Sí, demonios. Lo quería. Era todo tan romántico que tenía ganas de vomitar.
Pero, pasad la noche con un cambiador de formas, y veréis lo que ocurre.
Además de eso, es uno de los buenos, como John Wayne. A mí siempre me han gustado los buenos.
Así que me quedé ahí, intentando que no se me cayeran las lágrimas. ClanFintan suspiró profundamente y se acercó a mí antes de que yo empezara a gimotear. Me acarició la mejilla y tomó mi barbilla en la palma de la mano.
– Mi amor es algo que nunca perderás -dijo. Se inclinó y me besó suavemente, y sonrió-. Mi paciencia, quizá, pero mi amor nunca.
Yo tuve ganas de abrazarlo y perderme en su calor, pero sabía que Alanna y Carolan estaban presenciando con júbilo nuestro interludio romántico.
Así que tiré de él y le devolví el beso, susurrándole «te adoro» contra los labios.
En aquel preciso instante, mi estómago emitió un rugido tan alto que todos pudieron oírlo. ClanFintan se echó a reír y me empujó hacia la mesa. Se acomodó a mi lado, me pasó un brazo por la cintura y me ciñó contra su costado.
– Sentaos -les dije a Carolan y a Alanna con satisfacción.
En aquella ocasión, Carolan no vaciló. Guió a Alanna hacia una silla y se sentó a su lado. Me di cuenta de que siempre estaba tocándola, como si temiera que fuera a desaparecer.
– Estoy segura de que todavía no has desayunado, ¿verdad? -le pregunté a Carolan mientras mordía un delicioso rollo dulce.
Él asintió.
– En realidad, no he podido asistir a la ceremonia de bendición de esta mañana porque estaba ayudando en el parto de unos gemelos. Tienes razón. No he desayunado.
– ¡Come! Siempre hay mucha comida -dije. Miré a ClanFintan de reojo y añadí-: ¡Es como si trajeran suficiente comida para un caballo!
Carolan estuvo a punto de atragantarse con sus gachas, y Alanna, que ya estaba acostumbrada a mi sentido del humor, tuvo que darle unas palmaditas en la espalda.
ClanFintan no dijo nada, pero mientras nuestros invitados estaban ocupados, me dio un mordisco en el hombro.
– ¡Ay! -exclamé yo. Sin embargo, cuando Alanna y Carolan me miraron con curiosidad, ClanFintan tenía una expresión deliberadamente inexpresiva.
No debería sorprenderme. Ya sabía que mordía.
– ¿Y cómo debemos llamarte? -me preguntó Carolan pensativamente.
– Sí -dijo ClanFintan, observándome con atención-. Has dicho que en tu mundo te llamas… Shannon Parker.
– Sí. Me llamo Shannon, pero no creo que debáis llamarme así. A menos que… ¿Creéis que debo decirle a la gente quién soy en realidad?
– ¡No! -respondieron los tres al unísono.
ClanFintan carraspeó.
– Eh… no creo que sea aconsejable informar a la gente, y menos en un momento tan delicado -dijo. Hizo una pausa y miró a Alanna-. ¿Y está claro que es la Elegida de Epona?
– Sí, es la Amada de Epona -dijo Alanna, asintiendo enérgicamente.
Carolan se quedó aliviado.
– Entonces no tiene sentido alterar la calma y la estructura del templo, y a la gente, informándolos de este cambio fortuito.
ClanFintan y Alanna murmuraron expresiones de aprobación.
– Está bien -dije-, pero Rhiannon hacía muchas cosas con las que yo no estoy de acuerdo.
– ¡Bien! -la exclamación de ClanFintan nos hizo reír.
Yo lo besé ligeramente en la mejilla.
– Rhea, la gente te quiere -dijo Alanna-. Y tus guerreros te temen, motivo por el que no hablaban nunca de las costumbres de lady Rhiannon. Sé tú misma. Eso corregirá los errores de lady Rhiannon.
Me parecía buena idea.
– Pero ¿cómo debemos llamarte? -insistió ClanFintan.
