Ti se apresuró a continuar con sus obligaciones cuando llegó un técnico del Hábitat para hacerse cargo de la cabina de control del dique de carga.
Silver se escondió en un rincón, paralizada de miedo y de confusión. En la Estación de Transferencia, Tony y Claire habían planeado partir en una nave de Salto en dirección a Orient IV, salir del alcance de Galac-Tech, encontrar trabajo cuando llegaran allí. Para Silver, era un plan extremadamente arriesgado, producto de su desesperación. Claire había estado aterrada, pero el plan de Tony, con todas las etapas cuidadosamente pensadas, finalmente la había persuadido. Por lo menos, las primeras etapas habían sido cuidadosamente pensadas. Parecían ser más vagas a medida que se alejaban de Rodeo y de su hogar. En ninguna de las versiones, habían planeado descender al planeta.
Tony y Claire seguramente ya se habrían escondido en el compartimento de carga de la lanzadera. Silver no tenía manera de advertirles… ¿Debería traicionarles para salvarlos? Seguramente la conmoción que eso produciría sería muy desagradable. Su desesperación la envolvía como si fuera una banda de acero alrededor del pecho, que le cortaba la respiración y le impedía hablar.
Llegó a ver por la pantalla de la cabina de control, con una parálisis aterradora, cómo la lanzadera se desprendía del Hábitat y comenzaba a perderse en la atmósfera de Rodeo. 42
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Claire sintió crujir el compartimento de carga a su alrededor, cuando la desaceleración afectó su estructura. Unos golpes, acompañados de un silbido, vibraron en toda la estructura metálica de la lanzadera.
—¿Qué sucede? —preguntó Claire. Soltó una mano de la caja de plástico detrás de la cual se habían escondido para aferrarse a Andy y sostenerlo más cerca —. ¿Estamos esquivando algo? ¿Qué es ese ruido tan curioso?
Tony rápidamente se lamió un dedo y lo extendió.
—No hay corriente de aire. —Tragó, para probar la presión en el tímpano—. Tampoco perdemos presión.
Sin embargo, el silbido aumentaba.
Dos sonidos mecánicos, uno después de otro, que no tenían nada que ver con el ruido familiar de una escotilla, aterrorizaron a Claire. La desaceleración seguía, durante demasiado tiempo, confundida por un nuevo vector de propulsión que parecía provenir del lado ventral de la lanzadera. El costado del compartimento de carga, al que estaban aferradas las cajas, parecía empujarla. Nerviosa, Claire apoyó la espalda y colocó a Andy sobre su vientre.
Los ojos del bebé eran redondos y su boca parecía una «o» de sorpresa. No por favor, no comiences a llorar. No se atrevió a soltar el llanto contenido en su propia garganta, haría que Andy comenzara a llorar como una sirena.
—Tortita, tortita, panadero —canturreó Claire—. Cocina una torta tan pronto como puedas. —Tocó la mejilla de Tony y le guiñó un ojo, en una seducción silenciosa.
Tony estaba pálido.
—Claire, me temo que esta lanzadera va al planeta. Apuesto a que esos ruidos se han producido al desplegar los alerones.
—¡Oh, no! No puede ser. Silver comprobó el programa. …
—Parece que Silver cometió un gran error. —Yo también lo controlé. Se suponía que esta nave iba a recoger una carga a la Estación de Transferencia, y después iría hacia el planeta.
—Entonces las dos cometisteis un grave error —la voz de Tony era áspera y temblorosa. Su furia se disimulaba detrás de una máscara de miedo.
Oh, ayúdame, no me grites. Si no me tranquilizo, tampoco se tranquilizará Andy,… Después de todo no fue idea mía…
Tony rodó sobre su estómago y levantó el cuerpo de la superficie del… del suelo. Así era como los de los planetas llamaban a la dirección de donde provenía el vector de la fuerza gravitacional. Se arrastró hasta la ventana más cercana. La luz que penetraba por la ventana estaba adquiriendo una calidad difusa extraña, cada vez menos intensa.
—Todo está blanco… ¡Claire, creo que debemos de estar entrando en una nube!
