ClanFintan asintió.
– ¿Y qué pasa con este otro castillo? -pregunté yo.
ClanFintan resopló.
– El viejo McNamara es tan difícil como el bosque sobre el que gobierna.
– Verdaderamente, es un país en sí mismo -dijo Carolan.
– Sin embargo, allí hacen un whisky excelente -dijo ClanFintan.
– Bueno, eso es un punto a favor.
Alanna se quedó sorprendida.
– Lady Rhiannon no podía tolerar el sabor del whisky. Decía que es una bebida vulgar.
– Pues yo adoro un buen whisky solo.
¡Ja! Me sentí encantada porque mis gustos no fueran paralelos a los de Rhiannon. Y me relajé un poco.
– Entiendo que no debemos preocuparnos de que los Fomorians ataquen ninguno de esos dos castillos.
Ellos negaron con la cabeza.
– ¿Estarían dispuestos a enviarnos algunos guerreros?
Carolan y ClanFintan intercambiaron una mirada.
– Probablemente, podemos contar con la ayuda de Woulff -dijo ClanFintan, y parecía que Carolan estaba de acuerdo.
– ¿Y McNamara?
ClanFintan se encogió de hombros.
– Quizá, si hacemos que al viejo líder le merezca la pena.
– ¿Y si le hacemos saber que estaría ayudando a salvar vidas?
– Podemos enviarle un mensaje -dijo ClanFintan, pero no parecía que estuviera muy seguro del resultado de la petición.
– En el aviso, explícale que los Fomorians están robando a las mujeres humanas, y que les gustan mucho.
– Eso le enfurecería -dijo ClanFintan con una sonrisa.
– Bien -dije yo-. Pero no le menciones el detalle de su aversión por el agua. Menciónale también el detalle de las mujeres a Woulff.
Los cuatro asentimos.
Antes de que volviéramos a concentrarnos en el mapa, alguien llamó a la puerta de mi habitación.
– Yo abriré -dijo Alanna, y desapareció por la puerta con la doncella que había ido a buscarla.
Yo miré el mapa.
– Me doy cuenta de que no sé nada de esta guerra, pero me da la sensación de que tenemos que intentar encajonarlos en alguna parte.
– El Castillo de la Guardia puede soportar un sitio indefinidamente. Se construyó para que pudiera ser autosuficiente y soportar los ataques -dijo ClanFintan.
– Me gustaría saber cómo entraron a ese castillo, para empezar. Bueno, el Castillo de Laragon está muy cerca del norte del lago Selkie, ¿verdad?
– Sí -respondió Carolan.
– ¿Y a qué distancia está el castillo de las montañas?
– Está muy cerca. La parte sur de la cadena termina en los límites del territorio del castillo -dijo Carolan, y siguió hablando con melancolía-. Es un castillo maravilloso, construido en un valle lleno de flores silvestres y hierba. Laragon es el lugar donde conseguimos nuestros tintes y perfumes. A los pies de esas montañas se extienden campos y campos llenos de flores y bayas.
Intenté no distraerme con aquella preciosa imagen, ni pensar en cómo podría estar ahora.
– Pero sólo es posible acercarse a él desde el este o el oeste, si eres incapaz de aproximarte por el lago.
– Sí -dijo ClanFintan, que debía de haber captado mi idea-. Si pudiéramos asegurarnos de que las fuerzas principales de los Fomorians están en el Castillo de Laragon, podríamos rodearlos desde aquí -dijo, y dibujó con la mano el camino desde el Templo de Epona, pasando por el Templo de la Musa, hacia la parte este de Laragon-. Y desde aquí -añadió, y dibujó un camino alrededor del límite izquierdo del lago, para aproximarse a Laragon desde el oeste-. Y, finalmente, aquí -ClanFintan recorrió con los dedos la orilla sur del lago, al norte del Templo de Epona, atravesó la masa de agua y entró en Laragon por el sur-. Nuestras fuerzas podrían rodearlos y atraparlos con facilidad en Laragon. No tendrían escapatoria. El castillo está bien construido y bien situado, pero no podrían aguantar un sitio prolongado ni una invasión conjunta.
