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– Mi señora, ClanFintan pregunta si puede reunirse con vos en vuestra habitación -dijo, y me hizo una dulce reverencia.

– Gracias, Sta… eh… Tarah. Por favor, hazlo pasar y trae también nuestra cena.

– ¡Sí, mi señora! -respondió. Verdaderamente estaba contenta.

Alanna y yo volvimos a la habitación principal.

– Estoy un poco nerviosa -dije, e intenté no moverme con inquietud.

– Intenta ser tú misma -me dijo Alanna con una mirada bondadosa, y me colocó uno de los rizos en su sitio-. Él ya está predispuesto a quererte, ¿sabes?

– No, no lo sabía -respondí, sorprendida.

– Eres la Amada de Epona. La diosa siempre predispone al Sumo Chamán de los centauros para que sea tu compañero.

Llamó a la puerta, y Alanna respondió cuando yo vacilé.

– ¡Adelante!

ClanFintan entró en la habitación, y yo sentí un cosquilleo en el estómago. Obviamente, se había bañado. Su pelaje resplandecía como el sirope de arce caliente (lo llevaba suelto, así supe lo largo y espeso que era), estaba bien cepillado y le caía libremente como una cortina oscura sobre los hombros de bronce. Llevaba un chaleco de cuero oscuro con un bordado de oro, que lucía casi con tanta magia como sus músculos cuando andaba.

Lo cual hizo que yo me diera cuenta de que no se había movido desde que la puerta se había cerrado tras él. Se había quedado inmóvil, acariciándome con los ojos.

– Bienvenido, mi señor -dijo Alanna, y yo percibí una sonrisa en su voz.

– Gracias, Alanna -respondió él, y el hechizo se rompió. ClanFintan se acercó a mí-. Perdona mi silencio, estaba embelesado con la belleza de mi señora.

Me tomó la mano derecha, y se llevó la palma hacia los labios. Nuestros ojos quedaron atrapados de nuevo, y yo noté que se me aceleraba la respiración.

Dios, era muy grande.

Y musculoso.

Y cálido, en todos los sentidos de la palabra.

– Buenas noches, ClanFintan. Me alegro de verte de nuevo.

– Yo también me alegro de verte de nuevo, Rhiannon.

Noté su respiración caliente en la palma de la mano, y sus labios vacilaron cerca del pulso de mi muñeca.

Durante un segundo me pregunté si iba a morderme otra vez, aunque no me importaba. No lo hizo, y yo suspiré cuando él me soltó la mano.

– Si no necesitáis nada más, mi señora, os deseo una buena noche y…

– ¡No! -Alanna se detuvo de camino hacia la puerta. ClanFintan me miró, sorprendido por mi estallido-. Quiero decir… por favor, quédate hasta que llegue nuestra cena. Hay cosas de las que tenemos que hablar -ambos se me quedaron mirando fijamente. Bajo su confuso escrutinio, me acerqué nerviosamente a uno de los divanes y volví a llenarme la copa de vino-. Me gustaría que Alanna oyera tu informe y, bueno, ella tiene mucha sabiduría acerca de… cosas -dije. Todavía estaban mirando, y yo me volví hacia ClanFintan para explicarme-. Es mi amiga, y valoro su juicio.

– Por supuesto, Rhiannon -dijo él-. Entonces debe quedarse.

ClanFintan se sentó en el otro diván. Alanna le sirvió una copa de vino, y se la entregó. Yo la miré y suspiré.

– Alanna, sírvete tú también vino y siéntate aquí conmigo.

Ella asintió, mirándome con extrañeza, pero hizo lo que le pedía. Creo que algunas veces tarda unos instantes en acordarse de que no voy a gritarle ni golpearla. Volví a concentrarme en el centauro.

– Entonces, ¿ya se están preparando las tropas para la batalla?

– Sí. He enviado aviso a las Llanuras, y los centauros se están reuniendo. Comenzarán a llegar en los próximos días. Tu guardia, como siempre, está preparada para protegeros a ti y al templo. He convocado una junta de guerra en tu nombre. Dentro de siete días todos los líderes de los clanes habrán llegado, y entonces podrás informarlos de lo que te ha revelado Epona. Todos juntos idearemos una estrategia para combatir la maldad de los Fomorians.

