Sus proyectos de cultivar el espíritu de su amiguita mediante lecturas copiosas e instructivas y mediante la conversación, no fueron más allá de leer los primeros capítulos de algunos libros y de la intención de proseguir al día siguiente. Charlar era mucho más fácil que estudiar; mucho más agradable dejar volar la imaginación y hacer planes para el futuro de Harriet que esforzarse por aumentar su inteligencia o ejercitarla en materias más áridas; y la única labor literaria que por el momento emprendió Harriet, el único acopio intelectual que hizo con vistas a la madurez de su vida, fue el coleccionar y copiar todos los acertijos de las clases más variadas que pudo encontrar, en un cuadernillo de papel lustroso confeccionado por su amiga y adornado con iniciales pintadas y viñetas.
En aquella época eran frecuentes libros de gran extensión con recopilaciones como ésta. La señorita Nash, la directora del pensionado de la señora Goddard, había copiado por lo menos trescientos de esos acertijos; y Harriet, que había tomado la idea de ella, confiaba que con la ayuda de la señorita Woodhouse reuniría muchos más. Emma colaboraba con su inventiva, su memoria y su buen gusto; y como Harriet tenía una letra muy bonita, todo hacía prever que sería una colección de primer orden tanto por el esmero de la presentación como por lo copioso.
El señor Woodhouse estaba casi tan interesado en aquel asunto como las muchachas, y muy a menudo intentaba procurarles algo digno de figurar en la colección.
– ¡Tantos buenos acertijos como había cuando yo era joven!
Y se mara villaba de no recordar ninguno. Pero confiaba que con el tiempo se iría acordando. Y siempre terminaba con: «Kitty, una moza linda, pero fría…»
Tampoco su gran amigo Perry, a quien había hablado acerca de aquello, pudo por el momento facilitarle ningún acertijo; pero le había pedido a Perry que estuviera alerta, y como él visitaba tantas casas suponía que algo iba a conseguirse por ese lado.
Su hija no pretendía que todo Highbury se exprimiese el cerebro. La única ayuda que solicitó fue la del señor Elton. Se le invitó a aportar todos los enigmas, charadas y adivinanzas que pudiese recoger; y Emma tuvo la satisfacción de verle interesarse muy de veras por esta labor; y al mismo tiempo advirtió que ponía el mayor empeño en que no saliese de sus labios nada que no fuese un cumplido, una galantería para el sexo débil. Él fue quien aportó los dos o tres rompecabezas más galantes; y la alegría y el entusiasmo con que finalmente recordó y recitó, en un tono más bien sentimental, aquella charada tan conocida
Mi primera denota cierta pena
que mi segunda tiene que sentir; para calmar la pena aquélla
a mi conjunto habrá de recurrir. [3]
se convirtió en desilusión al advertir que ya la tenían copiada unas páginas atrás.
– Señor Elton, ¿por qué no escribe usted mismo una charada para nosotras? -dijo ella-; sólo así podremos estar seguras de que es nueva; y para usted nada más fácil.
– ¡Oh, no! En toda mi vida no he escrito jamás una cosa de ésas. Para esto soy la más negada de las personas. Incluso temo que ni siquiera la señorita Woodhouse… -hizo una pausa- o la señorita Smith puedan inspirarme.
Sin embargo, al día siguiente su inspiración produjo ciertos frutos. Les hizo una rapidísima visita, sólo para dejarles una hoja de papel sobre la mesa que contenía, según dijo, una charada que un amigo suyo había dedicado a una joven de la que estaba enamorado; pero Emma, por su manera de proceder, se convenció inmediatamente de que su autor no era otro que él mismo.
– No se la ofrezco para la colección de la señorita Smith -dijo-. Porque, como es de mi amigo, no tengo derecho a hacer que se divulgue ni poco ni mucho, pero he pensado que quizás a ustedes les gustará conocerla.
Sus palabras iban dirigidas a Emma más que a Harriet, lo cual Emma comprendía muy bien. Él estaba muy serio y nervioso, y le resultaba más fácil mirarla a ella que a su amiga. Y al momento se fue. Hubo una pequeña pausa, y Emma dijo sonriendo y empujando el papel hacía Harriet:
– Toma, es para ti.
Pero Harriet estaba trémula y no podía ni alargar la mano; y Emma, a quien nunca importaba ser la primera, se vio obligada a leerlo ella misma.
A la señorita…
CHARADA
Emma leyó lo que decía el papel, analizó su contenido, captó su significado, volvió a leerlo para estar completamente segura, y habiendo desentrañado ya el sentido de aquellos versos, lo pasó a Harriet y sonrió beatíficamente, diciendo para sí, mientras Harriet intentaba descifrarlo en medio de la confusión que le producían sus esperanzas y su torpeza:
– Muy bien, señor Elton, muy bien. Peores charadas que ésta he leído. «Courtship» [4]… un verdadero hallazgo. Le felicito. Eso es saber lo que se hace. Eso es decir con toda claridad: «Se lo ruego, señorita Smith, permítame dedicársela. Que el brillo de sus ojos apruebe al mismo tiempo mi charada y mis intenciones.»
¡Oh, si sus dulces ojos brillaran con amor!
Eso sólo puede referirse a Harriet. «Dulces» es el adjetivo más adecuado para sus ojos… el mejor que podía usar.
Descubrirá tu ingenio la pronta solución.
¡Hum! ¡El ingenio de Harriet! Tanto mejor. Un hombre tiene que estar lo que se dice muy enamorado para describirla así. ¡Ah, señor Knightley! Me gustaría que pudiera usted asistir a todo eso; creo que se convencería. Por una vez en su vida se vería obligado a reconocer que se ha equivocado. ¡Una magnífica charada, eso es lo que es! Y muy oportuna. Los acontecimientos se están precipitando.
Emma se vio obligada a interrumpir sus gratas reflexiones, que de otro modo se hubieran prolongado mucho más, porque Harriet le estaba ya acosando a preguntas.
– ¿Qué quiere decir todo eso, Emma? ¿Qué querrá decir? No tengo ni la menor idea, no sé ni por dónde empezar. ¿Qué puede significar? Intenta encontrar la solución, Emma, ayúdame. Nunca he visto nada tan difícil. ¿Crees que es la palabra «reino»? Me gustaría saber quién es el amigo, y quién puede ser la joven a quien se dirige. ¿Te parece una buena charada? ¿No será «mujer»?
Una mujer hermosa reina en su corazón.
A lo mejor es «Neptuno»:
¡Vedle allí cómo reina, de los mares señor!
¿Y «tridente»? ¿Y «sirena»? ¿Y «tiburón»? ¡Oh, no, «tiburón» no puede ser, «shark» sólo tiene una sílaba! [5] Tiene que ser más ingenioso, si no no nos lo hubiera traído. ¡Oh, Emma, ¿crees que llegaremos a encontrar la solución?