ClanFintan se reclinó en uno de los divanes, y me acurrucó delante de él. Se inclinó sobre mí y tomó un gran muslo dorado de algo que debía de haber sido, en vida, un pavo mutante.
– Come -dijo, mientras mordía la carne-. Sé que te mueres de hambre.
Yo me puse manos a la obra. Había una gran selección de carnes, verduras y pasta. Y, de nuevo, sentí el agradecimiento de un gourmet por la cocinera. Nota: Darle un aumento de sueldo, o lo que fuera.
El vino, como de costumbre, era tinto y rico. Rhiannon tenía sus defectos, pero sabía elegir bien su comida y suvino.
– Me recuerdas a un centauro, por cómo te gusta la comida -dijo ClanFintan, riéndose.
– ¿Me estás diciendo que como igual que un caballo? -pregunté en broma.
– Un centauro no es un caballo… -replicó, él, molesto-. Aunque nosotros agradecemos los limitados usos equinos.
– En mi antiguo mundo sólo había caballos -dije yo, entre bocados.
– ¿Cómo? -preguntó él con asombro.
– Sí. En mi antiguo mundo, los centauros son invenciones, y sólo existen en los cuentos y en los mitos.
– ¿Cómo es posible? -ClanFintan parecía verdaderamente ofendido.
– No lo sé, pero ellos se lo pierden.
Él emitió un resoplido y siguió masticando. Entonces, se le ocurrió algo, y me dijo:
– Debió de ser una conmoción para ti darte cuenta de que tenías que casarte con un ser que, para ti, sólo existía en las leyendas.
– Dímelo a mí -dije. Sonreí y tomé un poco de vino.
Él asintió.
– No me extraña que estuvieras tan asustada al principio. Tampoco hay cambiadores de forma en tu mundo, ¿verdad? -adivinó-. Fuiste muy valiente. Ojalá lo hubiera sabido.
– Fue estupendo. Conseguiste que me sintiera segura confiando en ti.
– Me alegro mucho -dijo, y la preocupación comenzó a borrarse de su rostro-. Pero, si lo hubiera sabido, habría…
– ¿Qué? ¿Habrías esperado más? Yo no te lo habría permitido.
– Bueno, y yo no habría querido -se inclinó hacia mí y me besó.
– Hay algo que quiero que sepas, ahora que conoces mi verdadera identidad. Al contrario que Rhiannon, yo soy una mujer fiel. Nunca he tenido… tendencia a acostarme con un montón de hombres distintos -expliqué. Su expresión me dio a entender que me creía-. No tienes por qué desconfiar de mí.
– Ya me había dado cuenta. Sin embargo, no puedo evitar sentir satisfacción al oírtelo decir. No estoy dispuesto a compartirte con nadie.
– No tendrás que hacerlo.
Él puso una cara petulante y feliz.
– ¡Eh! -añadí-, pero esto va en dos direcciones. Tú tampoco puedes echar canas al aire por ahí.
Él se quedó horrorizado.
– Por supuesto que no. Yo siempre te seré fiel.
– Bien -dije, y arqueé las cejas de modo amenazante-. No me gustaría tener que perseguir y pegar a una mujer de tu raza. Supongo que Epi podría ayudarme, pero creo que sería muy estresante.
Él se echó a reír. Seguimos cenando en un silencio agradable. Yo estaba pensando en lo fácil que era estar con él, y en que tenía un sentido del humor muy ingenioso. Y, decididamente, no era un tipo bajito. En realidad, el hecho de que no fuera técnicamente un «tipo» no tenía mucha importancia.
Finalmente, me sacié, así que me serví otra copa de vino. Antes de poder apoyarme cómodamente en él, lo estropeé todo con el bostezo más grande del mundo.
– Vamos -ClanFintan se levantó con elegancia del asiento-. Estás agotada.
– No, de veras, no estoy cansada.
Intenté resistirme cuando él me puso en pie y tiró de mí hacia la cama. Sin embargo, era difícil impedir que un caballo te llevara a donde quisiera. No era una batalla en igualdad de condiciones, precisamente.
