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– Ya no -dije.

– Deberían haber muerto en las Tierras del Norte -dijo Carolan-. Allí hace demasiado frío, y es una tierra desolada. El sol brilla con fuerza, pero no calienta. Deberían haber desaparecido en las pesadillas de los niños.

– Bueno, pues han vuelto -insistí.

– ¿Cómo se puede acabar con ellos? -preguntó ClanFintan.

– Por desgracia, son muy resistentes. Cortándoles la cabeza. Quemándolos. Eso los mata. La leyenda dice que es difícil acabar con ellos.

– ¿Y las leyendas cuentan algo de que se aparearan con mujeres humanas?

– ¡No! -exclamó Carolan con horror-. No había muchos, pero tenían hembras de su especie.

– Bueno, todavía tienen hembras -dije yo, recordando mis visiones-, pero no creo que estén teniendo crías con ellas. Están teniendo crías con las mujeres humanas, y permitiendo que los fetos rasguen los úteros de sus madres para nacer.

Carolan palideció.

– Eso es lo que les está ocurriendo a las mujeres -dijo ClanFintan.

– Entonces, se están multiplicando -dijo Carolan en voz baja.

– Sí -respondió ClanFintan-. Antes de que Ian muriera, informó de que hay muchísimos.

– Hay que detenerlos -dijo Alanna, con voz aguda.

Carolan la rodeó con un brazo y la consoló, y por un segundo, tuve la sensación de que Gene y Suz habían pasado por mi casa a tomar algo. Sin embargo, al instante siguiente me sentí abrumada por la realidad: No sabía qué demonios estaba haciendo, y me veía en una posición de autoridad en un momento en el que aquella gente necesitaba a alguien que supiera lo que estaba haciendo. Cerré los ojos y me froté la frente, señal segura de que iba a tener un fuerte dolor de cabeza debido a la tensión.

Y entonces, mi marido me abrazó y me estrechó contra su cuerpo cálido. Noté que la tensión desaparecía, al darme cuenta de que no estaba sola. Lo miré a los ojos y sonreí.

– Ya fueron vencidos una vez -dijo él-. Y los venceremos de nuevo.

– Y en esta ocasión, Partholon tiene una alianza con los poderosos centauros -nos recordó Carolan.

ClanFintan inclinó la cabeza para agradecer el cumplido de Carolan, y me miró con deseo.

– Sí, hay pocas cosas que centauros y humanos no puedan lograr juntos.

Alanna soltó una risita, y creo que yo enrojecí. Sin embargo, entendí lo que quería decir: que teníamos que trabajar unidos para librarnos de los Fomorians.

– Entonces, han atacado el Castillo Laragon -dije-. Si no recuerdo mal, lo único que hay cerca de ese castillo es un gran lago y…

– ¡El Templo de la Musa! -exclamó Alanna, y su voz transmitió todo el espanto que yo sentía.

– Oh, Dios mío, ¿no son sólo un puñado de mujeres? -Le pregunté a Alanna.

Carolan me respondió.

– Sí. Son nueve Encarnaciones de Musas. Cada una es la señora de un arte concreto. Todas tienen muchas sirvientas y aprendizas. El Templo de la Musa es el lugar en el que se educan las jóvenes más bellas y talentosas de Partholon, y aprenden las artes de la danza, la poesía, la música, las ciencias, etcétera. Las mujeres que completan su educación son respetadas por su educación y su inteligencia, así como por su belleza y su elegancia -explicó. Después añadió-: Lady Rhiannon fue educada por las Encarnaciones de la Musas.

– Pero ¿no tienen guardias, como tenemos aquí?

– No. Epona es la diosa de los guerreros. Es lógico que los guerreros rodeen a su Elegida. Las Encarnaciones de la Musas no son guerreras. Son profesoras. No necesitan tener guardias.

– Pues ahora sí -dije yo, con el estómago encogido. No quería pensar en lo que podían hacer aquellas criaturas horribles en un templo lleno de mujeres magníficas.

