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– Ése es el Castillo de la Guardia.

– Están allí. Las criaturas tienen a las mujeres, y deben de haber estado apareándose con ellas… -en aquel punto tuve que parar, y me cubrí la cara con las manos.

Con un movimiento suave, ClanFintan se puso en pie y me tomó en brazos, envuelta en la manta. Salió hacia las hogueras del campamento y me depositó con delicadeza sobre un tronco.

– Dame el odre de vino -le dijo a Dougal, que se había despertado y estaba somnoliento y sorprendido. El centauro obedeció, y me miró con preocupación-. Vamos, bebe -me dijo ClanFintan, y sujetó la bota para que yo pudiera dar unos cuantos tragos de líquido rojo.

– Gracias -dije. Me limpié la boca e intenté controlar el temblor.

– Ahora, cuéntamelo.

Su voz era firme, reconfortante. Me tomó la mano y me la apretó suavemente. Los demás centauros se habían despertado y estaban escuchando. Su presencia me reconfortó. Yo estaba a salvo con ellos.

Tomé aire profundamente.

– Las mujeres estaban allí. Al principio, sólo me di cuenta de que se comportaban como si estuvieran conmocionadas. Entonces oí los gritos, y seguí el sonido hasta una gran habitación. Había una mujer embarazada atada sobre una mesa. Estaba de parto, rodeada de esas criaturas. Mientras yo observaba, una de esas… cosas se abrió paso con las garras para salir de su cuerpo. Era uno de ellos -dije, y apreté con fuerza la mano de ClanFintan-. Y había más mujeres embarazadas en esa habitación. Muchas más. Estaban sentadas, idas, como si sus almas ya las hubieran abandonado. Entonces, una de las criaturas notó mi presencia e intentó agarrarme, y yo me puse a gritar y me desperté.

Terminé con un gran suspiro y tomé otro poco de vino.

– ¿Una de ellas sintió tu presencia? -preguntó ClanFintan.

– Sí. Dijo que casi podía verme. Mencionó la noche en que asesinaron a mi padre. Dijo que también me había sentido entonces.

ClanFintan se puso en pie bruscamente y comenzó a pasearse de un lado a otro, delante de la hoguera.

– No sabía que también podían atravesar la protección de Epona.

– ¿También? ¿A qué te refieres con eso de «también»?

Vi que miraba significativamente a los centauros, que lo estaban escuchando con suma atención. Después, volvió la cara lentamente hacia mí. Tenía una expresión dura y remota, como la que tenía la primera vez que yo lo había visto. Tuve un escalofrío al sentir las palabras que él había pronunciado en el exterior del Castillo de MacCallan: «Ya han dejado de esconderse». Como si supiera más de ellos de lo que había mencionado.

– ClanFintan, ¿qué ocurre?

– Los centauros sabíamos que los Fomorians habían desplegado su maldad en Partholon desde hace tiempo.

– ¿Lo sabíais? Pero…

Dougal dio un paso adelante y se dirigió a mí con preocupación.

– Mi señora, algunos lo sabíamos y lo creíamos. Otros no creyeron las señales.

– ¿Qué señales? ¿De qué estáis hablando?

ClanFintan respondió con calma a mi agitación.

– Sabes que hace poco, justo antes de que nos comprometiéramos, yo me convertí en el jefe de los Fintan. Y sabes que antes, el Gran Líder de mi pueblo era mi padre.

Asentí, como si supiera a lo que se refería. Él continuó:

– Hace casi un año, mi padre comenzó a comportarse de una manera extraña. Al principio, fueron sólo cambios pequeños. Adoptó costumbres nuevas. Por ejemplo, se despertaba y dormía a horas raras. Eran cosas que sólo notábamos su familia y los consejeros más cercanos. Sin embargo, poco a poco sus problemas con el sueño aumentaron. Estaba siempre muy callado, como si se sintiera preocupado o siempre estuviera absorto en sus pensamientos. Todos comenzaron a darse cuenta de que tenía problemas, y a medida que pasaba el tiempo, se encerró más y más en sí mismo, como si viviera en un mundo propio, oscuro, en el que la perversidad acechaba en todos los rincones, en el que los viejos amigos eran objetos de sospecha.