Llegamos hasta la cama. Era enorme, pero, mirando a ClanFintan y después hacia la cama, supe que era imposible que mi marido centauro pudiera dormir a mi lado con un mínimo de comodidad.
Quité la ropa de cama y comencé a tirar del colchón hacia el suelo.
– Bueno, ¿no vas a ayudarme? -le pregunté, mirando hacia atrás.
– Sí -respondió él, aunque no debía de entender muy bien cuáles eran mis intenciones.
Entre su fuerza considerable y la mía, conseguimos poner el colchón en el suelo, y después, yo volví a colocar las sábanas y el edredón en su sitio.
– ¿Por qué has hecho esto? -me preguntó entonces ClanFintan.
– Bueno, no me parecía que pudieras subir tu media anatomía equina a la cama y sentirte cómodo. Y de todos modos, quizá hubieras roto la estructura si lo hubiera intentado. Quiero dormir contigo, así que estaremos mejor en el suelo.
– Ah -dijo él, y subió cuidadosamente al colchón conmigo.
Yo me acurruqué contra su cuerpo, y él me estrechó contra sí. Los lados del colchón se ahuecaron a nuestro alrededor. Él sonrió y me besó la sien.
– Tienes un colchón muy esponjoso.
– Sí, es cierto -dije, y terminé la última palabra con un bostezo.
– Relájate. Tienes que dormir.
Yo comencé a relajarme, cuando de repente sentí un escalofrío y me desperté por completo, al recordar la misión que me esperaba durante el sueño.
– Creo que no quiero hacerlo. Estoy asustada.
– Yo estaré aquí con tu cuerpo, y Epona estará con tu espíritu.
ClanFintan encontró la parte trasera de mi pierna y comenzó a acariciarme hipnóticamente, desde la corva hasta la cintura, de arriba abajo, una y otra vez.
Yo volví a relajarme, y los párpados se me cerraron.
– No me sueltes… -susurré, y noté que me abrazaba con fuerza mientras el sueño se apoderaba de mí.
Yo era una invitada de un balneario exclusivo, y estaba disfrutando de un masaje a manos de… miré hacia atrás… Batman. La camilla de masaje estaba en la terraza, y tenía vistas a un campo que me recordaba a la campiña inglesa.
Batman acababa de inclinarse hacia mí para susurrarme al oído que tenía el trasero más perfecto del mundo, y…
Mi cuerpo atravesó el techo y me encontré mirando hacia abajo, observando lo que ya era una vista familiar del Templo de Epona. La noche era clara, pero la luna no estaba todavía en lo alto del cielo, así que las estrellas lucían con fuerza como si fueran joyas. Desde arriba, era fácil ver lo abarrotado que estaba el templo. Había tiendas y hogueras por todas las tierras circundantes. Era tarde, pero yo distinguía las formas de los centauros y los humanos que todavía estaban despiertos, ocupados en terminar diferentes tareas.
Mi cuerpo flotó en la brisa suave, que soplaba hacia el río. Poco a poco, fue tomando velocidad, y comencé a viajar tan rápido que todo se convirtió en un borrón por debajo de mí.
Me alejé de la ribera del río y viré hacia el oeste. Mirando hacia abajo, vi una enorme expansión de agua negra que pasaba velozmente. Evidentemente, era el lago Selkie. Cuando llegué al extremo norte del lago, distinguí una gran estructura de piedra, silenciosa y oscura. Aparté los ojos y le rogué a Epona que no me llevara allí. No quería ver lo que habían hecho las criaturas en el Castillo de Laragon. Probablemente fuera una cobardía por mi parte, pero suspiré de alivio cuando mi cuerpo no se dirigió hacia el castillo muerto.
Pronto vi luces ante mí. Reconocí las murallas de piedra oscura del Castillo de la Guardia, y floté hacia ellas. Mi cuerpo comenzó a aminorar la velocidad, y a descender.
– Por favor, no hagas que me quede mucho tiempo -le rogué al aire que me rodeaba, en un susurro.
«Ten valor, Amada». Las palabras pasaron por mi mente tan rápidamente que no podía estar segura de no haberlas inventado yo misma. Tomé aire e intenté prepararme para lo espantoso que se avecinaba.