– No seas tonta -le advirtió Adrian antes de irse. Jamal ya se había marchado- Comprométete un poco en esta ocasión, Fiona. Dale una oportunidad.
– Soy demasiado mayor para comprometerme -dijo, tal vez con sinceridad; fuera como fuese, era lo que ella creía.
– Entonces, vende esta casa y vete a vivir con él, o comprad una casa juntos. Pero no dejes a un hombre por una casa de ladrillo rojo, por tu carrera ni tampoco por un perro.
– Hay personas que han dejado a un hombre por cosas peores, Adrian -dijo con solemnidad-. Por otra parte, ni siquiera hemos tenido una cita formal. Tal vez no la tengamos nunca.
– La tendrás -replicó Adrian con calma, preocupado por ella-. Te lo prometo. La tendrás. Es un buen hombre. -Esperaba que Fiona no perdiese el tren en esta ocasión. Siempre lo había hecho. Siempre la había visto hacerlo. Y lo único que Adrian podía esperar, montado ya en un taxi camino de la parte alta de la ciudad, era que en esta ocasión el perro perdiese la partida y el hombre la ganase. Por eso Adrian creía que merecía la pena apostar por John.
3
John la llamó la mañana después de la cena y le dio las gracias una vez más por haberle incluido en su lista de invitados. Ella, sin embargo, solo dispuso de un par de minutos para hablar con él por teléfono. Estaba totalmente empantanada. Esa misma noche se iba a las Hamptons para pasar unos días con unos amigos y, a la semana siguiente, se marchaba a París. Le dijo que tenía un millón de cosas que hacer y cuando él le propuso quedar para cenar ella le respondió que no disponía de tiempo para verlo antes de irse, lo cual era verdad solo en parte. Podría haber alterado sus planes, pero estaba convencida de que no habría sido lo más adecuado. Estaba intentando resistirse con todas sus fuerzas a la terrible atracción que sentía por él. No quería que las cosas se desarrollasen a un ritmo demasiado acelerado, quería sentirse a gusto, y todavía no estaba cien por cien segura de querer sucumbir a los encantos de John. Las relaciones emocionales siempre eran peligrosas, por eso ella se mostraba tan recelosa. Si algo tenía que ocurrir entre ellos, Fiona quería que las cosas fuesen despacio, para poder tener tiempo para pensar. No tenía ninguna prisa por iniciar una relación de pareja, por muy atrayente que él le resultase; porque no había duda de la atracción que ejercía en ella. Tal vez incluso era algo excesivo, lo cual le llevaba a observar con suspicacia sus propios sentimientos. Eran tan fuertes que casi le resultaban irresistibles, y generaban en su interior el deseo de echar a correr.
– En tal caso, no tengo otra opción -dijo con sensatez.
– ¿Otra opción respecto a qué? -Fiona parecía algo confusa. John provocaba ese efecto en ella, le hacía sentir que no estaba al mando de la situación, y eso la asustaba.
– Respecto a verte. Supongo que me veo obligado a aceptar tu oferta de las entradas para uno de los desfiles de moda. Tengo una reunión en Londres el día 1, pero creo que podría ir a París esa misma tarde. ¿Hay algún desfile al que pudiese acudir? Pero solo si no te supone una molestia. -No quería hacerse pesado, pero deseaba volver a verla. Y París le parecía el escenario perfecto. Ella se quedó anonadada.
– ¿Estás hablando en serio? -No podía creerlo.
– Sí. ¿ Coincide eso con tus planes?