– Vamos -dije, y me puse en pie-. Entremos en la biblioteca a estudiar el mapa. Tenemos que dar con el modo de detenerlos para que no consigan más mujeres.

TERCERA PARTE

Capítulo 1

Alanna desenrolló el mapa, y yo me acerqué lo suficiente como para verlo bien sin tener que tocarlo. Nuestros ojos trazaron el camino desde el Castillo de la Guardia hasta el Castillo Laragon. Laragon era un edificio enorme situado al norte de las Montañas Tier. El lago Selkie casi dividía en dos las tierras que había entre el Castillo Laragon y el Templo de la Musa. El Templo de la Musa se había construido en la orilla oeste del ancho río Calman. Siguiendo el río hacia el sur, después de que se uniera con el río Geal, llegué al Templo de Epona. Ufasach Marsh ocupaba la mayor parte de la zona que había entre el Templo de la Musa y el de Epona, al igual que el enorme lago Selkie.

– ¿Podemos asumir que los Fomorians están todavía en el Castillo Laragon? -preguntó Carolan.

– Si siguen el mismo plan que usaron después de la destrucción del Castillo de MacCallan, se habrían marchado de Laragon y habrán vuelto al Castillo de la Guardia -dijo ClanFintan. Se acercó al mapa y lo estudió en silencio-. Pero quizá eso fue porque el Castillo de MacCallan está muy lejos. Tal vez no era factible usarlo como base desde la que operar en sus planes de conquista. Yo he visitado Laragon. Está bien situado, y aunque no es tan fácil de defender como este templo, se puede usar como base secundaria desde la que lanzar una invasión.

Eso no sonaba muy bien para nosotros.

ClanFintan señaló el lado oeste del mapa, en el que el Castillo de MacCallan se erguía solitario, como un centinela, sobre el mar de B’an.

– Al neutralizar el Castillo de MacCallan, han borrado la única amenaza del noroeste. Muy conveniente para ellos, hayan vuelto al Castillo de la Guardia o se hayan quedado en Laragon -dijo, y se encogió de hombros-. Así que, aunque no se hayan quedado en Laragon, fue una estrategia excelente destruir MacCallan primero.

Yo me acerqué un poco, sin tocar el mapa.

– ¿Es preciso el mapa?

– Sí, la situación de los edificios y la geografía sí son precisos. Pero, por supuesto, las cosas parecen mucho más cercanas en el mapa que en la realidad, y los castillos y templos no están hechos a escala -dijo Carolan con una sonrisa-. Es un mapa precioso, pero la tejedora se tomó licencias artísticas a la hora de plasmar los edificios.

Personalmente, me parecía una maravilla, y no veía la diferencia en el hecho de embellecer los edificios o no. Entonces, recordé que Gene siempre ha sido muy minucioso con los detalles. Supongo que esas tendencias obsesivas también aparecen en los reflejos de los mundos paralelos.

Volví a concentrarme en el mapa. Después de que el río Geal rodeara el Templo de Epona, y continuara hacia el oeste, se ensanchaba como si fuera un rival del Mississippi. Al sur del río había un bosque, y en medio de aquel bosque, un edificio llamado Castillo de Woulff. Finalmente, la zona boscosa dejaba paso a las Llanuras de los Centauros.

Siguiendo el río hacia el oeste, había una zona pequeña llamada Blue Tors, y después, otro gran edificio llamado Castillo de McNamara, en el extremo más apartado al suroeste del mapa. Como el Castillo de MacCallan, estaba en la costa, pero tenía el beneficio añadido de erguirse en mitad del lugar donde el río Geal volvía a dividirse en dos ramales, uno de los cuales recibía el nombre de río Clare, antes de desembocar en el mar. Así pues, a efectos técnicos, el Castillo de McNamara estaba aislado por el agua.

– Supongo que a los Fomorians no les interesará ese castillo -dije yo, señalándolo-. Ni ése tampoco -añadí, refiriéndome al Castillo de Woulff.

– Los hombres del bosque del Castillo de Woulff son unos arqueros muy poderosos -dijo Carolan pensativamente.