– Creo que funcionaría -dijo Carolan-, pero sólo si la mayoría de los Fomorians estuvieran en Laragon. Si una parte importante de sus fuerzas permanece en el Castillo de la Guardia, podrían rodearnos, dividir a nuestros guerreros y hacernos pedazos.
– Entonces, parece que tenemos que asegurarnos de que la mayoría de ellos estén en Laragon -dije yo, pensando en voz alta. De repente se me ocurrió una idea-: Yo… eh… Creo que se me ha ocurrido una manera para conseguir que quieran quedarse en Laragon.
ClanFintan y Carolan me miraron respetuosamente, como si yo supiera de verdad lo que estaba haciendo.
– Parece que el objetivo principal de su invasión es conseguir mujeres. ¿Creéis que saben que el Templo de la Musa está lleno de mujeres bellas?
– Seguramente no -respondió Carolan.
– ¿Y qué creéis que harían los Fomorians si supieran que hay un templo al este de Laragon, lleno de mujeres bellísimas, fértiles y núbiles?
– Atacarían el templo -dijo Carolan.
– ¿Y qué harían si supieran que el templo estaba protegido por una tropa de centauros?
– Irían a atacarlo en masa -dijo ClanFintan.
– Y sería lógico pensar que su ejército de guerreros usaría Laragon como cuartel general, en vez del Castillo de la Guardia, que está mucho más lejos -dijo Carolan-. Es un plan excelente, pero ¿cómo vamos a conseguir que se les ocurra esa idea?
– Creo que yo podría hacerlo -dije lentamente. Aquélla era la parte del plan que me causaba inquietud.
– ¿Cómo?
– Es algo que sucede durante… los sueños -dije con un suspiro-. La primera vez fue cuando vi a mi padre, es decir, al padre de Rhiannon, aquella horrible noche. Sabía que los monstruos estaban atacando el castillo, y que tenía que avisarlo. Su padre me oyó. Sabía lo que yo le estaba diciendo, y parecía que casi podía verme, o sentirme, o algo así. Sucedió otra vez la noche en que viajé hasta el Castillo de la Guardia, dos veces. Una chica percibió mi presencia… y después, esa cosa. El líder. Se llama Nuada. Él supo que yo estaba allí. Dijo que me había sentido también en el Castillo de MacCallan. Si lo hubiera intentado, habría conseguido hablar con él. Y sé que él me habría oído, que habría entendido lo que yo le hubiera dicho. Así es como van a saberlo. Yo se lo diré.
– No quiero que corras peligro -dijo ClanFintan.
– ¿No me habéis dicho que Epona es una diosa guerrera? -pregunté, mirando a Carolan.
– Sí -respondió él-, y Epona se asegura de que aquéllos que le pertenecen estén seguros.
– Cuento con eso. Debemos darnos prisa. ¿En cuánto tiempo puede estar listo el ejército, y cuánto tardarían en llegar a Laragon?
ClanFintan estudió el mapa antes de responder.
– En cinco días se pueden reunir la mayoría de las fuerzas. Y, con una marcha rápida, podemos estar en posición de atacar Laragon en dos días más.
– Siete días -dije-. Entonces, tengo que comenzar esta noche -murmuré, más para mí misma que para mi marido.
– ¿Empezar esta noche? ¿A qué te refieres? -me preguntó ClanFintan con preocupación.
Carolan me ahorró el trabajo de explicárselo.
– No puede convencer a…
– Nuada -dije yo, sabiendo lo que quería decir.
– No puede convencer a Nuada con una sola manifestación. Debe aparecer ante él más de una vez, como una visión que lo obsesione, hasta que se sienta obligado a seguirla.
– ¿Acaso Epona también está hablando contigo? -le pregunté con una sonrisa.
– Parece que sí-respondió él.
– Sigue sin gustarme la idea -dijo mi marido.
– Epona cuidará de su espíritu. Tú protegerás su cuerpo -dijo Carolan, y le puso la mano en el hombro para reconfortarlo.
– A mí tampoco me gusta especialmente -intervine yo-, pero en este mundo no hay teléfonos, ni van a anunciarlo en las noticias de la noche, así que parece que voy a tener que hacerlo a la vieja usanza.