Claire había observado las nubes desde el espacio durante horas, mientras volaban lentamente en la convección de la atmósfera de Rodeo. Siempre le habían parecido tan matizas como la luna. Se moría de ganas de ir a ver.
Andy estaba aferrado a su camiseta azul. También se desplazó, como lo había hecho Tony, con las palmas de la mano contra la superficie, y se levantó. Andy, que miraba a su padre, extendió las manos superiores e intentó desprender las inferiores del cuerpo de Claire. El suelo se levantó y le golpeó.
Durante un instante, estuvo demasiado sorprendido como para llorar. Luego, abrió la boca bien grande y emitió un grito vibrante de verdadero dolor. El sonido repercutió en cada nervio del cuerpo de Claire.
Tony también se estremeció por el ruido. Se alejó de la ventana y se acercó a ellos.
—¿Por qué lo has dejado caer? ¿Qué crees que estás haciendo? Por favor, haz que se tranquilice, rápido.
Claire volvió a rodar sobre su espalda. Llevaba a Andy apoyado en la suavidad elástica de su abdomen, mientras lo besaba y acariciaba con ternura. El tono de sus gritos pasó de un alarido atemorizante de dolor a quejidos agudos de indignación, pero el volumen seguía siendo el mismo.
—¡Van a oírlo hasta en el compartimento del piloto! —gritó Tony con angustia—. ¡Haz algo!
—Lo intento —le contestó Claire. Le temblaban las manos. Intentó acercar la cabeza de Andy a su pecho, pero él lo rechazó y gritó con más fuerza. Afortunadamente, el sonido de la atmósfera alrededor de la cápsula espacial parecía Un trueno ensordecedor. Cuando el ruido hubo desaparecido, los gritos de Andy se habían reducido a un lloriqueo. Se limpió la cara, llena de lágrimas y de mocos, en la camiseta de Claire. Su peso en el estómago y diafragma de Claire le cortaba la respiración, pero no se atrevía a acostarlo.
Se volvieron a oír otros ruidos fuertes en la nave. Las vibraciones de los motores cambiaron el tono. Claire iba de un lado para otro, por el cambio de los vectores de aceleración. Ninguno era tan fuerte como el que provenía del suelo. Sostuvo a Andy con dos manos solamente, para poder agarrarse a las cajas de plástico.
Tony estaba acostado a su lado. Se mordía los labios por la ansiedad.
—Debemos de estar descendiendo para aterrizar en la superficie. Claire asintió.
—En una de las pistas para lanzaderas. Habrá gente allí, terrestres. Tal vez podríamos decirles que quedamos atrapados en esta lanzadera por accidente. Tal vez —agregó en un tono esperanzado— nos vuelvan a enviar a casa.
Tony cerró la mano superior derecha. —¡No! No podemos rendirnos en este momento. Nunca tendremos otra oportunidad. —Pero, ¿qué otra cosa podemos hacer? —Nos escabulliremos de esta lanzadera y nos esconderemos, hasta que consigamos otra, una que vaya a la Estación de Transferencia. —Su voz se volvió más grave, como si fuera una súplica, cuando Claire abrió la boca, dando señas de desesperación—. Lo hemos hecho una vez, y lo conseguiremos de nuevo.
Ella sacudió la cabeza, dudosa. La conversación fue interrumpida por una serie asombrosa de golpes que sacudían toda la nave y luego se convirtieron en un rugido continuo. La luz que penetraba por la ventana giró su orientación por todo el compartimento de carga, mientras la nave aterrizaba, rodaba por el suelo y giraba. Luego desapareció, el compartimento de carga se oscureció y los motores se callaron, en un silencio igualmente aterrador.
Claire se soltó lentamente. De todos los vectores de aceleración, sólo quedaba uno. Aislado, era el más abrumador.
La gravedad, silenciosa e implacable, hacia fuerza contra su espalda. Por un momento, se le ocurrió pensar que podría cesar de repente y que el empuje la propulsaría hasta el techo, estrellándolos a ella y a Andy. También por efecto de una ilusión óptica, todo el compartimento de carga parecía traquetear a su alrededor. Cerró los ojos, como una autodefensa.