– No lo hagas. Sabes que ClanFintan no permitirá que me ocurra nada. Tú tienes que ocuparte de que Carolan no enferme de agotamiento. Ahora que Sila viene con nosotros, él va a tener muy poca ayuda y demasiada gente enferma.
– Me necesita de verdad -dijo con la melancolía de una recién casada.
– Sí. Y no olvides que tú eres quien gestiona el funcionamiento del templo. ¿Quién iba a hacerlo si vinieras conmigo?
– No hay nadie más.
– Bueno, cuando este lío de los Fomorians termine, formaremos a una ayudante nueva para mí, para que Carolan y tú podáis iros de vacaciones. Quizá podáis empezar a encargar un bebé. Si es que no lo habéis hecho ya.
Ella me dio un golpecito juguetón.
– ¡Rhea!
– Vamos -dije. Me calcé las botas y me puse en pie-. Ya sabes que ClanFintan estará esperando.
Alanna suspiró con tristeza y me siguió hacia la puerta. El pasillo estaba desierto, lo cual me pareció extraño, pero cuando salí al patio, hubo una explosión de vítores.
– ¡Diosa!
– ¡Amada de Epona!
– ¡Que la suerte vaya con vos, lady Rhiannon!
– Nuestro amor os acompañará, Elegida de Epona!
El patio estaba abarrotado de gente y centauros. Saludaron y agitaron las manos, y yo erguí la cabeza, tragué saliva y me agarré de la mano de Alanna para que la multitud no nos separara. Me vi rodeada por aquella masa que me adoraba, y que acababa de asustarme tanto que yo había estado a punto de orinarme en los pantalones.
– Gracias. Os lo agradezco. Os echaré de menos. Gracias.
Saludé con la mano y seguí diciendo cosas que esperaba fueran la respuesta correcta para la Amada de Epona.
Yo recorrí el patio y salí por lo que consideraba la puerta principal del templo, que se abría a una enorme fuente en forma de caballo y que conducía a la Gran Puerta, en la muralla. La vista que encontré era increíble. Ante mí se extendía un mar de centauros. Su belleza y fiereza me cortaron la respiración. Vibraban de poder y de seguridad.
Al verme, gritaron como uno: «¡Ave, Epona!». A mí se me puso toda la carne de gallina, y recordé algo que había escrito Ovidio sobre la belleza, que era «un favor concedido por los dioses». Si aquello era cierto, los dioses sonreían a aquel grupo de guerreros.
El más guapo, en mi opinión, de aquellos guerreros, se separó del grupo y me hizo una reverencia antes de llevarse la palma de mi mano a los labios. Ante su saludo hubo otra oleada de vítores, en aquella ocasión de centauros y humanos a la vez.
– ¿Estás lista, Rhea? -me preguntó él.
Yo le di a Alanna el último abrazo y me volví hacia la muchedumbre humana que había salido del castillo.
Hablé todo lo alto que pude, y de la manera más didáctica posible.
– Lady Alanna ejercerá mi autoridad mientras yo no esté -dije, y vi un mar de sonrisas en la multitud. No tuve que mirarla a ella para saber que se estaba ruborizando-. Mientras estoy lejos, incluidme en vuestras plegarias -añadí sonriendo, y me di cuenta de que se me habían llenado los ojos de lágrimas-. Sabed que vosotros siempre estaréis en mi pensamiento y en mi corazón. Que Epona os bendiga y os llene como el aire que respiráis.
Me volví hacia ClanFintan y le di la mano para que él pudiera ponerme sobre su espalda. Después se volvió, y obedeciendo sus órdenes, el ejército se movió y emprendió un trote ligero mientras la gente saludaba y los niños arrojaban pétalos de flores por nuestro camino.
Mientras nos alejábamos, me di cuenta de que avanzábamos en dirección al río. Me incliné hacia delante, apoyé la barbilla en el hombro de mi marido y le hablé al oído.
– ¿Vamos a seguir el curso del río hacia el norte?
