Cerré los ojos y respondí en un susurro:
– Lo que sea…
Y emití un ronquido. Alanna intervino en aquel momento.
– Mi señor, quizá queráis que os acompañe a vuestra habitación.
Como respuesta sólo hubo silencio, y yo tuve ganas de abrir los ojos, pero notaba la mirada de ClanFintan clavada en mí, así que solté otro ronquido poco femenino.
– Vuestro dormitorio es contiguo a éste, mi señor -insistió Alanna.
– Sí, estoy listo para retirarme -dijo él, de vuelta a una fría formalidad. Su marcha de mi dormitorio fue brusca y ruidosa.
Tanto, que casi ahogó la voz musical de Alanna.
– Mi señor, lady Rhiannon ha pasado por mucho últimamente -la suavidad de su voz me recordó tanto a la dulzura de Suzanna que sentí una punzada de añoranza.
– Como todos los demás -dijo él. Después, cerró la puerta de su habitación.
– Se ha marchado ya, mi señora.
Como había sucedido con mis ganas de reír por el alcohol. Nada como un poco de intriga personal en un mundo paralelo para recuperar la sobriedad.
Ella volvió a mi lado y me refrescó la frente pegajosa con un paño húmedo.
– Sabe que no soy Rhiannon.
A Alanna le temblaron las manos ligeramente.
– No, mi señora, sólo sabe que sois diferente a lo que él esperaba.
– Háblame de Rhiannon.
Sus manos quedaron inmóviles.
– Es mi ama, y la Suma Sacerdotisa, la encarnación de la diosa Epona.
– Todo eso ya lo sé. Dime qué tipo de persona es.
– Es una persona poderosa.
Suspiro.
– Alanna, no me refiero a eso. Me refiero a su personalidad. Dices que no es como yo, así que quiero saber cómo es.
Silencio.
– ¿Acaso no sabes ya lo suficiente como para darte cuenta de que no necesitas tener miedo a decirme la verdad?
– Es difícil, mi señora.
– Está bien, te ayudaré. Cuéntame por qué no le cae bien a ClanFintan.
– Ella no quería casarse con él, así que lo evitaba siempre que podía. Y cuando no podía evitarlo, lo trataba con frialdad.
Alanna apartó sus ojos de los míos.
– ¿Y por qué no se limitó a romper el compromiso?
– Por su deber. La Suma Sacerdotisa, o Encarnación de la Diosa, siempre se ha emparejado con el Sumo Chamán de los centauros. Si quería seguir siendo la Suma Sacerdotisa, tenía que estar casada con ClanFintan, al menos durante un año. Sin embargo, la mayoría de los matrimonios entre la Amada de Epona y el Sumo Chamán de los centauros duran toda la vida.
Verdaderamente, Alanna estaba incómoda mientras hablaba de ello.
¡Y era lógico!
– Sé que no soy de aquí, ¡pero no puedo culparla por no querer mantener relaciones sexuales con un caballo! -Alanna pestañeó con asombro y me miró-. Vamos, por favor… A mí también me asusta.
– Mi señora, no es lo que pensáis -dijo ella, con las mejillas muy coloradas-. Él es un Sumo Chamán.
Y dijo aquello como si con eso lo arreglara todo.
– ¡Sí, y también es un caballo! ¿Y yo estoy obligada a consumar el matrimonio con él? Eso no fue lo que me dijiste.
– Bueno, os dije no se puede tocar a lady Rhiannon sin que ella lo permita, pero… después de consumar el matrimonio.
– Pues explícame cómo voy a consumarlo. ¿No es un caballo de la cintura para abajo? -Dios, cómo me dolía la garganta.
– Bueno, sí, mi señora. En su forma presente.
En aquel momento, Alanna estaba muy ruborizada.
– Alanna, ¡no te entiendo! ¿Qué otras formas tiene?
– Es un Sumo Chamán, lo cual significa que puede adoptar muchas formas distintas. La humana es sólo una de ellas.
– Eso es imposible.
– Para ClanFintan no.
– Entonces, ¿no tengo que mantener relaciones sexuales con un caballo?
– No, mi señora.
– Vaya, eso es un alivio.
– Sí, mi señora. Dejad que os ponga más cómoda.
Entonces, comenzó a quitarme la corona, las joyas, el maquillaje…
– Pero todavía no me has hablado de Rhiannon.
