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Leo hizo una pausa, mientras dos docenas de cabezas se inclinaban al mismo tiempo para resaltar este hecho, satisfactoriamente no ambiguo, sobre la auto-transcripción de los tableros luminosos que sostenían con sus manos inferiores.

—Cuando digo que esta soldadura estaba en un tanque de almacenamiento de líquidos de relativamente baja presión, y no, por ejemplo, en una cámara de propulsión con presiones mayores, la ambigüedad de la definición se hace patente, ya que en un propulsor, el grado particular de defecto que aparece aquí habría sido crítico. Ahora bien. —Cambió el dispositivo de holovídeo y mostró una toma con luz roja—. Esta es una imagen de la misma soldadura, tomada de los datos registrados por un haz reflejado de impulsos ultrasónicos. Es bastante diferente, ¿verdad? ¿Alguien puede identificar esta discontinuidad? —Fijó la imagen en una zona brillante.

Volvieron a cruzarse varios brazos. Leo señaló a otro estudiante, un muchacho que llamaba la atención por su nariz aguileña, los ojos negros brillantes, los músculos marcados y una piel oscura que contrastaba con elegancia con la camiseta y pantalones cortos colorados.

—¿Sí, Pramod?

—Se trata de una laminación no ligada.

—Correcto —dijo Leo y pulsó los controles del proyector—. Pero fijaos en esta imagen. ¿Dónde están las pequeñas burbujas? ¿Alguien piensa que se han cerrado por arte de magia entre ambas pruebas? Gracias —contestó a todas las sonrisas que indicaban saber la respuesta—. Me alegra que no penséis eso. Ahora pongamos las dos proyecciones juntas.

El rojo y el azul se transformaron en un púrpura en los puntos de superposición, cuando el ordenador integró las dos imágenes.

—Y ahora vemos el problema —dijo Leo, aumentando la imagen otra vez—. Estas dos porosidades, junto con esta laminación, están en el mismo plano. Podéis observar la grieta fatal que ya comienza a propagarse en esta rotación. —Leo recalcó la grieta con una luz rosa brillante—. Esto, chicos, es un defecto.

Se oyeron ooohs de fascinación gratificante. Leo sonrió y continuó.

—Bien. Lo importante es que ambas pruebas eran válidas. Pero ninguna de las dos era completa ni suficiente en sí misma. Un mapa no es el territorio. Tenéis que tener en cuenta que los rayos X son excelentes para revelar huecos y relieves, pero inadecuados para detectar grietas, excepto en ciertas alineaciones casuales. Lo óptimo para este tipo de discontinuidades laminares que los rayos X no llegan a detectar es el ultrasonido. Las dos proyecciones, integradas en forma inteligente, ofrecieron una solución.

»Ahora. —Leo esbozó una sonrisa un tanto sombría y cambió la imagen llamativa por otra, esta vez de color verde monocromático—. Observad esto. ¿Qué es lo que veis?

Volvió a señalar a Tony.

—Una soldadura láser, señor.

—Eso parece. Tu identificación es bastante comprensible, y a la vez errónea. Quiero que todos vosotros memoricéis este trabajo. Miradlo bien. Porque puede ser el peor objeto con el que os podéis encontrar.

Parecían estar muy impresionados, pero al mismo tiempo completamente desconcertados. Les pidió silencio absoluto y completa atención.

Esto —señaló con énfasis, y en su voz había desprecio—, es un registro de inspección falsificado. Y lo que es peor, es sólo uno de toda una serie. Cierto contratista de Galac-Tech que suministra cámaras de propulsión para las naves de Salto vio peligrar su margen de beneficio cuando se rechazó una entrega de gran volumen después de haber sido colocada en los sistemas. De manera que, en lugar de destruir el trabajo y hacerlo nuevamente, prefirieron confiar en los inspectores de control de calidad. Nunca sabremos con seguridad si el inspector general rechazó un soborno o no, porque no está aquí para decírnoslo. Le encontraron accidentalmente muerto, a causa de una aparente disfunción de su traje eléctrico, atribuido a los errores que él mismo habría cometido mientras intentaba vestirse en estado de ebriedad. La autopsia determinó un alto porcentaje de alcohol en el torrente sanguíneo, aunque mucho tiempo después se determinó que como el porcentaje era tan alto, no habría podido caminar, ni mucho menos vestirse solo.

»El inspector auxiliar fue quien aceptó el soborno. Las soldaduras pasaban como correctas por la verificación del ordenador, porque se trataba de la misma maldita soldadura, copiada una y otra vez e insertada en el banco de datos, en lugar de las verdaderas inspecciones, que, en su mayoría, nunca fueron llevadas a cabo. Se pusieron en funcionamiento veinte cámaras de propulsión. Veinte bombas de tiempo.

»Sólo cuando estalló la segunda, dieciocho meses más tarde, se descubrió finalmente todo el pastel. No se trata de rumores. Yo integraba el equipo que investigaba las causas más probables. Fui yo quien la descubrió, gracias al control más viejo del mundo: la inspección realizada sólo con los ojos y el cerebro. Cuando me senté allí, en esa silla de la estación, mientras pasaba todos los registros, uno por uno, reconocí la pieza por primera vez cuando la volví a ver, una y otra vez, porque el ordenador sólo reconocía que la serie estaba libre de defectos.

«Entonces descubrí lo que esos bastardos habían hecho…

Le temblaban las manos, como siempre sucedía a esa altura de su exposición, cuando le venían a la mente todos esos recuerdos. Las apretó sobre los costados del cuerpo.

—La valoración de la proyección fue falsificada en estas imágenes electrónicas. Pero las leyes universales de la física ofrecieron un análisis sangriento absolutamente real. Ochenta y seis personas murieron de repente. Y eso —señaló Leo una vez más—, no es simplemente un fraude, sino el peor y mas cruel de los asesinatos.

Recuperó el aliento.

—Lo más importante que os voy a decir es que la mente humana es el mejor mecanismo de control. Podéis tomar todas las notas que queráis sobre los datos técnicos. Cualquier cosa que olvidéis, podéis comprobarla. Pero debéis grabar esto en vuestros corazones, con letras de fuego: No hay nada, nada, nada más importante para mí, en los hombres y las mujeres que preparo, que su absoluta integridad personal. Ya trabajen como soldadores o como inspectores, las leyes de la física son unos impecables detectores de mentiras. Podréis engañar a los hombres. Pero nunca podréis engañar al metal. Eso es todo.

Exhaló y recuperó su buen humor. Miró a su alrededor. Los alumnos habían tomado su discurso con la seriedad necesaria. Bien. No había habido ninguna interrupción ni ninguna broma en las filas del fondo. Por cierto, todos parecían estar bastante sorprendidos y lo miraban con cierto terror.

—Así que ahora… —juntó las manos y se las frotó, como para romper el hechizo—, vayamos al laboratorio y desmontemos un soldador por haces y veamos si podemos encontrar algo que no funcione bien…

Todos salieron, en forma obediente, delante suyo, mientras conversaban entre sí.

Yei lo estaba esperando en la puerta. Apenas le sonrió.

—Una presentación impresionante, señor Graf. Se expresa muy bien cuando habla de su trabajo. Ayer pensé que debía de ser una persona muy callada.

Leo se ruborizó y se encogió de hombros.

—No es tan difícil, cuando uno tiene algo interesante de qué hablar.