– Me gusta cómo me llama Alanna. Rhea. No es Rhiannon, pero tampoco es tan diferente de ese nombre como para causar confusión.
Ellos asintieron, y todos comimos durante un rato, tranquilamente.
– Es una pena que no se pueda solucionar todo con tanta facilidad.
Ellos murmuraron que estaban de acuerdo con aquello también.
Por desgracia, no podía dejarlo ahí. Si iba a vivir en aquel mundo, tendríamos que librarnos de los vampiros.
– Está bien, Carolan… -mi voz lo obligó a desviar su atención de su nueva esposa-. Dinos lo que sepas de los Fomorians.
– Son la encarnación del mal.
– ¿De veras?
Él asintió.
– Son una especie que proviene del lejano este.
ClanFintan se sobresaltó, y yo recordé el mapa de mi biblioteca, en el que había aprendido que al este del río estaban las tierras de los centauros.
– Sí, antes de que los centauros poblaran las Llanuras -dijo Carolan, para paliar el disgusto de mi marido. Después continuó-: Las leyendas son oscuras. Al principio había poca relación entre los habitantes de Partholon y los Fomorians. Pero se dio una gran sequía, seguida de un inmenso incendio que terminó con todos los pastos. No se pudo contener el fuego. Los Fomorians estaban en peligro de muerte, y acudieron a pedir ayuda a nuestros ancestros. Necesitaban cruzar el río Geal, y dijeron que les resultaba imposible hacerlo sin ayuda de Partholon.
– ¿Por qué?
– Según la leyenda, los Fomorians deben permanecer en contacto con la tierra. Es como la sangre de la vida para ellos, así que no pueden atravesar el agua.
– Un segundo… tienen alas. Si tienen que estar en contacto con la tierra, ¿cómo es posible que vuelen?
Carolan sonrió.
– No hay ninguna referencia que diga que vuelan de verdad. Son descritos como… demonios que se deslizan, no como demonios que vuelan. Supongo que sus alas funcionan como las alas de las ardillas voladoras; no son apéndices de vuelo reales, como los de los pájaros, sino un instrumento que los ayuda a manipular el viento.
Recordé sus zancadas horribles, enormes, que les permitían avanzar a toda velocidad, y asentí.
Carolan continuó:
– La gente de Partholon los conoció, y decidió que sería una abominación dejar que murieran abrasados, o que murieran a causa de la hambruna que iba a producirse después del gran incendio. Así pues, construyeron un puente enorme sobre el río Geal, hecho de madera cubierta con tierra. Los restos de ese puente están cerca de aquí… Los Fomorians cruzaron el río, y nuestras razas intentaron vivir en paz…
– Pero yo tenía entendido que los Fomorians sólo existían en las historias que se cuentan para asustar a los niños -dijo ClanFintan-. ¿Por qué no se sabe que la gente de Partholon los ayudó a venir aquí?
– Hay muy pocos registros escritos sobre los Fomorians. Sólo los escribanos pueden saber que existieron esos escritos, y la mayoría de los documentos son tan antiguos y difíciles de descifrar, que pocos se molestan en estudiarlos. A menos que alguien que sepa escribir sea un historiador con tiempo libre y curiosidad.
Alanna lo tomó de la mano, y ambos se sonrieron dulcemente.
Él continuó:
– Así pues, las únicas leyendas que sobrevivieron en forma oral son las canciones de los bardos, que se originaron después de la guerra.
– ¿Y qué cuentan esas leyendas? -pregunté.
– Los Fomorians estaban debilitados, y eran pocos, pero pronto dieron a conocer su verdadera naturaleza. Está escrito que eran una raza de demonios, monstruosos, horribles, que tenían poderes oscuros. Les gustaba beber sangre humana. Sentían malestar físico si caminaban a la luz del sol. No podían cruzar una corriente de agua. Creían que estaban por encima de las leyes de la naturaleza y de Epona. Según la leyenda, estalló la guerra. Los Fomorians eran pocos, y fueron vencidos y obligados a retirarse a las Montañas Tier, al norte. Después se erigió el Castillo de la Guardia para vigilar el paso. Ha estado bloqueando el desfiladero durante generaciones.