Aquél fue su turno de suspirar.
– ¿Sabía ella que ClanFintan puede convertirse en humano?
– Por supuesto, mi señora.
– ¡Deja de moverte! Estoy bien. Siéntate aquí y habla conmigo.
De mala gana, ella se sentó a mi lado, con una expresión remilgada e incómoda.
– Ella no aborrecía a ClanFintan. Era la idea de estar atada a cualquier hombre.
– ¿Por qué?
– Lady Rhiannon le dejó bien claro que no estaría contenta limitada a un solo hombre. Ni siquiera durante un año.
– No me extraña que le caiga mal -dije. Acababa de entenderlo todo.
– Sí, mi señora.
– Tú no aprobabas su comportamiento, ¿verdad?
– Yo no soy quién para aprobar o desaprobar el comportamiento de lady Rhiannon -dijo ella, con la voz neutra e impersonal.
– ¿Por qué no? ¿No eres su ayudante, o algo así?
– ¿Ayudante?
– Sí, como una secretaria de dirección, o la persona que le lleva el horario. Ya sabes, su empleada.
– Mi señora, yo soy su sirvienta.
– No parece que te apreciara, ni que te diera un título de trabajo decente. Seguro que el salario también es malo. ¿No puedes dejarlo?
– No lo entendéis, mi señora. Ella es mi propietaria. Yo soy su propiedad.
Oh, Dios santo.
– ¿Eres su esclava?
– Sí. Y ahora soy vuestra esclava, mi señora.
– ¡No! ¡Yo no puedo tener una esclava! Te dejo en libertad. Dame los papeles, o lo que sea. Esto es una cosa absolutamente ridícula.
– No debéis hacerlo, mi señora -dijo Alanna, que había vuelto a palidecer-. Ser la esclava de lady Rhiannon es mi vida. El MacCallan me compró para su hija cuando yo era una niña. Las cosas son así en nuestro mundo.
– Pero no es mi mundo.
– Ahora sí, mi señora.
Sentí una oleada de agotamiento que me abrumó. ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Cómo podía ser real aquello?
– Dormid, mi señora. Todo estará más claro por la mañana.
– Todo seguirá siendo extraño y difícil -dije yo.
Sin embargo, el sueño me venció. El vino y el estrés combinados fueron un excelente somnífero. Mis párpados eran como de plomo, y mis ganas de abrir los ojos desaparecieron. La oscuridad fue un gran alivio.
Mi Paraíso de los Sueños siempre está poblado de héroes que vuelan y que se enamoran de la heroína, que soy yo, y que sacan diamantes del carbón con sus manos fuertes y suaves, a la vez. Yo puedo descansar entre nubes blancas y esponjosas, y tomarme un whisky añejo entre pequeñas cositas blancas y voladoras que proceden de los dientes de león, y que finalmente se convierten en copos de nieve.
Así que es comprensible que estuviera deseando retirarme a mi Paraíso de los Sueños después de varios días de tensión y de cambio de mundos. Tendida de costado y acurrucada, respirando profundamente, caí en un profundo sueño y me dispuse a disfrutar de un nuevo sueño.
No me sentí alarmada al principio, cuando comencé a experimentar que flotaba y abrí los ojos, y vi mi alma separándose de mi cuerpo durmiente mientras yo ascendía hacia el techo de mi habitación.
Y, sí, tenía una cama enorme, incluso viéndola desde el aire.
Mientras me movía, como empujada por el viento, y salía de los confines del Templo de Epona, tuve un raro momento de vértigo. En mis sueños, volar siempre es una experiencia muy agradable, así que aquel sentimiento de mareo y de angustia me sorprendió, pero el vértigo fue efímero, y pronto olvidé aquella rareza. Me relajé flotando en el aire, inhalando profundamente y disfrutando de la belleza de las nubes altas y esponjosas que pasaban por delante de la luna, que estaba casi llena. Me di cuenta de que no eran las nubes de caramelo doradas que normalmente había en mis sueños, lo que me pareció también un poco raro. Y sí, también me di cuenta de que en el sueño de aquella noche podía oler el aire, pero mis sueños normalmente eran gráficos y realistas, así que sentí curiosidad, pero no me preocupé demasiado por aquellas vagas fluctuaciones de las normas. Después de todo, estaba en otro mundo. Quizá mi Paraíso de los Sueños también se hubiera visto afectado.