado durante años por la muerte de su familia, Lidia se alejó de Penelope y de su recién recuperado marido y agarró con fuerza de la mano a Bruno para llevarlo hacia el lugar donde estaban Gaúl y el resto de los hombres.
—¿Sabías que era Fenton? —le preguntó.
—Sí.
Asombrada, insistió:
—¿Lo sabías y no me lo habías dicho?
Bruno Pezzia, feliz porque todo hubiera acabado finalmente y Dimas hubiera recibido su merecido, sonrió y cuchicheó apretándole la mano:
—Fierecilla…, aún te queda mucho por aprender sobre mí.
Lidia rio. Sin duda Bruno la había vuelto a sorprender. Y, tras darle un rápido beso en los labios que a ambos los hizo sonreír, se volvió de nuevo hacia Penelope y Fenton, que se besaban.
—Venga, tortolitos —los apremió—. Salgamos del aquí y vayamos a la Gran Cascada a dar la buena nueva a los demás. Creo que por primera vez en muchos años todos tenemos muchas cosas que celebrar.
Penelope y Fenton se miraron y asintieron. El mundo en el que vivían seguía plagado de villanos a los que seguramente tendrían que enfrentarse en un futuro. Pero ellos se habían reencontrado, y lucharían porque nadie volviera a separarlos jamás.
MEGAN MAXWELL. Es una reconocida y prolífica escritora del género romántico. De madre española y padre americano, ha publicado novelas como Te lo dije (2009), Deseo concedido (2010), Fue un beso tonto (2010), Te esperaré toda mi vida (2011), Niyomismalosé (2011), Las ranas también se enamoran (2011), ¿Y a ti qué te importa? (2012), Olvidé olvidarte (2012), Las guerreras Maxwell. Desde donde se domine la llanura (2012), Los príncipes azules también destiñen (2012), Pídeme lo que quieras (2012), Casi una novela (2013), Llámame Bombón (2013) y Pídeme lo que quieras, ahora y siempre (2013), además de cuentos y relatos en antologías colectivas. En 2010 fue ganadora del Premio Internacional Seseña de Novela Romántica; en 2010, 2011 y 2012 recibió el Premio Dama de Clubromantica.com y en 2013 recibió el AURA, galardón que otorga el Encuentro Yo Leo RA (Romántica Adulta).
Pídeme lo que quieras, su debut en el género erótico, fue premiada con las Tres plumas a la mejor novela erótica que otorga el Premio Pasión por la novela romántica.
Megan Maxwell vive en un precioso pueblecito de Madrid, en compañía de su marido, sus hijos, su perro Drako y su gato Romeo.