Выбрать главу

– ¿Cree que he tenido algo que ver con la muerte de Paul? -le preguntó Frank. Aquello lo había tenido obsesionado desde el principio: el hecho de que sus seres más cercanos y queridos sospecharan que lo que decía la policía era cierto.

Sonya negó con la cabeza.

– No. Es lo único que me ha dicho durante días. Que sabe con seguridad que tú no le hiciste nada a su padre.

Él tomó aire profundamente.

– Pero quería hacerlo. Hubiera soportado el desfalco, pero en cuanto supe que te había pegado de nuevo, tuve ganas de matarlo -dijo con rabia.

Era rabia hacia su mejor amigo y hacia sí mismo. Él siempre había sabido que Paul tenía un lado oscuro, pero nunca había pensado que descargaría su carácter con su familia. Frank había cerrado los ojos para preservar la paz, y se había engañado a sí mismo para poder dormir por las noches. Sin embargo, eso no había ayudado a la gente a la que quería.

Y él quería a Sonya. Lo que había comenzado como una amistad había florecido después de la muerte de Melanie. Frank no sabía cuál había sido el momento exacto en el que se había enamorado de la mujer de su mejor amigo, ni ella de él. Sólo sabía que se querían desde hacía años, pero ninguno de ellos había pronunciado aquellas palabras. No habían tenido ningún contacto emocional, y mucho menos físico. Querían a sus familias y se respetaban el uno al otro.

Ella le tomó la cara con las manos.

– Pero no lo hiciste. No le hiciste daño a mi marido. No le hemos hecho daño a nadie.

– Siempre y cuando nadie averigüe lo que sentimos, nadie sufrirá -dijo Frank.

– Puede que yo fuera cada vez más infeliz, pero no quería que asesinaran a Paul.

– Lo sé -le dijo él.

– Y no quiero que te culpen de su muerte.

– No lo harán. Ya te he dicho que me va a defender el amigo de Molly, Daniel Hunter. Todo saldrá bien.

– Querrá saber tu coartada -dijo Sonya.

Él apretó la mandíbula.

– Ya me lo preguntó, y le dije que había salido a dar un paseo. Estaba solo.

– Pero…

– Estaba solo. Fin de la conversación -dijo él.

Conocía lo suficiente a Sonya como para saber que respetaría su decisión. Sin embargo, no estaba seguro de que pudiera decir lo mismo de Hunter. Esperaba que el abogado pudiera componer una defensa sólida sin investigar demasiado.

– Hunter quiere que digamos la verdad sobre… el abuso -le dijo Frank con delicadeza-. Yo no quiero, pero él teme que la fiscalía lo averigüe y lo use contra mí. Ya sabes, como si fuera otro móvil para asesinar a Paul.

Sonya asintió lentamente.

– Tiene lógica.

– Pero Seth…

– Él ya lo sabe. No podía vivir en esta casa sin saber que su padre tenía… problemas de carácter. Superará esto como todos los demás -afirmó ella con seguridad.

Frank asintió.

– Está bien. Sólo una cosa más -añadió, y tuvo que tomar aire para darse fuerzas. Lo que iba a decirle era lo más difícil de todo.

– ¿Qué?

– Es algo sobre Paul.

– ¿Sí?

– Tuve una visita en la cárcel. Lydia McCarthy.

Sonya se irguió.

– Paul y ella tenían una aventura.

Frank se puso en pie de golpe.

– ¿Lo sabías?

– Vivía con Paul. Claro que lo sabía. Y, sinceramente, fue un alivio. Hacía mucho tiempo que mi matrimonio con Paul se había desmoronado. Me quedé con él para mantener la familia, pero no podía soportar su modo de ser y… no podía soportar que me tocara -dijo con un escalofrío.

Sin embargo, cuando miró a Frank, él percibió una gran tristeza y culpabilidad en sus preciosos ojos.

– No te sientas mal -le dijo él con la voz ronca-. No te sientas culpable por lo que ocurrió con tu matrimonio -añadió, y le acarició la mejilla con los nudillos-. Lo superaremos -susurró para intentar reconfortarla.

Aunque algunas veces, Frank se preguntaba cómo.

