Выбрать главу

Había bastante tráfico en aquella carretera, pero todos se dirigían hacia el lugar del que nosotros proveníamos. Los grupos de viajeros eran sobre todo familias grandes; las mujeres iban en carretas y los hombres caminaban o montaban a caballo a su lado, normalmente, acompañados por algunos animales de granja. Me di cuenta de que era gente próspera y bien arreglada, no como yo me hubiera imaginado que eran los campesinos. No estaban esmirriados, ni tenían los dientes podridos, ni su pelo estaba sucio y lleno de parásitos. Eran gente muy atractiva, casi tan guapos como magníficos eran sus caballos.

Sin poder evitarlo, me sentí un poco pagada de mí misma al recordar que mi Epi sobresalía incluso entre aquellos maravillosos caballos. En realidad, también ClanFintan sobresalía, pero él no entraba estrictamente en la categoría de «caballo», así que no podía sentir engreimiento por eso.

Me había preguntado, antes de que nos cruzáramos con alguien, si me reconocerían. Pronto tuve la respuesta. La primera familia con la que nos cruzamos comenzó a saludar amablemente a los centauros, pero se detuvieron en cuanto me vieron a mí. La cortesía de su saludo se transformó en euforia.

– ¡Es Epona!

La madre, que iba conduciendo una carreta llena de niños adorables y bolsas de provisiones, me vio la primera. Sus hijos comenzaron a saludar con entusiasmo.

– ¡Epona!

– ¡Bendita seáis, lady Rhiannon!

Yo sonreí y les devolví los saludos agitando la mano con suavidad, sintiéndome tan tonta como Miss América de gira. Supongo que los fieles de Rhiannon no estaban al corriente de lo bruja que era. Mejor para mí. Y las cosas fueron parecidas durante toda la mañana. Los centauros siguieron galopando a un ritmo asombroso, y no dejaron de pasar viajeros en dirección al Templo de Epona.

El paisaje era precioso, verde, fértil y próspero. Había viñedos, cereales y granjas. Las praderas estaban salpicadas de flores y había pequeños riachuelos que regaban los campos. En resumen, era una tierra de la que cualquiera estaría orgulloso.

A media mañana vi un precioso arbusto cerca de otro riachuelo que atravesaba nuestro camino.

– ¿Podríamos hacer una paradita para recargar energías y… bueno, para ocuparnos de las cosas necesarias de la naturaleza? -le pregunté a ClanFintan, inclinándome de nuevo hacia su cuerpo.

Él tenía los brazos cubiertos por una fina capa de sudor, pero su respiración era normal. Estaba en muy buena forma.

– Oh, por supuesto. Debería haberme dado cuenta antes.

Poco a poco disminuyó la marcha, y fue acercándose a la corriente. Se volvió hacia sus centauros:

– Vamos a hacer una… paradita -les dijo, sonriéndome.

Nos detuvimos en la orilla. ClanFintan giró la cintura y me pasó el brazo por la cintura, levantándome con facilidad de la montura. Cuando mis pies tocaron el suelo, me sentí humillada, porque noté que no me obedecían y tuve que aferrarme al brazo de ClanFintan. Él entendió rápidamente lo que me ocurría, y me agarró con firmeza.

– Lo siento. Creo que se me han dormido los pies -dije.

– No tenéis por qué disculparos. No os habéis quejado, así que yo seguí con la marcha -respondió él con preocupación-. Debería haber prestado más atención a vuestras necesidades. Vamos, sentaos en este tronco.

Él me alzó y me sentó sobre un árbol caído, y después me quitó las botas con facilidad. Después, comenzando por el pie derecho, empezó a masajearme y frotarme desde la planta hasta la pantorrilla, y después hacia los dedos.

Se me escapó un gemido.

– ¿Demasiado fuerte? -preguntó, mirándome.

– Shh, no hables -sí, era de hora de tutearlo y dejar de fingir los modales de aquella bruja-. Mi pierna está teniendo una experiencia profunda y llena de significado con tus manos. No los interrumpamos.

