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– Buenos días, Rhea -dijo, y su voz grave me provocó escalofríos.

– Buenos días, amor.

Él se inclinó y me besó en los labios.

– Te he echado de menos esta mañana -le susurré.

– Y yo no quería dejar nuestro lecho.

– Gracias por haberme enviado el desayuno.

– Sé que siempre tienes hambre.

– Sí, bueno, es cierto que siempre tengo hambre…

Hice lo posible por darles a mis palabras un doble sentido. Su sonrisa se hizo más amplia.

Al oír el sonido de un delicado carraspeo, recordamos dónde estábamos. Apartamos la mirada el uno del otro, y vimos que todo el patio nos estaba mirando con una sonrisa de felicidad y de complicidad. Yo enrojecí. Una de las mujeres centauro carraspeó, de nuevo, y yo noté que me ardían las mejillas.

Seguramente, era el ser más bello que yo había visto en mi vida. Tenía el pelo del mismo color que el pelaje, de un rubio platino y brillante. La melena le caía por la espalda como una cascada, más allá de los hombros, y no tenía ni un solo rizo enloquecido. Tenía los pómulos altos, los ojos color turquesa, y los labios carnosos. Llevaba un chaleco color escarlata, adornado con abalorios de cristal que brillaban al sol de la mañana. Sus pechos perfectos no estaban exactamente desnudos, pero tampoco estaban exactamente tapados.

ClanFintan todavía me estaba sujetando la mano, y tiró de mí, suavemente, hacia ella.

– Rhiannon, quiero presentarte a una amiga mía, Victoria Dhianna, la Jefa de las Cazadoras de los centauros.

Ella ejecutó una elegante reverencia.

– Lady Rhiannon… -su voz era sedosa, tan perfecta como su pelo-. Por fin conozco a la mujer que se las ha arreglado para casarse con ClanFintan.

Yo incliné la cabeza y dije, como si estuviera sorprendida:

– ¿Que me las he arreglado? Me persiguió con tanta tenacidad que no tuve otro remedio -sonreí y añadí-: Pero me alegro de que me atrapara.

Oí un resoplido divertido de ClanFintan, pero yo seguí mirando a la señorita Ojos Azules. Me satisfizo comprobar que se le arrugaban las comisuras de los ojos cuando sonrió. ¡Tenía las marcas de la risa!

– Touché, lady Rhiannon -respondió con una carcajada.

– Llámame Rhea -dije yo, devolviéndole la sonrisa. Parecía que tenía potencial para ser una buena amiga.

– Rhea… -ClanFintan recuperó mi atención-. Tengo que reunirme con los guerreros. Durante la noche, y esta mañana, han llegado muchos más, y tengo que asegurarme de que están organizados, y que informar de nuestros planes a los jefes -volvió a besarme la mano y añadió-: Esperaré con impaciencia nuestra cena de esta noche.

Su mirada de despedida decía que esperaría la cena y lo demás. Yo suspiré con felicidad y lo observé mientras se alejaba.

– Es evidente que lo que había oído sobre vuestro matrimonio no es cierto -dijo Victoria, que se había acercado a mí.

– ¿Y qué es lo que habías oído?

– Que sólo te casaste con ClanFintan por el deber, y que éste no es un matrimonio, sino sólo una unión temporal.

Yo no sabía qué decir, así que dije la verdad.

– Lo que empezó como un deber ha cambiado. Y lo mismo puede pasar con la unión temporal, puede convertirse en un pacto permanente.

– Me alegro por los dos -dijo, y parecía que hablaba con sinceridad. Mi radar de celos no detectó vibraciones de odio.

– Yo también.

– Deja que te presente al resto del grupo.

Victoria se volvió y llamó a las demás mujeres centauro.

Todas, salvo cinco de ellas, se habían alejado durante nuestra conversación. Las cinco que se habían quedado cerca eran las más bellas de todas, equinas o no.

– Kaitlynn, Cynthia, Elaine, Alexandra y Cathleen.

