– ¿Qué es lo que te ha gustado? -le preguntó intrigado.
– El trabajo empleado, los detalles, la imaginación, el color y lo que transmiten. Las faldas teñidas eran fabulosas, verdaderas obras de arte. Realmente es un genio. No sé si lo sabes, pero en alta costura, cada costura de cada prenda es realizada a mano. Ni una sola máquina tiene papel alguno en la colección al completo -le explicó. Para John todo era un misterio. Él podía entender el pequeño vestido negro de cóctel, pero no todo lo que se desarrollaba tras él. Ese era el mundo de Fiona, no el suyo. Y por eso la admiraba-. ¿Te gustaron los vestidos? -le preguntó mientras comían frutos secos y unos diminutos entremeses, sin que por eso dejasen de interrumpirlos un sinnúmero de personajes exóticos. Todos querían saludar a Fiona, y algunos parecían sentir algo de curiosidad por él cuando se los presentaba. Pero era con Fiona con quien deseaban hablar.
– Me gustan las mujeres bien vestidas. Todo esto me queda un poco lejos, pero lo cierto es que es muy divertido de ver. Y muy diferente. -Ella asintió y otro parásito se detuvo junto a su mesa-. Aquí no debes de tener modo de estar un poco tranquila. -No lo estaba en absoluto. Pero no iba a París para encontrar algo de paz.
– Forma parte del asunto -dijo con calma. Lo cierto era que no estaba tranquila en ninguna parte, pero eso no le importaba demasiado. En lugar de tener marido e hijos, había llenado su vida entregándose al trabajo. Las únicas constantes en su existencia eran el trabajo, Adrian y Sir Winston. El resto eran decorados y actores que entraban y salían del escenario. Le encantaba el efecto visual y el drama-. Creo que un exceso de paz me pondría nerviosa. Echaría de menos el ruido.
– ¿Y cómo lo haces cuando estás de vacaciones? -le preguntó interesado. Resultaba muy difícil imaginarla desocupada, sin hacer nada, o sola. Parecía formar parte por completo del caos en el que vivía sumida; ni él, ni siquiera ella, podían ubicarla fuera de ese marasmo. John sospechaba que a largo plazo, a tiempo completo, todo aquello podía volverle loco, pero en ese momento se sentía totalmente fascinado.
– Durante la primera semana suelo sentirme ansiosa -dijo con sinceridad respondiendo a su pregunta-. Y durante la segunda, aburrida. -Ambos se echaron a reír.
– ¿Y la tercera?
– Vuelvo al trabajo.
– Es lo que suponía. Entonces será mejor que no te vayas un mes a una isla desierta. Sería malísimo para ti.
– En una ocasión pasé un mes en Tahití después de una enfermedad. Mi médico insistió en que tenía que pasar un tiempo de descanso en un lugar con clima cálido. Casi me volví loca. Paso mis vacaciones en París, Londres o Nueva York.
– Y en St. Tropez -añadió John. Fiona sonrió.
– Es más de lo mismo, pero con agua y biquinis. Realmente, no descanso. Pero lo paso muy bien. -John asintió, dando a entender que él también lo pasaría bien, especialmente si estuviese acompañado por ella. Fiona era un pájaro raro, de una raza exótica, con un plumaje tan brillante y colorista como los diseños que había visto en el desfile de Dior; no había nada pequeño o átono a su alrededor. Nada en absoluto. Pero a él le gustaba que ella fuese así. Le gustaba mucho-. ¿Estás preparado para otra sesión de Dior? -le preguntó con una maliciosa mirada.
– ¿Más elefantes, tigres y guerreros? -Le habían resultado muy intrigantes, pero había tenido suficiente dosis de ellos por un día.
