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Y fuera de los muchos pájaros que en los altos anidaban y de las serpientes que por abajo iban y de dos o tres géneros de sabandijas parecientes a conejos que por allí se criaban, no se veía otro animal ni provechoso ni dañino.

Y a poco de esto, a muchos hombres les empezaron a salir grandes sarnas que daban gran comezón y al rascarse arrancaban las tiras del cuero y debajo salían como huevecillos blancos de los gusanos que se criaban. Y a los pocos días de las sarnas venían las calenturas de las que allí a poco todos estuvimos aquejados. Mas Dios Nuestro Señor, al que devotamente hacíamos misa y rezábamos cada día, vino en nuestra ayuda por sacarnos del quebranto. Y fue que, cuando ya pensábamos perecer de las calenturas y de no ver el sol, salimos a un lago tan grande que casi no podíamos ver donde acababa aunque, sobre ser de agua dulce y buena, a lo lejos se veía ser lago y no mar y que a la otra orilla había más árboles y más montañas. Y llamamos a aquel lago el del Cristo de la Misericordia porque aquel Ramón Peñica, que era de los criados del Condestable, el día antes de llegar al dicho lago había pregonado promesa de llevarle ciertas doblas de plata y hachones de cera al Cristo de la Misericordia de la iglesia Mayor si encontrábamos socorro antes de que pasara un día, que más plazo él ya no cuidaba de vivir, tan triste y quebrantado iba. Mas, en saliendo al lago, luego nos dio el sol, que en las orillas no crecían árboles sino muy espesa y muy buena yerba, y vimos cagadas de animales grandes que bien se dejarían cazar, y con ello cobramos ánimos y hasta pareció que se nos aliviaban las grandes calenturas y quejas que traíamos. Y fray Jordi luego hizo misa de acción de gracias que devotamente oímos y luego entonamos un "Te Deum Leudamus" cuidando que habíamos salido de una muerte cierta.

Y por aquellas amables riberas del lago nos demoramos casi dos meses criando panzas y papadas pues era muy deleitoso lugar y, por otra parte, cuando vimos que en saliendo dél empezaban otra vez las grandes y espesas arboledas y las espesuras y las montañas, no nos determinábamos a meternos otra vez por aquellos tormentos.

Y en el tiempo que allí estuvimos cazamos muchos venados chicos como cabras, con larguísimos cuernos, que allí regaladamente se crían. Y al principio eran fáciles de cazar con ballesta, mas luego se fueron tornando más recelones, como con todos los animales del país de los negros acontece.

Y con esto nos fuimos reponiendo y cobramos las fuerzas y las colores que habíamos perdido. Y en estos dos meses murieron tres negros de los que con nosotros venían mas los blancos que llegamos con grandes calenturas y pensábamos morir, luego que nos dio el sol y catamos carne asada caliente y sopas, nos fuimos reponiendo y salimos de peligro. Y aunque en el lago había mosquitos, no nos aquejaban ya desde que nos untábamos el bálsamo de fray Jordi.

Y había, por el lado del lago que miraba al Mediodía, un río mediano que en él venía a rendir aguas. Y viendo que seguir ríos es cosa provechosa cuando se va entre árboles, no miramos que los ríos bajan de las montañas sino que, en determinando salir de allí, subimos río arriba y ya no sufrimos tantas fatigas como antes porque por las riberas del río había más caza y topábamos muchos árboles podridos y secos que daban buena leña y sitios despejados donde hacer fuego y guisar de comer. Y seguimos aquel río veinticuatro días al cabo de los cuales fuimos a dar en otro lago más chico que el que atrás dejábamos. Y a éste lo llamamos del Niño Jesús, porque era más chico, y el río no entraba en el lago sino que seguía más en alto pero de él bajaban tres canalillos que le daban agua al lago. Y luego el río doblaba su curso y torcía para la parte del Septentrión, con lo que determinamos de no seguirlo ya y meternos otra vez por la espesura poniendo nuestra suerte en manos de Dios y de Santa María y de todos los Santos. Y luego que seguimos otras dos semanas hacia el Mediodía y tan quebrantados y menguados como la primera vez, vinimos a topar con muy altas y peladas montañas y hubimos junta y consejo sobre si convenía saltarlas tanteando puertos o vadearlas yendo hacia Poniente por donde la tierra parecía más despejada. Y luego pensamos que si en cabalgando las montañas encontrábamos otras, allí pereceríamos sin remisión. Y miramos agüeros sobre ello más las aves salían inciertas. Y con esto determinamos torcer a Poniente hasta que Dios fuera servido mandarnos un paso por donde pudiéramos seguir el Mediodía.

Y dejando siempre las altas montañas a la mano siniestra seguimos por las espesuras, que ya iban clareando algo y dándonos respiro y consuelo, y pasamos por un sitio donde los pájaros anidaban y había muchos huevos en los árboles y entre las piedras, de los que hacíamos grandes provisiones y asábamos y comíamos hasta hartarnos.

Y los negros fabricaron unas sartencillas de barro donde derretíamos la manteca que nos quedaba y allí freíamos muchos huevos adobándolos con ciertos brotes salados que junto a los charcos crecían. Y era manjar muy deleitoso de comer para los que llevábamos luengos años sin catar pan y traíamos las barrigas hechas a las muchas extrañas viandas y suciedades que habíamos tenido por pitanza para no perecer de hambre desde que entramos en la tierra de los negros.

Y con esto fuímonos reponiendo algo y pasamos adelante rodeando las montañas y no hubo que llorar, en aquellos meses que anduvimos por allí, más que la desgracia de que un gusano venenoso enponzoñara a un ballestero de nombre Antón Carranza, burgalés, hombre de muy ruines inclinaciones y deslenguado y de muy mala crianza y poco amistoso, en cuya muerte, si he de decir verdad, no tuvimos gran sentimiento, porque allí donde todos éramos tan amigos por las muchas estrecheces y fatigas que pasábamos juntos, él no era amigo de nadie. Y en su hato llevaba un saquito de sal que nadie pensara que lo tenía. Y al dicho Antón Carranza le dimos tierra debajo de un montón de hojas y tallos podridos y le rezamos su responso y oficio y en el árbol que había al lado mandé a un negro tallar una cruz chica con mi cuchillo y con esto pasamos adelante.