Cuando Victoria decía su nombre, cada una de las mujeres centauro hizo una reverencia para presentarse.

– Éstas son mis Cazadoras -dijo con un gesto de orgullo.

– Bienvenidas al Templo de Epona -dije yo, intentando no sentirme muy bajita rodeada por aquellas mujeres esculturales-. Me alegra teneros aquí, aunque desearía que las circunstancias fueran distintas.

La expresión seria de Victoria se correspondía con la mía.

– Nuestra misión como Cazadoras es supervisar la fabricación de las flechas y los arcos, y aprovisionar de carne de caza a nuestro pueblo. Cuando recibimos la noticia de la invasión de los Fomorians, pensamos que nuestros conocimientos podrían ser útiles.

– Tenéis razón. Necesitamos toda la ayuda posible.

Pareció que le agradaba mi reconocimiento. Les dijo a sus Cazadoras:

– Continuad enseñando a las mujeres las técnicas de fabricación de flechas. Yo les notificaré a las cocineras que estamos a su disposición si necesitan carne.

Las Cazadoras volvieron a trabajar con las demás mujeres, y Victoria y yo nos quedamos a solas entre el gentío del patio.

– No estoy muy familiarizada con el papel que representan las Cazadoras en la sociedad de los centauros, pero me encantaría saber más sobre tus compañeras y tú.

– Como Cazadoras, proveemos de carne de caza fresca a nuestro pueblo, y también somos las rastreadoras y las artesanas de las flechas, arcos y ballestas. Algunas veces nos vinculamos con los humanos, pero eso ya lo sabes.

Asentí como si ya lo supiera, y pregunté rápidamente:

– Entonces, ¿los centauros no cazan?

– Sólo las mujeres centauro.

– Los hombres son hombres -dije yo. Ella asintió, y nos miramos con complicidad.

– Nosotras nos somos guerreras, eso se lo dejamos a los hombres, aunque nuestra diosa sea Diana. Pero tampoco somos vírgenes. Y respetamos a Epona, le rendimos homenaje al comienzo de cada fase de la luna llena.

Yo oí un susurro en mi mente, y lo repetí en voz alta:

– Epona tiene un gran concepto de las Cazadoras.

– Y le estamos agradecidas por contar con sus favores -dijo Victoria con satisfacción-. No sé si tienes pensado viajar con ClanFintan a Glen Iorsa, pero si lo haces, me gustaría pedirte tu bendición para la nueva caverna de nacimientos, Glen Shurrig, que se abrirá en la primavera próxima.

Yo supuse que Glen Iorsa era el lugar donde había nacido ClanFintan, y sentí una inseguridad horrible. Él era mi marido, y yo ni siquiera sabía el nombre de su lugar de nacimiento.

Antes de que pudiera convertirme en una neurótica, la voz de mi mente susurró: «Él nació para quererte». Con sorpresa, le envié mi agradecimiento a Epona, por aquella puesta en perspectiva. Él me quería, y no importaba de dónde fuera.

«Responde a la Cazadora» pasó también por mi mente, y yo reaccioné:

– Me encantaría, después de que nos encarguemos de los Fomorians.

– Sí… -Victoria bajó la voz y continuó-: ¿Es cierto que han capturado a mujeres humanas, y que se están apareando con ellas?

– En realidad, no se le puede llamar aparearse. Las violan para fecundarlas. Sólo he presenciado un parto, pero fue suficiente. La criatura que nació mató a su madre para salir de ella.

– Que Diana las ayude -susurró ella.

– Diana, Epona y todos tenemos que ayudarlas.

– ¡Lady Rhiannon!

La llamada de una mujer desde el otro lado del patio nos interrumpió.

– Sí, estoy aquí.

Mientras la mujer se acercaba, yo me di cuenta de que era una de las ayudantes de Carolan.

– Mi señora -dijo con una reverencia-. Carolan me ha enviado a buscaros. Me ha pedido que os acompañe hasta la sala de los enfermos. Debe hablar con vos -explicó. Tenía aspecto de estar agotada.