– ClanFintan, me gustaría que tú dirigieras la junta de guerra. Me sentiría mejor sabiendo que estás a cargo de nuestra seguridad.

– Pero, Rhiannon, por derecho, tú deberías dirigir la junta.

Estupendo.

– Sí, pero como mi marido, te estoy pidiendo que asumas esa función en mi lugar.

Miré a Alanna con la esperanza de no estar cometiendo un error, pero no parecía que ella estuviera asustada. Todavía.

– Si es eso lo que deseas, lo haré, por supuesto.

– Gracias. Y hay algo más que me preocupa -dije, y miré a Alanna-. Cuando estábamos estudiando el mapa, me di cuenta de que el Castillo de Laragon está muy cerca del Castillo de la Guardia. ¿Han recibido aviso en Laragon sobre lo que está sucediendo?

– Sí, se enviaron palomas mensajeras el primer día, y los centauros han acudido para ayudarlos a preparar su defensa.

– Entonces, ¿crees que las criaturas no se quedarán en el Castillo de la Guardia? ¿Piensas que atacarán de nuevo?

– Sé muy poco sobre ellos, pero me parece que no van a conformarse con lo que han tomado ya.

– ¿Nadie tiene alguna información, aunque sea básica, de esas… cosas?

– Fomorians -dijo Alanna, para ayudarme con la palabra.

– Sí, Fomorians -repetí yo. La miré a ella y después miré a ClanFintan-. ¿No dijiste que sabías algo sobre ellos por las leyendas?

– Sólo sé que cuando fueron vencidos, hace mucho tiempo, se exiliaron en las montañas. Y que tenían poderes oscuros y bebían la sangre de los seres vivos.

Más buenas noticias.

– ¡Entonces son vampiros!

– ¿Vampiros? -preguntaron los dos al unísono.

Suspiro. Supongo que no habían leído a Bram Stoker.

– Los vampiros son criaturas que se alimentan de la sangre de los otros. Normalmente, son seres muy desagradables. No les gusta viajar a la luz del día. Sólo se les puede matar de ciertas maneras y…

De repente la expresión confusa de ClanFintan cambió.

– Tal vez los Fomorians tengan debilidades, como esos vampiros.

– ¿Y cómo vamos a averiguar si las tienen?

Los tres nos miramos. Entonces se me encendió la bombilla de la cabeza. ¡Claramente, necesitábamos un profesor!

– ¿No tenemos un historiador en el templo? -me volví hacia Alanna-. Ya sabes, un profesor de historias antiguas…

– Sí, por supuesto, mi señora. Se llama Carolan.

Curiosamente, ella se sonrojó. Incluso sus orejas enrojecieron.

Me pregunté qué le ocurría.

– ¡Bien! ¿Podrías, por favor, ponerte en contacto con ella, decirle lo que necesitamos investigar, y traérmela mañana por la mañana, antes de que yo tenga que bendecir a la gente?

– Lo haré, mi señora.

Alanna bajó la mirada y la clavó en la copa de vino. Pensé que debía averiguar cuál era su problema con la profesora.

– Bien. Me alegro de que eso esté resuelto.

Alguien llamó a la puerta. En aquella ocasión pude responder por mí misma.

– ¡Adelante!

Tarah entró en la habitación con una gran sonrisa en su preciosa cara.

– Mi señora, ¿puedo traeros la cena?

Yo le sonreí.

– Sí, me gustaría.

Ella se apartó y dio una palmada imperiosa. Entonces comenzaron a entrar sirvientes en la habitación. Todos portaban bandejas que despedían aromas deliciosos.

Volví a sonreir a Tarah.

– ¡Buen trabajo!

– ¡Dijisteis que teníais hambre, mi señora! -respondió ella. Estaba tan contenta con mi aprobación que pensé que se iba a salir de su piel de porcelana.

– Sí, tengo hambre.

Mis ojos encontraron los de ClanFintan, y compartimos una sonrisa secreta.

Sí, ciertamente teníamos hambre…