– De hecho, creo que te hará gracia. -Quiso que su voz sonase como la de una guía de museo más que como la de una mujer a la que le estaba poniendo cerco, simplemente para poder pensar con calma. Si reflexionaba un poco sobre el asunto, por una parte, sabía que el miedo haría acto de presencia. Era casi una amenaza. Se sentía demasiado atraída por él. Pero por otra parte, daba la impresión de ser un hombre extremadamente atento. No tenía efectos visibles, ni obvias debilidades de carácter, ni había oído decir nada malo de él a nadie. Era un buen hombre. Y ella sabía a la perfección los pocos ejemplares de esa especie que quedaban ya. Por el momento, sin embargo, no había echado a correr despavorida. Aunque tampoco estaba en disposición de brindarle algo de espacio en su armario, como Adrian le había aconsejado que hiciese. Todo lo que tenía pensado ofrecerle, si su intención de ir a París iba en serio, era reservar habitación para él en el Ritz. Allí dispondría de varios armarios para su uso personal-. El desfile de Dior es la noche del día 1, y sin duda es el más espectacular. Creo que te gustará, aunque la ropa que muestran no puede llevarla cualquiera. Galiano, por lo general, organiza los desfiles en lugares inusuales, y su ropa es increíble. Si te gusta, podríamos ir al desfile de Lacroix del día siguiente, que siempre hace cosas bonitas, casi como esculturas vivientes. Te reservaré un asiento en los dos. Y además hay una gran fiesta la noche de Dior. ¿Te gustaría venir?
– Me encantaría ir a cualquier sitio que me llevases. Pero no quiero molestarte, Fiona. Sé que tienes que trabajar. No quiero ser un estorbo, pero me encantaría ir a todas esas cosas que dices. Puedo tomarme unos días a partir del 4, y no tengo que volver aquí a toda prisa. Este año, mis dos hijas van a estar muy ocupadas, así que puedo pasar unos días contigo. O bien puedo marcharme después del desfile de Dior, si lo prefieres.
– ¿Por qué no lo decidimos sobre la marcha? Habrá que ver si te gusta, a lo mejor te resulta odioso. Aunque, en términos generales, suele ser muy divertido. Y si nunca has visto un desfile de alta costura, te aseguro que son todo un espectáculo, y las fiestas son fabulosas. Todo el mundo va vestido de punta en blanco. En Francia es una especie de forma de arte, incluso los taxistas saben de eso, y hablan de los desfiles como si hubiesen estado presentes. Están muy orgullosos de la moda en París. Creo que te encantará. ¿Quieres que te reserve habitación en el hotel? Vamos a quedarnos en el Ritz. Tal vez esté completo, pero puedo llamarles personalmente, me conocen bastante bien.
– Eso sería maravilloso, Fiona. Tú dime dónde se celebrará el desfile, y allí estaré. -Estaba contento consigo mismo, y todavía más con Fiona. Le divertía la idea de traspasar los seguros confines de su mundo familiar, adentrarse en un territorio mucho más exótico. Prometía ser toda una aventura para él. Cabía la posibilidad que incluso también lo fuese para ella. Aunque Fiona parecía dudar entre mostrarse cálida o impersonal con él, una muestra más de su ambivalencia al respecto.
– Le pediré a mi secretaria que te envíe un itinerario.
Intentó que pareciese algo que le habría dicho a un amigo cualquiera, lo que preocupó a John. Se había mostrado mucho más cariñosa con él la noche anterior, pero precisamente Fiona se había despertado pensando que tal vez había sido demasiado cariñosa; en particular teniendo en cuenta lo que Adrian le había comentado sobre compartir el armario. Se preguntaba si le habría dado a John una falsa impresión durante la cena. No quería que pensase que quería cazarlo, o bien que estaba disponible a cualquier clase de oferta. Ambos necesitaban algo de tiempo para pensar sobre lo que iban a hacer antes de hacerlo, más aún si John estaba dispuesto a ir a París. Pero Fiona no podía negar que le ilusionaba que él fuese a los desfiles. Iba a ser de lo más divertido tenerlo allí, y así se lo dijo. Él, por su parte, estaba ansioso porque llegase el día. Y Fiona lo telefoneó una hora más tarde para decirle que había conseguido una habitación en el hotel muy cerca de la suya. Quedaban muy pocas habitaciones libres, y estaba contenta de haberle conseguido una. Fiona siempre se alojaba en la misma habitación del ala Cambon del hotel. No quedaban habitaciones disponibles con vistas a la Place Vendôme, y ella suponía que a él le habría agradado disponer de una de ellas, pero tuvo que aceptar lo que le ofrecían.