ClanFintan hizo una pausa. Era evidente que la degeneración de su padre era algo muy doloroso para él, pero controló sus sentimientos y continuó hablando.

– Como seguramente sabes, los Fintan eligen por consenso tanto a su Gran Líder como a sus Chamanes, no por herencia familiar, siguiendo una llamada espiritual. Para un centauro es un honor que, después de un largo periodo de liderazgo, se aparte de su posición para vivir los años restantes como consejero honorable, permitiendo que un sustituto más joven y más capaz asuma su puesto. Sin embargo, si un centauro es apartado de ese puesto por la fuerza, debido a…

ClanFintan no pudo terminar la frase. Respiró profundamente y añadió:

– No puede haber un deshonor mayor.

El rostro del centauro se endureció, y adoptó una máscara de indiferencia.

– Los Fintan estaban perdiendo fe en su líder, y mi padre lo sabía, pero parecía que había perdido la capacidad de dominar lo que se estaba apoderando de él. La situación se hizo insoportable. Lo único que evitó levantamientos en su contra fue el gran amor y respeto que había suscitado entre los Fintan durante todos los años de su liderazgo. Entonces, cuando ya sólo era una sombra de sí mismo, convocó al Consejo de Guerreros, que reunía a todas las cabezas de familia del clan. Se dirigió a ellos y les habló de sus visiones, de sus sueños, que lo habían seguido desde su cama hasta que habían conseguido devorarlo, envolverlo en su maldad. Eran visiones espantosas de sangre y muerte. Se centraban en el Castillo de la Guardia, y después se expandían para apoderarse de Partholon y de las Llanuras de los Centauros, sumiéndolo todo en la oscuridad.

La voz de ClanFintan se acalló. Sus recuerdos de aquel aciago consejo se lo habían llevado muy lejos.

– ClanFintan -dije yo suavemente. Comprendía muy bien su dolor por el padre perdido.

Su expresión se relajó durante un instante, y él irguió los hombros y terminó la historia.

– El resto es fácilmente deducible. La mitad del Consejo pensó que se había vuelto loco, y pidió que fuera alejado del puesto de Gran Líder. La otra mitad lo creyó, y pidieron que se tomaran medidas contra el origen de aquella maldad. El voto se dividió exactamente en dos mitades. La situación permaneció en un punto muerto hasta que llegaron a un compromiso -dijo, y esbozó una sonrisa sardónica-. Me nombraron a mí Gran Líder, sustituyendo a mi padre. Estaban de acuerdo en una única cosa: un Gran Líder que fuera también Sumo Chamán tenía que ser capaz de descubrir la verdad.

En aquel punto se interrumpió, pero la intuición me dijo que había más cosas que yo debía saber.

– Entonces, con todo lo que estaba ocurriendo, ¿por qué te empeñaste en un matrimonio conmigo?

– Mi padre me habló en privado después de la decisión del Consejo. Me resultó difícil entenderlo, pero no dejó de insistir en que yo debía recabar la ayuda de Epona para luchar contra aquel mal. Tenía que aliarme con la Amada de Epona, seguir la antigua tradición de la unión del Sumo Chamán con la Elegida de Epona. Aunque tú habías dejado bien claro que ibas a romper aquella tradición, mi padre me dijo que acudiera a ver al tuyo y que se lo explicara todo, y que si yo conseguía que El MacCallan me diera su permiso para casarme contigo, tú aceptarías nuestra unión por amor y respeto a él. Ya sabes que ellos eran amigos. Mi padre sentía un gran respeto por el tuyo. Yo le dije que cumpliría sus deseos. Entonces, él me dijo una sola palabra: «Fomorians». Cuando aquella palabra salió de sus labios, fue como si se hubiera quedado sin aliento. A la mañana siguiente, amaneció sin vida.

– Lo siento, ClanFintan. Tu padre era un gran centauro.