Quizá, en el fondo siempre hubiera tenido la esperanza de volver junto a Daniel algún día. En aquel momento acababa de saber que nunca ocurriría. Sin embargo, en cuanto hubiera limpiado el nombre de su padre, se forjaría una vida nueva. No la vida errante que había llevado hasta entonces, sino la vida que, según le había dicho a Hunter, tenía que encontrar antes de poder comprometerse con un hombre.
Un hombre que no sería Daniel.
Hunter observó cómo se alejaba Molly antes de volver a su apartamento. Si antes pensaba que le dolía la cabeza, en aquel momento tenía la sensación de que iba a estallarle. Para terminar de arreglarlo todo, cuando entró en casa se dio cuenta de que Allison se había marchado. Y no la culpaba. Todo había sido una escenita, y no se había preocupado por ella. Cerró de un portazo y miró en su habitación, por si acaso. Sin embargo, su ropa, su bolso y todas sus pertenencias habían desaparecido. No había dejado ni siquiera una nota.
– Demonios -masculló, pasándose la mano por el pelo.
Se dejó caer sobre la cama. Más tarde la llamaría para disculparse, pero aquella aventura, o lo que fuera, había terminado. Molly se había encargado de ello.
Molly se había ocupado de muchas cosas, como de avivar sus viejos sentimientos y de enredarle la cabeza. No obstante, sí había algo que sabía con seguridad: de ninguna manera iba a ayudarla sólo porque ella hubiera decidido que lo necesitaba. Al menos, eso era lo que Daniel se decía a sí mismo; pero no podía dejar de pensar en Molly.
¿Dónde había estado durante todo aquel tiempo y cómo se las había arreglado? A juzgar por su aspecto, no debía de haber pasado una temporada difícil. Estaba despampanante, en una palabra.
Gruñó sonoramente y continuó pensando en ella. ¿Hasta qué punto había congeniado con su verdadero padre? ¿Y por qué lo habrían arrestado? Molly no le había contado mucho, aparte de pedirle que sopesara su petición. Tampoco él le había facilitado las cosas.
Ya había decidido que no iba a prestarle ayuda, así que no tenía sentido pensar más en ella. Se duchó, se vistió y se puso en camino hacia la oficina que acababa de estrenar en el centro de Albany, gracias a la generosidad de Lacey. Cuando ella había heredado, se había empeñado en pagar todos los préstamos de estudios de Daniel. Él se había opuesto, por descontado, pero de todos modos ella lo había hecho.
Como compensación, Daniel había decidido concentrarse en los casos de oficio, proporcionando asistencia legal de calidad a aquellos que no podían permitírselo. Había alquilado una oficina grande, se había asociado con algunos colegas de profesión y había contratado empleados.
Después de pasar por el bufete y dar contestaciones cortantes a todos aquellos con los que se cruzaba, Daniel supo que no estaba de humor para hacer nada bueno allí, y decidió ir a visitar a sus amigos.
Se reunió con Lacy y Ty en el bar de siempre, el Night Owl's. Pidió una cerveza en la barra y fue hasta la mesa donde ellos estaban cenando. Él ya le había contado a Ty que Molly había reaparecido de improviso en su vida. Hunter estaba seguro de que Lacey lo sabía también, así que no hacía falta dar explicaciones.
Cuando se sentó a la mesa,Ty vio la botella de Daniel y frunció el ceño.
– Cerveza, no vodka.
– ¿Y? -le preguntó Hunter.
Ty se encogió de hombros.
– Ya lo sabes.
Hunter respondió dando un trago. En la universidad había refinado sus gustos y había enderezado su vida. Había comenzado a vestir como un abogado y a tomar vodka de buena marca, en vez de cerveza barata. Sin embargo, eso era cuando se preocupaba por lo que pudiera pensar la gente de él. Antes de saber que las apariencias no significaban nada, y que siempre sería el mismo niño que había ido de hogar de acogida en hogar de acogida, el adolescente de quien todo el mundo pensaba que no llegaría a nada. Después de su ruptura con Molly, si acaso podía llamársele así, había retomado sus viejos hábitos.