Capítulo 7

Hunter se despertó al día siguiente con un plan. Por el momento, la policía había acusado al general por el móvil, la oportunidad y la falta de coartada la noche del asesinato. Eran pruebas condenatorias, pero las autoridades no tenían el arma del delito para vincularla a su cliente. Para Hunter, aquel caso era circunstancial.

Su siguiente paso sería crear dudas razonables sobre la responsabilidad de su cliente en el asesinato de Paul Markham, encontrando gente que tuviera móvil para haberlo perpetrado. Comenzaría entrevistando a aquellos más cercanos al general, incluyendo a su familia, a Sonya y a su hijo Seth, a Frank y a la secretaria de Paul, Lydia McCarthy.

Y esperaba hacer todas aquellas cosas solo, sin la compañía de Molly, que le impedía concentrarse. Al menos, hasta que tuviera un mejor conocimiento de los hechos y de las personas. Hunter sabía que ella quería ayudarlo, y estaba resignado, pero antes tenía que tomar velocidad.

– Gallina.

Hunter miró al pájaro y frunció el ceño.

– No, es sólo que quiero estar en igualdad de condiciones con ella. ¿Es que es demasiado pedir?

Aquella mujer ya lo desequilibraba tal y como estaban las cosas, pensó Hunter. Lo suficiente como para que él se pusiera a hablar con un guacamayo.

Miró a Ollie, pero el ave no respondió.

Recogió algunos de los papeles que le habían enviado por fax desde su oficina, los metió en su maletín y salió del despacho. Tenía que haber una biblioteca en el centro en la que pudiera sentarse a trabajar y concentrarse sin distracciones.

Primero, sin embargo, tomaría algo de desayuno. Cada día, la comandante hacía café con un aroma diferente. Al acercarse a la puerta de la cocina percibió un delicioso olor.

– ¿Avellana? -se preguntó en voz alta mientras se servía una taza.

– Vainilla francesa -le respondió Molly, acercándose a él.

– ¿Quieres un poco?

– No, gracias. Ya me he tomado una taza. ¿Adónde vas a ir hoy por la mañana?

Hunter se dio la vuelta y la vio observando el maletín que él había dejado sobre la mesa.

– Tengo que preparar una defensa, ¿no te acuerdas?

– ¿Cómo iba a olvidarlo? -preguntó ella con una expresión triste, como si no pudiera quitarse de la cabeza la situación de su padre.

Hunter quería darle esperanzas, pero aún no tenía suficiente munición para hacerlo.

– Escucha, he estado pensando en el asesinato de Paul, y creo que tiene que haber otros sospechosos -dijo Molly-. Lo primero que deberíamos hacer es investigar en el negocio inmobiliario, y averiguar quién tenía motivos para querer ver muerto a Paul Markham.

Él abrió la boca para decir algo, pero ella continuó sin darle oportunidad de hacerlo.

– Yo he ayudado algunas veces a Lydia, su secretaria, y tengo una idea aproximada de cómo es el sistema de trabajo de la oficina. Podemos repasar los tratos más recientes, aquellos en los que una cantidad importante de dinero pasara a diferentes cuentas, y buscar cualquier cosa sospechosa. Quizá Paul le hiciera una jugarreta a alguien a quien debía dinero o con quien tuviera negocios.

Molly hablaba rápidamente, como si estuviera esperándose que él echara por tierra su idea en cualquier momento.

En vez de eso, Hunter sonrió.

– Cualquiera pensaría que eres más lista que yo.

Ella se irguió de hombros.

– Fui la encargada de dar el discurso de despedida en la ceremonia de graduación. Y también fui la primera de nuestra promoción en la universidad, ¿no te acuerdas?

– Más o menos, dos décimas por encima del resto de los estudiantes -le recordó él. Después carraspeó-. Escucha…

Molly se acercó a Daniel y él percibió de lleno el olor embriagador que siempre asociaba con ella. Perfume o champú, no importaba. Le gustaba.

– Por favor, no me digas que no quieres que me implique en el caso -le rogó Molly-. Es mi padre, y por eso sólo ya me incumbe. Quiero ayudar. En realidad, necesito ayudar…