—¡Tony, si traes el soldador, PRIMERO APÁGALO! —El grito de Leo retumbó en los auriculares de todos. Intentó modular la voz.
El haz estaba, en efecto, apagado, pero los controles no. Un movimiento accidental mientras Tony movía la máquina y… Leo trazó la hendidura hipotética en el ala cercana del Hábitat y se estremeció.
—Piensa con la cabeza, Tony. Una vez vi cómo un hombre partía en dos a uno de sus amigos por un descuido.
—Lo siento… Pensé que ahorraría tiempo… Lo lamento… —tartamudeó Tony.
—Sabes hacerlo mejor. —Leo se había calmado y su corazón recuperó el ritmo—. En este espacio, ese haz no se detendría hasta tocar la tercera luna o cualquier cosa que encontrara por el camino. —Estuvo a punto de continuar, pero se detuvo. No, no a través del canal de comunicación pública. Más adelante.
Más tarde, cuando los alumnos se quitaban los uniformes en el vestuario, siempre riendo y bromeando mientras los limpiaban y guardaban, Leo se acercó a Tony, que estaba silencioso y pálido. Seguro que no le he ladrado tanto, pensó Leo para sí. No suponía que fuera tan sensible…
—Cuando termines, quiero verte —le dijo Leo con tranquilidad.
—Sí, señor —respondió Tony, con tono de culpa.
Después de que sus compañeros se hubieran retirado, ansiosos por ir a comer, Tony quedó suspendido en el aire, con los dos pares de brazos cruzados sobre el cuerpo a modo de protección. Leo se acercó y le habló en un tono grave.
—¿En qué pensabas allí afuera hoy?
—Lo siento, señor. No volverá a pasar.
—Ha estado pasando toda la semana. ¿Tienes algún problema, muchacho?
Tony sacudió la cabeza.
—Nada… nada que tenga que ver con usted, señor.
Lo que había querido decir era que no tenía nada que ver con el trabajo, interpretó Leo. Muy bien, entonces.
—Si te está desconcentrando en tu trabajo, sí tiene que ver conmigo. ¿Quieres hablar sobre ello? ¿Tienes problemas con tu mujer? ¿El pequeño Andy está bien? ¿Te has peleado con alguien?
Los ojos azules de Tony buscaron el rostro de Leo con incertidumbre, pero volvió a inhibirse.
—No, señor.
—¿Estás preocupado por tener que salir por ese contrato? Supongo que es la primera vez que te alejas de tu hogar y de tu familia.
—No es eso —negó Tony. Hizo una pausa y volvió a mirar a Leo—. Señor, ¿hay muchas otras compañías allí fuera además de la nuestra?
—No muchas que hagan trabajos interestelares complejos —contestó Leo, un tanto sorprendido por el nuevo giro de la conversación—. Somos los más grandes, por supuesto, aunque hay una media docena de compañías que pueden representar una verdadera competencia para nosotros. En sistemas altamente poblados, como es el caso de Tau Ceti, Escobar, Orient y por supuesto la Tierra, existen siempre muchas compañías pequeñas que operan a menor escala. Están superespecializadas o son grupos empresariales. Los mundos espaciales cada vez son más fuertes.
—De manera que… si alguna vez usted se va de Galac-Tech, podría obtener otro empleo en el espacio. —Seguramente. Ya he tenido ofertas, pero nuestra compañía hace la mayor parte del trabajo que quiero hacer, así que no hay ninguna razón para que me vaya. Y además, tengo muchos años de antigüedad aquí y si me voy, los perdería. Es muy probable que me quede en Galac-Tech hasta que me jubile, si es que no muero con las botas puestas. Probablemente de un ataque al corazón producido por ver que uno de mis alumnos intenta matarse accidentalmente, pensó Leo, sin decirlo en voz alta. Tony ya parecía estar bastante castigado. Aunque todavía abstraído. —Señor… hábleme del dinero. —¿Dinero? — Leo levantó las cejas—. ¿Qué puedo decir? Es la sustancia de la vida.