– Sí, pero debemos cruzarlo y viajar por su orilla este. No podemos atravesar Ufasach Marsh… sería imposible que una legión de centauros avanzara por ese terreno tan pantanoso, y debemos viajar rápidamente. La ribera este del río Geal comienza en Doire nan Each, que es bosque. Atravesarlo será mucho más rápido.
– Tiene sentido. Doire nan Each, suena muy bonito. ¿Qué significa?
– Traducido del Lenguaje Antiguo, significa Gruta de los Caballos. Seguramente, tiene ese nombre porque es el bosque que separa el este de Partholon de las Llanuras de los Centauros. Pero el nombre es confuso, porque se trata de un bosque antiguo de enormes robles, y no de una gruta. Además, yo nunca he visto caballos allí.
Asentí para demostrarle que comprendía. De repente, se me ocurrió algo que me hizo fruncir el ceño. Recordé lo ancho y bello que era el río la mañana de la ceremonia de bendición. Era maravilloso, sí, pero yo no querría atravesarlo a nado.
– Espera, ¿vamos a tener que nadar para cruzar el río Geal?
Él se echó a reír.
– No. Hay un puente al norte del templo. En realidad, está muy cerca de las ruinas del puente del que nos habló Carolan. Cruzaremos por allí.
– Me alegro. Estos pantalones de cuero tardarían meses en secarse.
Antes de que yo pudiera seguir hablando, seguimos una curva del río y encontramos el puente. Era una estructura altísima y plana, hecha de troncos atados unos a otros. No parecía muy seguro.
– ¿Por qué tiene que ser tan alto?
– Para que las barcazas puedan navegar por debajo de él. El Geal tiene mucho tráfico.
El puente era estrecho, de modo que sólo podían cruzarlo centauros en formación de a dos. ClanFintan comenzó a gritar una serie de órdenes, y varios centauros mayores y curtidos, que estaban situados a intervalos en el ejército, las repitieron.
El ejército se movió ordenadamente y formó una columna de a dos que comenzó a trotar con energía. ClanFintan se situó a la cabeza de la fila. El puente se acercó más y más.
– Agárrate fuerte. La subida es muy abrupta.
Yo cerré los ojos y me agarré con fuerza mientras él ascendía hasta la entrada del puente.
Noté que trastabillaba ligeramente al posar las patas en los troncos, y el estómago se me cayó a los pies. Entonces, sus cascos comenzaron a resonar de una manera hueca, como si estuviéramos a un millón de kilómetros de altura. Yo mantuve los ojos cerrados.
– Rhea, ¿hay algún problema?
El sonido de los cientos de cascos que seguían a ClanFintan casi ahogó su pregunta.
– No -dije, sin abrir los ojos-. Pero avísame cuando lleguemos al otro lado del maldito puente.
Noté la tierra firme bajo sus patas. Él se hizo a un lado y dijo:
– Dougal, ClanCullen y tú conducid la columna hasta el segundo camino del norte.
Dougal y un centauro extremadamente musculoso saludaron y galoparon para tomar posiciones en cabeza de la columna.
Yo abrí los ojos lo suficiente como para darme cuenta de que Dougal ya no estaba tan pálido.
– Dougal tiene buen aspecto -dije, al ver pasar a los centauros.
ClanFintan me miró y me dijo en voz baja:
– No como tú. Estás blanca como la nieve -entonces, añadió-: Ah, ya hemos cruzado el puente.
Yo miré hacia atrás, hacia aquel puente que estaba esperando que ocurriera un accidente, y me estremecí.
– No me gustan los puentes -susurré.
– ¿Eres capaz de provocar al líder de una horda de demonios y de ponerte en peligro mortal noche tras noche, pero te asustas por cruzar un puente?
– Sí, ¿y qué?
Él me besó la mano.
– Eres una sorpresa constante.
– Sí, bueno… que no se te olvide.
Yo me sentí segura de que su continua risa reflejaba el hecho de que estaba abrumado por la profundidad del atractivo y el misterio de la mujer norteamericana moderna. Eso, o que pensaba que yo era tonta perdida. En todos los matrimonios hay cosas que es mejor no abordar.
– ¡Rhea!