– Mala vida y alcohol -dijo Lacey, sacudiendo la cabeza con decepción e inquietud-. Creía que ya habrías superado la necesidad de autodestrucción. ¿Sabes lo preocupados que estamos por ti? -le preguntó, mientras ponía la mano sobre la de él-. Ty, díselo.
Ty se encogió de hombros otra vez, mirando a su amigo.
– Yo no estoy preocupado. Sólo me parece que eres idiota y que tienes que organizar tu vida. Ninguna mujer se merece… ¡ay! -exclamó, cuando su mujer le hundió el codo en las costillas-. Ya sabes lo que quiero decir -se corrigió. Le pasó el brazo por los hombros a Lacey y le dio un beso en la mejilla antes de volverse de nuevo hacia Hunter-. Te has dedicado por completo al trabajo y a las mujeres para olvidarte de Molly y no ha servido de nada. Ahora ella ha vuelto y necesita tu ayuda. Eso son dos cosas a las que no puedes resistirte, así que…
– Me dejó y desapareció durante más de un año. No hemos sabido una palabra…
– Yo sí -le recordó Lacey.
Él carraspeó.
– Como decía, yo no he sabido una palabra de ella hasta ahora, que necesita mi ayuda, y de oficio, debería añadir. Entonces, viene a buscarme. Hunter, el idiota. Hunter, el que no puede resistirse a ella. Mm, mm. Ni hablar. No voy a ayudarla -dijo, y dio un golpe con la botella sobre la mesa para subrayar sus palabras.
– Los casos de oficio son tus preferidos -le dijo Lacey en tono persuasivo.
Aunque fuera su mejor amiga, iba a estrangularla, pensó él.
– Además, se lo debes a Molly -prosiguió Lacey.
– ¿Cómo? -preguntó Hunter, sin dar crédito a lo que acababa de oír.
– Que se lo debes. El año pasado, cuando todo iba mal, yo creía que el tío Marc era quien quería verme muerta para poder quedarse con mi fondo fiduciario. Y en vez de ponerte del lado de Molly, me apoyaste. Así que se lo debes, Hunter, se lo debes.
Ty se inclinó hacia Hunter.
– Es una cuestión femenina -le explicó-. Limítate a mirarla y a sonreír como si estuvieras de acuerdo. Hazme caso, es mejor que discutir.
Sin embargo, Hunter protestó.
– Ya me disculpé con Molly -le recordó a Lacey-. Le pedí que se casara conmigo. Y no sólo eso, sino que le ofrecí cambiarme de ciudad e ir con ella a cualquier parte para poder tener un futuro juntos. Creo que no le debo nada -dijo entre dientes.
Cuando recordaba aquello, se enfurecía. Él había creído que Molly lo entendía y lo aceptaba, incluso con su pasado, pero se había equivocado, y por fin había aprendido que todo el refinamiento del mundo no iba a cambiar su destino. El rechazo de Molly había sido la demostración de que el trabajo duro no había cambiado las cosas. Seguía siendo lo que siempre le decía su padre: alguien que nunca conseguiría nada. Alguien con quien no merecía la pena quedarse.
Al final, todo el mundo abandonaba a Hunter; sin embargo, la traición de Molly le había herido mucho más que cualquier otra, porque él se había arriesgado y le había ofrecido su corazón.
Nunca volvería a hacerlo.
– La ayudarás -dijo Ty, antes de darle un mordisco a su hamburguesa-. Es tu forma de ser.
Lacey asintió.
Hunter sentía cada vez más frustración.
– No habéis escuchado una sola palabra de lo que os he dicho.
Lacey tomó un sorbito de su refresco y lo miró fijamente.
– Molly te necesita.
Hunter pronunció un juramento entre dientes y miró al techo.
– ¿Y qué pasa con lo que quiero y necesito yo? -preguntó él.
Ty le dio una palmadita en la espalda.
– En lo referente a las mujeres, no importa lo que nosotros queramos. Es más importante lo que quieren ellas.
Lacey sonrió.
– Aprende rápido.
– Los hombres casados no tienen otro remedio -le dijo Ty.
– Pero el matrimonio también tiene sus ventajas, ¿no? -le preguntó ella, pasándole la mano por el pelo de un modo juguetón.