—Yo nunca lo he visto. Tengo entendido que existen unos marcadores de valores codificados, que facilitan el comercio y sirven para llevar las cuentas. — Correcto.
—¿Cómo lo consigue?
—Bueno, la mayoría de la gente trabaja para ganárselo. Lo que hace es negociar su trabajo para obtenerlo. O si son propietarios, fabrican o plantan algo, pueden venderlo. Yo trabajo.
—¿Y Galac-Tech le da dinero?
—Sí, claro.
—Si yo lo pidiera, ¿la compañía me lo daría? —Bueno… —Leo era consciente de que estaba entrando en terreno resbaladizo. Era mejor que su opinión sobre el Proyecto Cay siguiera como hasta entonces, mientras estuviera bajo su techo. Su trabajo consistía en enseñar procedimientos de soldadura seguros, no en fomentar demandas salariales o cualquier otra cosa hacia donde llevara esa conversación—. ¿En qué lo gastarías aquí arriba? Galac-Tech te da todo lo que necesitas. Ahora bien, cuando estoy abajo o no estoy en las instalaciones de la compañía, tengo que comprarme la comida, la ropa, tengo que viajar y otras tantas cosas. Además —Leo buscaba un argumento menos específico—, hasta ahora, en realidad no has hecho ningún trabajo para Galac-Tech y la compañía, en cambio, ha hecho mucho por ti. Espera a salir en un contrato y hacer una producción real. Luego, tal vez sería el momento de hablar de dinero. —Leo sonrió. Se sentía hipócrita, pero al menos leal.
—¡Ah! —Tony parecía esconder alguna desilusión secreta. Sus ojos azules volvieron a mirar a Leo—. Cuando una de las naves de Salto de la compañía sale de Rodeo, ¿a dónde va?
—Depende de dónde la necesiten, supongo. Algunas van directamente a la Tierra. Si hay una carga o pasajeros que van a destinos diferentes, la primera parada es, en general, la Estación Orient.
—Galac-Tech no es la dueña de la Estación Orient, ¿verdad?
—No, es propiedad del gobierno de Orient IV. Aunque Galac-Tech explota una buena parte.
—¿Cuánto se tarda en llegar a la Estación Orient desde Rodeo?
—Alrededor de una semana. Probablemente tengas que parar allí pronto, aunque sólo sea para recoger equipos y suministros adicionales, cuando te envíen en tu primer contrato de construcción.
Ahora el muchacho parecía abrirse un poco, quizá porque pensaba en su primer viaje interestelar. Mejor así. Leo se sintió aliviado.
—Estaré esperando ansiosamente ese momento, señor.
—Muy bien. Si mientras no te cortas un pie, bueno, una mano.
Tony inclinó la cabeza y sonrió.
—Trataré de no hacerlo, señor.
¿Qué significaba todo eso?, se preguntaba Leo, mientras observaba a Tony salir por la puerta. Seguramente el muchacho no estaría pensando en intentar independizarse, ¿o sí? Tony no tenía ni la menor idea de lo curioso que podría parecer fuera de su Hábitat familiar. Si tan sólo pudiera abrirse un poco más…
Se estremeció ante la sola idea de enfrentarse a él. Todos los integrantes del equipo del Hábitat parecían sentirse con el derecho de invadir los pensamientos de los cuadrúmanos. Ninguna de sus habitaciones podía cerrarse con llave. Tenían la misma intimidad que las hormigas debajo de un vidrio.
Trató de deshacerse de estos pensamientos críticos, pero no logró desprenderse de su incomodidad. Toda su vida había depositado la fe en su propia integridad técnica. Si seguía esa estrella, sus pies no tropezarían. Se había convertido en una costumbre natural. Había incorporado esa integridad técnica a su enseñanza al grupo de trabajo de Tony de forma casi automática. Y, sin embargo, esta vez parecía no ser suficiente. Era como haber memorizado la respuesta y descubrir que le habían cambiado la pregunta.