Él se echó a reír.

– ¿Notáis algo en el pie?

– Estoy notando un montón de cosas. ¿A qué te refieres?

Él sonrió y cambió a la otra pierna.

– Mmm. Se te da muy bien -le dije-. Gracias.

Una vez que hube mostrado mi agradecimiento por sus cuidados, comencé a pensar en la recompensa, cuando él me dio una palmada firme en la pantorrilla, lo que me sacó bruscamente de mi sueño clasificado X.

– Creo que ahora podréis andar -dijo.

Me bajó del tronco del árbol y me colocó junto a él. Tenía razón; mis pies estaban mucho mejor. Sin embargo, durante un instante pensé en fingir lo contrario.

– Sí, ya puedo andar -le dije-. Sin embargo, antes de ponerme las botas de nuevo, ¿tenemos tiempo para que me moje los pies en el río?

– Unos instantes, lady Rhiannon. Quiero que tengamos a la vista el Castillo de MacCallan hoy, antes del atardecer.

– ¿Vamos a llegar pronto? -pregunté, y al recordar lo que íbamos a encontrar allí, se me formó un nudo en el estómago.

– Podéis quedaros aquí, y dejar que yo me ocupe de lo que haya que hacer en el castillo -me dijo él con gentileza.

– Gracias, pero no. Se trata de mi padre. Es mi responsabilidad, y tengo que ver por mí misma lo que le ocurrió.

– Lo entiendo, y estaré con vos.

Estiró el brazo lentamente, casi con reticencia, y me tomó de la mano.

– Me alegro de que estés conmigo. Pero ahora necesito un poco de intimidad para… bueno, ya sabes.

Él sonrió y me apretó la mano antes de soltármela.

– Estaré cerca por si me necesitáis.

– Estoy segura de que moriría antes… -murmuré mientras me alejaba hacia unos arbustos cercanos, con cuidado de no pincharme los pies descalzos.

Cuando terminé, me uní a los chicos junto a la orilla y me agaché para tomar unos sorbos de agua clara y helada, y me lavé la cara. Uno de los centauros, un joven muy atractivo de pelaje caoba, se acercó a mí y, con una sonrisa tímida, me entregó algo que parecía un pedazo de cecina.

– Gracias -le dije con una sonrisa enorme, agradeciendo que no fueran herbívoros.

– De nada, mi señora -respondió, y se ruborizó dulcemente antes de irse de nuevo hacia sus compañeros, que ya estaban formando y preparándose para la marcha.

Yo me metí un extremo de la cecina entre los dientes y me puse las botas, y después me acerqué a ClanFintan. Él también estaba comiendo un poco de cecina, mientras se aseguraba de que la silla estuviera bien segura en su espalda.

– Bueno, estoy lista -dije.

Alcé los brazos, y él me subió a la silla en un abrir y cerrar de ojos. Pronto estuvimos al galope.

El resto del día siguió el mismo patrón. Viajábamos hasta que yo no sentía los pies, o hasta que tenía que orinar nuevamente. Entonces, se lo decía a ClanFintan, y hacíamos un pequeño descanso.

Aparte de una pequeña capa de sudor en la piel, los centauros no mostraban síntomas de cansancio. Yo me avergonzaba de mi agotamiento, así que reprimía las ganas de lloriquear.

Cuando me di cuenta de que hacía tiempo que no veía a más viajeros por la carretera, también noté que el sol estaba empezando a bajar hacia el horizonte. Respiré profundamente y percibí el olor a sal y a agua en el aire fresco. A nuestra derecha, vi que los viñedos habían dejado paso al bosque, y supe que nos estábamos acercando al castillo por el este.

– Ya casi hemos llegado.

Mi voz sonó mucho más calmada de lo que yo me sentía.

– Sí -respondió él, y aminoró el paso a un trote suave-. Vos dijisteis que las criaturas llegaron por la parte noreste del bosque, ¿no es así?

– Sí -susurré al recordar todo lo que había visto en mi sueño.