– No, en esta ocasión el tema principal es el agua -le dijo Fiona. Pero, una vez más, cuando llegaron, él se quedó completamente anonadado al ver en lo que habían convertido una sencilla piscina. Habían montado una pista de baile de metacrilato sobre la piscina, con enormes peces exóticos nadando en el agua, y había un montón de chicas pintadas con colores brillantes y pinceladas doradas para que pareciesen peces, sin nada de ropa, que se paseaban por entre los asistentes. Y hombres con cuerpos impresionantes y diminutos slips dorados que hacían las veces de camareros sirviendo bebidas y algo de comer. La música tecno era ensordecedora y la gente bailaba y se retorcía sobre la pista de metacrilato transparente. La fiesta al completo pretendía dar la impresión de desarrollarse bajo el agua. Sirvieron sushi y marisco. Todas las super-modelos que se habían concentrado en París estaban allí, junto a estrellas de cine, fotógrafos, famosos locales, aristócratas y miembros de la realeza europea gente exquisita y la élite del mundo de la moda. Todos parecían conocer a Fiona y se le acercaban para saludarla. Era sin duda una velada increíble, pero John se sintió enormemente agradecido cuando se marcharon de allí antes de que se cumpliese una hora de su llegada. Fiona había cumplido con sus obligaciones y también se sintió aliviada de marcharse. Cuando los dos pudieron repantigarse en los asientos de la limusina, dejaron escapar un sonoro suspiro al unísono.
– Dios mío, menudo espectáculo -dijo incapaz de encontrar mejores palabras para definir lo que acababa de ver. Estaba empezando a sentirse como Alicia en el país de las maravillas, o bien como si hubiese tomado una dosis de LSD con la comida. No se veía a sí mismo pasando una semana, dos veces al año, haciendo ese trabajo, pero ella parecía encajar a la perfección, como si no la perturbasen el frenesí y la confusión. Le sonrió tranquilamente de camino al Ritz bajo el cielo nocturno increíblemente hermoso de París.
– El resto de fiestas de la semana no serán tan exóticas como esta. Dior siempre se sale. -Sabía que habían invertido tres millones de dólares en la fiesta de la que acababan de marcharse y poco más o menos lo mismo en el desfile de la tarde. Las otras firmas eran más comedidas, tanto en los gastos como en los temas centrales que elegían. Lo de hoy había sido como una especie de iniciación para él, y cuando estaban llegando a la Place Vendôme, Fiona le pidió al chófer que detuviese el coche y se volvió hacia John-. ¿Te apetece que caminemos un rato o estás demasiado cansado? -A ella le gustaba caminar por las calles de París antes de irse a dormir, pero había sido un día muy largo para los dos y el jet lag estaba empezando a dejarse notar.
– Me encantaría -dijo él sin énfasis. Ella salió del coche y ambos echaron a andar lentamente por la rué Castiglione camino de la Place Vendôme. De repente se sintieron personas reales en un mundo real en la más hermosa ciudad del planeta, y John se sintió agradecido por la posibilidad de ejercitar las piernas y respirar aire fresco. Esa caminata pareció reestablecer parte de la normalidad que había desaparecido tras las exóticas experiencias por las que había pasado esa tarde-noche-. Estaba empezando a sentirme como si hubiese tomado drogas -admitió mientras se adentraban en la plaza y se detenían a mirar los escaparates. Casi se sentía normal de nuevo, aunque cansado, eso sí.
– ¿Ya has tenido suficiente? -le preguntó Fiona, interesada por saber hasta dónde llegaba la tolerancia de John respecto a su entorno.
– Todavía no. Estoy fascinado, aunque lo de hoy ha sido un plan de choque. Me temo que me voy a sentir desilusionado si los otros desfiles están por debajo.
– No estarán por debajo, pero sí serán más comedidos. Los disfrutarás más. No son tan sobrecargados como el de Dior. Es su manera de enfocar el negocio.
– ¿Y la tuya? -le preguntó tras hacer que le agarrase del brazo mientras caminaban.
– Tal vez. Me gusta lo hermoso y lo exótico, la gente interesante con talento y los espíritus creativos. Creo que mi percepción está un poco estropeada. A veces, no estoy segura de qué es normal y qué no lo es. Para mí, todo lo que hemos visto hoy es normal. Se me olvida que otras personas llevan vidas más sencillas.